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Тom Swyer el detective


Enviado por   •  19 de Marzo de 2013  •  Reseña  •  11.815 Palabras (48 Páginas)  •  490 Visitas

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Tom Swyer el detective

Ocurrió en la primavera siguiente a la época en que Tom Sawyer y yo liberamos al esclavo Jim, cuando lo habían encadenado por desertor en la granja del viejo Silas, tío de Tom, en Arkansas. El hielo se estaba desprendiendo ya de la tierra y del aire y llegaba la época de andar descalzos todo el día. Otra vez se acercaba el momento de jugar a la bolita, al trompo y al aro. Y de remontar barriletes, hasta que llegara el verano y nos fuéramos a nadar. Es justamente todo ello lo que hace que un niño se ponga triste cuando piensa en lo lejos que está aún el verano, haciéndolo suspirar. Algo le ocurre y no sabe qué es. Se siente abatido, pensativo, le dan ganas de escapar en busca de algún lugar solitario en lo alto de una colina, al borde de un bosque. Ahí se instala y contempla a lo lejos el gran Misisipí, allá abajo, extendiéndose millas y millas a la redonda, en lugares donde los troncos de árboles parecen borrosos y confusos. Todo está tan lejano y tranquilo, tan solemne, que da la impresión de que nuestros seres queridos se han muerto y lo que más deseamos es morir también nosotros y acabar con todo.

¿Sabéis cómo se llama eso? Fiebre de primavera. Y cuando llega, lo que queréis es... ¡Oh, no sabéis exactamente qué; de tanto que deseáis sentís un dolor en el corazón! Lo que más se quisiera es huir. Escapar de las cosas viejas y tediosas a las que os habéis acostumbrado y de las que estáis cansados. Tal es la idea que se tiene: huir y salir a vagabun¬dear por lejanos países donde todo es misterioso, maravilloso y novelesco. Y si no se puede hacer eso se contenta uno con algo mucho menos: irse donde se pueda y quedarle agradecido a la suerte.

Pues bien; Tom Sawyer y yo estábamos atacados también de esa fiebre primaveral, aunque resultaba completamente inútil pensar que Tom intentara irse a cualquier parte porque -como decía él- su tía Polly no lo dejaría abandonar la escuela y echarse a andar por ahí perdiendo el tiempo. Por lo tanto, estábamos muy tristes.

Una tarde cerca de la puesta del sol, nos encontrábamos charlando de estos temas, sentados en los escalones de la entrada, cuando apareció su tía Polly trayendo una carta y diciendo:

-Tom, me parece que tendrás que hacer las valijas e irte a Arkansas. Tu tía Sally te necesita.

Casi me salgo de mi pellejo de la alegría. Creí que Tom saltaría al cuello de su tía, abrazándola tan fuerte hasta el punto de ahogarla; pero -si me creéis- se quedó duro como una piedra y no dijo una sola palabra. Estuve por ponerme a llorar viéndolo tan tonto cuando ante nosotros se abríasemejante oportunidad. Y el caso era que podríamos perderla si no decía una sola palabra y se mostraba agradecido. Siguió sentado, pensando y pensando, hasta que me entró tal desesperación que no supe qué hacer. Después, con tanta calma que me dieron ganas de matarlo, dijo:

-Lo siento mucho, tía Polly; pero, por esta vez, tendrás que disculparme.

La tía se quedó tan sorprendida y furiosa ante semejante descaro que durante más de un minuto y medio no pudo articular palabra alguna; lo cual me dio la oportunidad de tocar a Tom con el codo y decirle en voz baja:

-¿Estás loco? ¡Desaprovechar una ocasión tan espléndida como ésta!

Pero no se inmutó y me respondió entre dientes:

-Huck Finn..., ¿quieres que ella se dé cuenta de las ganas que tengo de irme? En cuanto lo adivine comenzará a dudar e imaginar un montón de enfermedades y peligros, a poner objeciones, y nadie más que tú sabe que en seguida se echará atrás. Déjalo por mi cuenta. Sé cómo tengo que manejar el asunto.

Jamás se me habría ocurrido pensar en eso. Tom tenía razón, como siempre. Era el cerebro más organizado que he visto. Siempre en guardia y dispuesto a hacer frente a cualquier cosa que surgiera ante él. En ese momento la tía Polly ya se había recuperado de la sorpresa y prorrumpió, exclamando:

-¡Disculparte! ¡Tú serás quien deberá hacerlo! ¡En mi vida he oído semejante cosa! ¡Y a mí te atreves a hablarme de esa manera! Ahora mismo subes a hacer tus valijas y como te oiga decir una sola palabra más pidiéndome que te disculpe, ya te disculparé yo.

¡Con una vara de nogal!

Le golpeó la cabeza con el dedal y nosotros escurrimos el cuerpo. Tom comenzó a lloriquear mientras subíamos la escalera. Una vez llegados a su cuarto me abrazó, enloquecido de alegría ante el viaje que se nos presentaba, diciéndome;

-Antes de que nos vayamos lamentará haberme dejado partir; pero ya no lo podrá impedir. Después de lo que me dijo, por orgullo no podrá retractarse.

Preparó las valijas en diez minutos, dejando de lado lo que su tía y Mary completarían; después esperamos otros diez minutos hasta que ella se calmara pues, según Tom, era ése el tiempo que demoraba para que se le bajaran las plumas cuando estaba medio encrespada, y veinte cuando las tenía encrespadas del todo. En esa oportunidad estaba completamente erizada. Después bajamos, ansiosos de saber qué decía la carta. Encontramos a la tía abstraída, con la carta en su falda. Nos acercamos a ella y nos dijo:

-Por allá están sumamente preocupados y creen que tanto tú como Huck los distraerán, o, como dicen en la carta, los "consolarán". Me parece que podréis servirles de mucho. Tienen un vecino, un tal Brace Dunlap, que desde hace tres meses quiere casarse con Benny hasta que, por fin, le han hecho ver de una vez y para siempre que eso es imposible, lo cual irritó al hombre y es lo que los tiene preocupados. Por lo que entiendo, prefieren estar en buenos términos con él, pues trataron de complacerlo empleando a un hermano suyo, un inútil, para que los ayude en la granja, cuando apenas están en condiciones de permitírselo y no lo necesitan para nada.

-¿Quiénes son los Dunlaps?

-Viven a una milla de la casa del tío Silas, tía. Polly. Todos los granjeros viven a una milla de distancia entre ellos; Brace Dunlap es más rico que todos los demás y dueño de una colección de esclavos. Viudo, de treinta y seis años, sin hijos, orgulloso de su dinero y despótico; todo el mundo le tiene miedo. Se considera capaz de conseguir cualquiera de las muchachas que desea con sólo proponérselo. Mucho debe de haberle irritado cuando se dio cuenta de que no podía conseguir a Benny, pues ella tiene la mitad de los años de él y es tan suave y encantadora.

Ya la conoces. ¡Pobre tío Silas! Es una pena que se vea obligado a pedir favores de esa manera, pobre como es y empujado por las circunstancias a tener que tomar a su servicio a ese inútil de Júpiter Dunlap sólo para complacer a ese testarudo de su hermano.

-¡Vaya un nombre..., Júpiter! ¿De dónde lo sacó?

-No es más que un sobrenombre.

...

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