Wakolda

WAKOLDA

Wakolda a través de su trama propone pensar la cuestión de la segregación como reflejo de una sociedad donde la diversidad no es dócilmente aceptada. Una segregación basada en la mirada que aleja al distinto y lo expulsa del todo social a partir de la búsqueda de la diferencia, expresando de esta manera su perfil de intolerancia frente a un “otro” construido.

El padre de Lilith, dedicado a actividades artesanales, instala una clínica que se dedica a reparar muñecas, hasta que mediante la contribución de Mengele la acción de “reparar” se transforma en la de “fabricar”. La fabricación en serie de muñecas es una metáfora que guarda el sentido de la producción masiva de individuos, promovida por el nazismo. La idea es homogeneizar borrando toda diferencia, aquello que hace único y singular a cada sujeto. Wakolda, la muñeca “imperfecta”, representa en su rareza la parte diferencial que no se deja absorber dentro del patrón universal, ese espacio rebelde e indómito que resiste a cualquier intento de normativización.  La división de esta novela está relacionada a las muñecas y  se podría decir que a la evolución de Lilith ya que al principio, Herlitzka se la presenta como a una muñeca perfecta con grandes condiciones y detalles; esta tan bien hecha que Jose cree que fue importada y de la misma manera se la conoce a Lilith, una chica que a pesar de su altura se la describe como a una chica perfecta.

“Eran las ratas de laboratorio que más lo fascinaban: perfecta, de no ser  por un defecto imposible de tolerar, el enanismo.”(Página 11, libro digital)

Sin embargo, en la segunda parte “Wakolda”, Lilith persuadida por la posibilidad de crecer acepta el tratamiento que le ofrece el alemán y a partir de ahí, físicamente empeora ya que se enferma fácilmente al estar tan baja de defensas. Lo cual hace referencia a la descripción de la muñeca llamada Wakolda.

“Lilith miro a Herlitzka (perfecta hasta en la sutura) y a Wakolda (deforme, pero poderosa)”. (Página 62, libro digital)

Wakolda está atravesada por secretos en toda su trama; los personajes, las situaciones, inclusive los discursos. Todo se estructura a partir de una gran simulación. Desde su inicio, la novela permite leerse como una gran metáfora del secreto, donde todo posee un doble juego. Josef Mengele, médico al servicio del nacionalsocialismo, llega al país cruzando la frontera con identidad falsa y se presenta como un científico que está trabajando sobre una hormona de crecimiento que promueve el mejoramiento del ganado. La fotógrafa y archivista del colegio alemán pertenece al Mossad (Servicio Secreto Israelí), que en ese momento está desplegando un operativo tras las pistas de otro jerarca nazi. El preceptor del colegio es el contacto nazi en la región, él conoce la verdadera filiación de Mengele y se convierte en su mano derecha, lo ayuda a instalar su laboratorio consiguiendo todo aquello que el científico le pide, desde los insumos para sus experimentos y el laboratorio donde aparentemente desarrollaría su actividad, hasta la infraestructura para instalar la futura fábrica de muñecas. Inclusive los espacios físicos están disimulados, tal el caso de la casa vecina, donde en realidad funciona un hospital y centro de residencia de refugiados nazis, a orillas del lago Nahuel Huapi.

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