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TRABAJO VOLUNTARIO SOBRE LA PELÍCULA: SLEEPERS “EL ROBO DE LA INOCENCIA INFANTIL”


Enviado por   •  25 de Abril de 2017  •  Ensayo  •  2.512 Palabras (11 Páginas)  •  368 Visitas

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TRABAJO VOLUNTARIO SOBRE LA PELÍCULA: SLEEPERS

“EL ROBO DE LA INOCENCIA INFANTIL”

“Ésta es la historia de una amistad más fuerte que los lazos de sangre. Ésta es mi historia y la de los tres únicos amigos que en mi vida me han importado de verdad. Dos de ellos fueron asesinos y no pasaron de los treinta, el otro es un abogado que no ejerce y que vive atormentado por el pasado, sin poder superarlo por miedo, incapaz de afrontar el horror. Soy el único que puede hablar por ellos de cómo éramos de niños”[1].

He optado por dar comienzo a mi trabajo transcribiendo las primeras palabras que se dicen al inicio de la película “Sleepers”, puesto que, a través de ellas ya se transmite la esencia de la historia, un relato marcado por el apego de cuatro niños que vivieron algo que, desde entonces, no les permitió volver a ser los mismos. Considero que este film cinematográfico es el instrumento perfecto para analizar el impacto que puede llegar a tener en el menor un evento tan traumático como es el abuso sexual; por ello, trataré de dar un enfoque de la situación del niño como víctima de estos malos tratos y, sobretodo, de las desencadenantes repercusiones psicológicas, que a pesar de que a simple vista no se vean, están presentes, y pueden llegar a influenciar al damnificado considerablemente.  

En primer lugar, debemos situar la historia en los años sesenta y, en Hell's Kitchen, un barrio antiguamente marginal, localizado en Nueva York; traducido literalmente el nombre del distrito es “la cocina del infierno”, por lo que se pone de manifiesto que no se debe de tratar de un entorno demasiado acogedor. Pienso relevante reparar en un primer momento en el ambiente en el que vivían los niños, en los factores socioeducativos y los entornos familiares, porque considero que es un punto a tener en cuenta para lo que posteriormente se desarrollará. Hablamos de un suburbio habitado por inmigrantes, traficantes de drogas, padres de familia violentos y madres sumisas. Partimos del hecho de que son niños que viven la propia violencia en sus casas, la cual es acallada como si nada pasara. Uno de los niños, Lorenzo Shakes ve diariamente cómo su padre maltrata a su madre en su propia casa, y, bueno, con respecto a John, basta con recurrir a esta cita “sentados acompañábamos a John, que se recuperaba de la función de un pulmón, regalo de un novio de su madre demasiado efusivo”[2].

Por tanto, estamos refiriéndonos a cuatro adolescentes que proceden de familias desestructuradas, donde reina la falta de comunicación y el afecto, y, es esa ausencia de referencia que tendrían que encontrar en sus propios hogares, la que propicia que estos menores se unan formando un vínculo inquebrantable. Llegamos ahora al hecho clave de la película y al análisis de cómo una travesura vista por sus mismos autores sin la mínima importancia, acaba causando que los niños sean condenados por intento de homicidio, y destinados a un reformatorio, llamado “Hogar Wilkinson”, donde comenzaría el trauma que, sin duda, marcaría las vidas de cada uno de los pequeños.

Un reformatorio al igual que otro centro penitenciario busca el castigo por una mala conducta, por una infracción penal, consistiendo en una pena privativa de libertad, que al menos en nuestro país como ya proclama el mismo texto Constitucional, debe estar orientada a la reinserción y reeducación del delincuente[3]. No obstante, como en el caso que nos ocupa, si, además, a esa ausencia de libertad se le añade que el régimen disciplinario para los menores se convierta en un régimen de tortura y desprecio por la condición humana, llevado a cabo por los guardas del centro, ¿realmente se puede pensar en un ínfimo provecho de la estancia de los menores en aquel lugar? Parece inverosímil, pero, efectivamente, los cuatro menores que habían entrado en el reformatorio como presuntos delincuentes, se convirtieron en víctimas de aquellos que ostentaban la autoridad y bajo los que quedaban sometidos. Hablamos desde la obligación de dejar desnudos sus cuerpos ante los vigilantes de seguridad, de ser obligados a comer comida del suelo, hasta sufrir golpes y tratos degradantes, y ser abusados sexualmente mediante el uso de la violencia y la coacción. Resulta imposible medir el daño provocado en la pureza de un menor, forzado a realizar actos que incluso desconocía, creando un recuerdo que difícilmente se desvanecerá; “aún conservo imágenes claras de los abusos sexuales que padecimos (...),  lo que más claramente recuerdo de aquella gélida noche de octubre es que era mi decimocuarto cumpleaños y el final de mi infancia”[4].

“La infancia es la época en la que los niños y niñas tienen que estar en la escuela y en los lugares de recreo, crecer fuertes y seguros de sí mismos y recibir el amor y el estímulo de sus familias y de una comunidad amplia de adultos. Es una época valiosa en la que los niños y las niñas deben vivir sin miedo, seguros frente a la violencia, protegidos contra los malos tratos y la explotación. Como tal, la infancia significa mucho más que el tiempo que transcurre entre el nacimiento y la edad adulta. Se refiere al estado y la condición de la vida de un niño, a la calidad de esos años”[5]. Conociendo al completo en qué consiste la infancia, ¿qué ocurre cuando esta etapa acaba antes de lo debido, cuando te la quitan de las manos? Ante este problema nos encontramos abordando la historia de Lorenzo, Michael, John y Tommy, que lejos de jugar, divertirse, reír como solo un niño de su edad lo puede hacer, arrastraron una pena mucho más alta de la que merecían: el robo de su inocencia, la expiración de su infancia. “Aunque de día parecieran muy duros, de noche muchos de los internos solían dormirse llorando en silencio; también había otro llanto, pero era diferente al causado por el miedo y la soledad, era ahogado y sordo, ese llanto puede cambiar el curso de una vida, una vez oído ese llanto no puede borrarse nunca de la memoria, aquella noche ese llanto era el de mi amigo John cuando Ralph Ferguson[6] le hizo una visita”[7].

Pero, además la situación que estamos tratando se ve agravada en numerosas ocasiones por la vergüenza de lo ocurrido o por el miedo de que se repita, lo que causa que las víctimas no se vean con fuerzas de sacar a la luz por lo que han pasado o simplemente consideren que contarlo no les llevaría a ningún lado. “No quiero que nadie lo sepa, ni el Padre Bobby, (…) ni mi madre”[8]. “O no se lo creerían o no les importaría una mierda”[9]. Aquí entra en juego, en gran parte, el entorno en el que habían crecido y en el que quise hacer hincapié al principio, lo que, en cierto modo, justifica o aporta razones para su opinión de mantener el secreto. Recordemos que vivían en una sociedad donde las madres se mordían la lengua mientras se levantaban entre lágrimas por la brutal paliza que les atestaban sus maridos. Ambiente que desincentiva la confianza de los niños en la misma sociedad y refuerza la convicción de que compartir lo sucedido no es una buena idea. “No tenemos más opción que vivir con esto y hablarlo lo hace más insoportable”[10].

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