Vida Cotidiana
Enviado por imeeldaa • 24 de Abril de 2013 • 2.172 Palabras (9 Páginas) • 331 Visitas
DERECHOS HUMANOS Y VIDA COTIDIANA
Raquel Jelinek
"Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos"
Artículo 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos
De acuerdo a esta afirmación todos los seres humanos tenemos los mismos
derechos e igualdad de oportunidades. No obstante, sabemos que entre la
promesa de "todos los derechos humanos para todos" y la realidad cotidiana,
existe un gran abismo.
No hay duda de que en los últimos años han habido enormes avances para la
participación de las personas con discapacidad, pero también sabemos que aún
se encuentran presentes una serie de barreras (sociales, actitudinales,
medioambientales, culturales, técnicas y de otro tipo) que dificultan su plena
inclusión, su reconocimiento y aceptación como ciudadanos de pleno derecho,
como personas con las mismas necesidades como cualquier otra persona.
Con la ratificación de la Convención sobre los Derechos de las Personas con
Discapacidad por parte del gobierno mexicano, estamos ante un futuro promisorio,
una oportunidad de oro, un suceso único para promover acciones diversas que
tengan un impacto real en la calidad de vida de los ciudadanos con discapacidad
para que logren tener una mejor calidad de vida en todo sentido y estar
plenamente incluidos en la sociedad con el respeto a su dignidad e integridad
personal.
Pensar los Derechos Humanos en su relación con la Vida Cotidiana obliga a
pensar en el contexto de “todos los días”, en la forma como se adquiere y se va
formando día tras día nuestra historia individual, esa que es completamente íntima
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y personal. El ser humano es un ser social y las interacciones son parte de la vida
cotidiana, van formando la personalidad básica de los individuos.
La vida cotidiana nos lleva a mirar el mundo subjetivo, los sentimientos y las
emociones que cada uno de nosotros experimenta a través de los vínculos y
relaciones que establecemos con el entorno social, es lo construido con y a partir
de los otros, es lo que se forma en nosotros a partir de la mirada de otros.
En este sentido, es necesario reconocer que siempre que vemos a una persona
con discapacidad sentimos algo: ternura, compasión, miedo, curiosidad, rechazo y
seguramente, algunas personas también gratitud por estar sanos y completos.
Invariablemente hay una reacción, aunque existen formas muy sutiles de
manifestarla: desviar la mirada, observar a la persona de reojo, o fijamente, dar la
media vuelta al encontrar personas con discapacidad en lugares públicos,
sentirnos incómodos - a veces conmovidos- al interactuar con ellos, la
presunción de que sus sentimientos y necesidades son distintos de los
nuestros…. todas éstas son formas de marginar.
Una parte de nosotros busca siempre la perfección. No solo la esperamos de
nosotros mismos, sino que respondemos mejor ante aquellos que reflejan
seguridad, poder, éxito y equilibrio. De hecho atribuimos mayor cantidad de
cualidades positivas a las personas consideradas bonitas, aun sin conocerlas y
asignamos características y rasgos de personalidad menos favorables a quienes
presentan alguna discapacidad.
Se puede decir que esta obsesión por lo perfecto tiene su raíz en la creencia de
que existe una forma específica o ideal de belleza, de personalidad y de éxito;
este ideal es reflejado y mantenido por quienes han sido encumbrados por
nuestra cultura, en mucho a través de los medios masivos de comunicación.
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Para algunos, las personas con discapacidad violan estos estándares de
perfección. Existe una relación desafortunada entre nuestro ideal cultural y el
valor real de la persona. Ello hace difícil ver a la persona con discapacidad como
igualmente valiosa que quienes nacen sin limitaciones aparentes.
La discapacidad nos obliga a reconocer que la vida no es perfecta, que los
seres humanos no somos perfectos. Que en muchos sentidos, somos más
vulnerables de lo que nos atrevemos a admitir.
Con mucha frecuencia nos referimos a las personas con discapacidad como
“ellos” haciendo una diferencia entre ellos y nosotros, como si perteneciéramos a
especies distintas y con ello hemos construido una enorme barrera. El considerar
a otro como inferior, afecta la manera como nos relacionamos con esa persona.
La persona con discapacidad ya se encuentra de por sí agobiada por su
condición, por el trato que recibe desde que le fue asignada la etiqueta de la
discapacidad que ha marcado su vida y sus posibilidades. Se siente también
agobiada por sus limitaciones propias, pues su cuerpo y dificultades personales
no cumplen con este ideal sociocultural.
Sin embargo, a nivel de sentimientos, necesidades emocionales y deseos de
realización personal, las diferencias son prácticamente nulas.
En nuestros foros, y quienes convivimos con personas con discapacidad, hemos
escuchado infinidad de veces la voz de los autogestores, quienes frente a los
enormes retos que viven, nos dan excelentes ejemplos de su fuerza interna, de su
deseo de vivir, de su deseo de SER.
En este contexto, hay dos puntos que quiero retomar como ejemplo de algunas
de las barreras actitudinales que considero más poderosas hacia las personas
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con discapacidad, sobre todo hacia las personas con discapacidad intelectual, y
que concretan esa diferencia implicada en los términos “ellos” y “nosotros”. Uno
tiene que ver con el difícil reconocimiento de su condición de adultos y el otro es
el que se refiere al derecho de ejercicio de su sexualidad, asuntos ambos
polémicos, espinosos y para algunos incluso embarazosos. Reglas y tabúes han
suplido la discusión seria y profunda sobre estos temas que son de importancia
inobjetable en la vida de cualquier persona.
1. A las personas con discapacidad intelectual, el lugar de adultos les ha
sido y les es hasta la fecha, vedado en general.
Aún cuando se les reconoce que han crecido porque el peso, la talla y su cuerpo
han aumentado, su desarrollo pleno, la posibilidad de ser reconocidas como
personas deseantes y pensantes está puesta en tela de juicio desde que les fue
colocada esa etiqueta de la discapacidad.
Esta visión, aunada al prejuicio –y sobre protección
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