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La musica en la sociedad.


Enviado por   •  4 de Febrero de 2016  •  Informe  •  2.368 Palabras (10 Páginas)  •  289 Visitas

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Universidad Tecnológica del Norte de Aguascalientes

Desarrollo de Negocios área Mercadotecnia

La música en la sociedad

Jose Refugio Pasillas Vargas

Laura Leticia Martínez Rodríguez

Rincón de Romos, Ags.                                                          13/Abril/2015  


Índice

Contenido

Introducción        

Objetivos        

Desarrollo        

Critica personal        

Conclusión        

Bibliografía        


Introducción

En la monografía presentada aquí se haya una recopilación de datos que demuestran la importancia de la música en la vida cotidiana, de cómo empezó a generar identidades, además de la importancia en la convivencia y en la salud.

Presentado todo esto desde un punto de vista psicológico y sociológico que demuestra cómo se ha ido estudiando este tema por un largo tiempo. Pero centralizándose en la función de la música en las personas.

Algo que aclara la monografía es como no importa qué tipo de persona seamos la música es parte vital de nosotros, pero dependiendo que introducción tengamos en este sentido, nos afecta en nuestro desarrollo cultural, mental y biológico.

Además de incluir lo que de manera muy personal, representa este estudio para el autor de la monografía, poniendo conclusiones y una crítica que describe la aceptación a la música y la finalidad no solo para él, sino para todos los individuos social e individualmente.

Objetivos

  • Demostrar que la música es vital en la vida de la sociedad.
  • Encontrar la relación entre el individuo y la sociedad con la música.
  • Especificar la importancia que tiene la música en la vida de las personas.

Desarrollo

La música tiene gran sentido en la vida de las personas, sin importar que tipo o género sea el preferido, siempre es trascendental en la vida y psicología de las personas, esto sin importar la edad, distinción social, religión o raza, la música forma parte de la sociedad así como la sociedad de la misma. Todas las personas escuchan música todos los días a todas horas, o dependiendo su tiempo y horario.

“En los años 50 el poder convocador de la música se transformó gracias a la confluencia de diversos factores entre los que se encuentran, la ampliación del espacio cultural compartido en una estructura social cada vez más “desclasada”, que valoraba cada vez más lo popular, además de los avances en la tecnología del sonido, la grabación, la comercialización y el poderoso alcance de los medios de comunicación” (Aranzadi, 2011).

Pareciera ser que entre más aumenta la tecnología y la comunicación, más se arraiga la música en la vida de las personas, es acaso un método de desahogo ante el estrés y demanda que la vida actualmente requiere.

“Así es como los nuevos escenarios demandan a la sociología de la música una concienzuda explicación. La pérdida de relevancia de la radio y de la televisión en favor de los ordenadores y de otros aparatos de uso individual (iPads y móviles con altas prestaciones) parece responder a los procesos de individualización que también afectan a la manera en que las personas viven la música. El auge de plataformas como Spotify o YouTube (portal este último en el que es posible encontrar las cuatro horas del Tristán e Isolda de Wagner con tan sólo unos pocos clicks) configura una estampa en la que millones de horas de música son al instante accesibles a un oyente cuya capacidad para concebir la música como experiencia colectiva a veces no trasciende del acto de compartir en las redes sociales su canción favorita. (Iraizoz, 2013).” Haciendo de esta manera que la música cada vez sea más personal y este en más relación con cada individuo de la sociedad, haciéndola indispensable en la vida. “Existe una multitud de escenarios ante los cuales la sociología de la música debe mantener su vocación de captar no sólo la intersubjetividad presente en la vida musical sino también, ahora más que nunca, la ausencia de intersubjetividad, misma que únicamente ha podido darse cuando las relaciones sociales pasan a ser prescindibles en el camino de escuchar música o de crearla uno mismo.” (Iraizoz, 2013)

Pero considerando como eran las cosas en el pasado no podemos dar cuenta que la música cada vez más es parte esencial de nuestra identidad. Poco a poco los exponentes de la música fueron formando parte de la vida cotidiana, un claro ejemplo lo maneja Isabela de Aranzadi, “La figura de Elvis Presley y su aparición en TV ante millones de espectadores en EEUU tuvo un enorme impacto entre los jóvenes y fue una punta de lanza de lo que supuso más adelante la música como cultura de masas. El fenómeno musical creció como espacio simbólico en el que la generación de los jóvenes experimentó por primera vez de forma masiva una determinación en la búsqueda de identidad” (Aranzadi, 2011). Ante este evento la sociedad comenzó a generar tendencias en torno a algún género o exponente musical.

Sin embargo, la música es una cultura que cada persona entiende de manera diferente, una “obra de arte, como todo objeto cultural, puede ofrecer significaciones de niveles diferentes según la clave de interpretación que se le aplica; las significaciones de nivel inferior, es decir las más superficiales, resultarán parciales y mutiladas, por lo tanto erróneas, mientras no se comprendan las significaciones de nivel superior que las engloban y las transfiguran (A. Silbermann, 1972).” Es decir, una interpretación individualista de su propia identidad, de tal manera que según la percepción, una sola canción, puede identificarse de maneras distintas, y para llegar a tal resultado se manifiesta en el libro la sociología del arte que “la observación sociológica permite descubrir efectivamente realizadas; las formas de percepción que corresponden a los diferentes niveles que los análisis teóricos constituyen por una distinción de razón. Todo bien cultural, desde la cocina hasta la música serial, pasando por el "western", puede ser objeto de aprehensiones que van de la simple sensación actual hasta la degustación erudita (A. Silbermann, 1972).”

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