Una Rosa Para Emily

En Estados Unidos existe el mito de la bella sureña, encarnada en el imaginario popular por Scarlett O'Hara, y este cuento de Faulkner es una ironía descarnada sobre ese mito. El título del mismo es "Una Rosa para Emily" pero la rosa no aparece a lo largo de la narración. La rosa puede ser interpretada como el gesto de dejar dicha flor en el funeral de Emily, que es donde empieza y acaba el cuento y el lugar desde donde se rememora la historia de la protagonista. La rosa puede ser también el cuento en sí mismo.

La sesión se articula, sobre todo, a partir de las consideraciones realizadas sobre la voz narrativa, el semblante, la excepción, la ley, la figura del padre y, sobre todo, la locura de la protagonista.

La voz narrativa está en 1ª persona del plural y empieza diciendo "todo nuestro pueblo asistió a su entierro". Esta voz narrativa se divide entre hombres y mujeres y tiene miradas diferentes. Este nosotros puede encarna lo más distinto y lo más loco de nosotros. Lo que da cierta identidad al nosotros es Emily y son constantes las referencias a "ella" y "nosotros", es decir, lo que da consistencia al nosotros es "ella".

En este cuento, lo más íntimo es la locura: habla sobre la identidad pero no es identitario. Hay una identificación entre ella, la casa y el Sur, un Sur devastado por la guerra civil. Ella es un monumento caído y lo que acaba quedando es su tumba junto a las tumbas de los soldados muertos. Es un cuento muy interesante para tratar el tema del semblante. En plena decadencia del Sur, una mujer de forma totalmente loca intenta mantener esos semblantes que han caído. Lo que sustenta la vida de la comunidad es el semblante. Faulkner dice que el pasado no existe y no es ni pasado: cincuenta años después de la guerra de secesión, hay hombres que acuden al entierro con el uniforme de confederado. En este cuento, en lo más querido de la sociedad está lo más terrible. Cuanto más se busca la unidad, el nosotros, más se encubre lo más terrible. Los semblantes cubren lo más horrible pero, paradójicamente, lo horrible es lo que da la cohesión al nosotros. Hay un nivel imaginario en el que el nosotros funciona pero Faulkner lo agujerea: no es posible el nosotros porque el sujeto está dividido.

Se hacen diferentes alusiones a la ley, siempre en relación a Emily. Para Emily no hay ley. Ella tiene una capacidad de desafío enorme y ninguna ley puede con ella, no hay nada que la frene. Ella es la excepción en esa comunidad, encarna el lugar de la excepción y defiende ese lugar. No argumenta, por ejemplo, el porqué ella no tiene que pagar, ella no paga porque es la excepción.

Toma la ley del padre al pie de la letra por lo que ella es la excepción de forma monolítica. La ley del padre en un sentido radical es la locura: el padre que se cree el Padre o el hijo que cree que es el Padre, son locos. El hijo tiene

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