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Biopolíticas de la sutiliza animal: mujeres que matan


Enviado por   •  26 de Junio de 2024  •  Apuntes  •  2.863 Palabras (12 Páginas)  •  49 Visitas

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Biopolíticas de la sutiliza animal: mujeres que matan

BIANCHI, Paula Daniela/UBA Filosofía y Letras Instituto Interdisciplinario de Género – azuldragronk@hotmail.com 

Eje: Biopolítica y animalidad     Tipo de trabajo: ponencia

  • Palabras claves: mujeres que matan, animalidad, biopolíticas, literatura latinoamericana
  • Resumen

Cuerpos sutilmente animalizados o en los umbrales de la animalidad que oscila entre la vida y un borde abismal que no define un lugar, un tiempo, un límite. Cuerpos de mujeres protagonistas que por diferentes razones, matan. No son asesinas sino mujeres que matan por necesidad, por deseos de venganza, para defenderse, para sobrevivir a las crueldades y perversiones de ciertos varones.

En este sentido, los cuatro textos ficcionales propuestos y contemporáneos plantean cómo una mujer que mata en situación de fragilidad “burla”, o no, al sistema penal y enfrenta a la connivencia policial.

Para ello propongo analizar cuatro escenas de las novelas Le viste la cara a Dios (2012) de la argentina Gabriela Cabezón Cámara, La muerte me da (2008) de la mexicana Cristina Rivera Garza y Carne de Perra de la chilena Fátima Sime (2009). De este modo, las escenas ficcionales de mujeres que matan ponen el cuerpo surcado por las violencias frente a cuerpos para exterminarlos como las aniquilaron a ellas. Es allí donde surgen dos preguntas esenciales: ¿se puede escapar de la “ley”? Hacer justicia por mano propia salva unos cuerpos, aniquila otros, fuera de la ley, entonces, ¿se obtiene justicia o la animalización sutil de ser víctima y victimaria de otras presas es irreversible?

  • Presentación
  • Cuerpos sutilmente animalizados o en los umbrales de la animalidad que oscila entre la vida y un borde abismal que no define un lugar, un tiempo, un límite. Cuerpos de mujeres protagonistas que por diferentes razones, matan. No son asesinas sino mujeres que matan por necesidad, por deseos de venganza, para defenderse, para sobrevivir a las crueldades y perversiones de ciertos varones.
  • En este sentido, los cuatro textos ficcionales propuestos y contemporáneos plantean cómo una mujer que mata en situación de fragilidad “burla”, o no, al sistema penal y enfrenta a la connivencia policial.
  • Para ello propongo analizar cuatro escenas de las novelas Le viste la cara a Dios (2012) de la argentina Gabriela Cabezón Cámara, La muerte me da (2008) de la mexicana Cristina Rivera Garza y Carne de Perra de la chilena Fátima Sime (2009). De este modo, las escenas ficcionales de mujeres que matan ponen el cuerpo surcado por las violencias frente a cuerpos para exterminarlos como las aniquilaron a ellas. Es allí donde surgen dos preguntas esenciales: ¿se puede escapar de la “ley”? Hacer justicia por mano propia salva unos cuerpos, aniquila otros, fuera de la ley, entonces, ¿se obtiene justicia o la animalización sutil de ser víctima y victimaria de otras presas es irreversible?
  • Los tres personajes actúan en contextos diferentes de vulnerabilidades; representan femicidios o asesinatos de lo político, también un itinerario político, una errancia que marca cómo dentro del capitalismo salvaje y filoso “gore” a veces deben matar porque no existe la justicia, o el derecho punitivista va en detrimento de ciertos sujetos en lugar de otros. Estas mujeres son insubordinadas porque revierten el orden de la animalidad que las devora para devorar a esos que las torturaron de diversas maneras.
  • Un ejemplo es el de las mujeres que matan en condiciones de desprotección jurídica como en Le viste la cara a Dios (situación de trata) y el de la mujer que mata en la novela La muerte me da (que lo hace para vengar los femicidios mexicanos y del mundo) en relación con la espectacularización de esas matanzas. Otro caso es el la novela Carne de perra que mata cuando años después de la dictadura cívico militar chilena logra tomar distancia y terminar con la vida del militar que la “chupó” y la transformó en una perra. Ellas matan cuando el derecho las excluye como sujetos de derecho y cuando deben operar en contra de la verticalización del poder punitivo.
  • El delito permite delimitar modelos de subjetividad; diferentes clases de justicia como la estatal o la que va por fuera del Estado y, finalmente, modos de construcción de la verdad en la literatura. ¿Qué ocurre cuando una mujer mata en situaciones de precariedad? ¿Qué hay de verdad en el discurso jurídico? Si estamos en un momento de promulgación de más leyes, de sanciones punitivas más fuertes (perpetua para femicidios), con políticas públicas que visibilizan la trata y violaciones por medios sexuales, con medios que espectacularizan la muerte y enseñan cómo descuartizar o violar un cuerpo, ¿el Estado y el sistema judicial es lo único que nos queda? ¿que exista más punitivismo es una respuesta? Recordemos que las leyes y el estado fueron constituidos por los varones. Entonces, las leyes no siempre impactan en la vida real (o ficcional) y se pierde de lado lo vincular (caso de higui).
  • De Le viste la cara a Dios me detengo en Beya, la protagonista, y en la importancia de la espectacularización en la representación de la venganza y de las muertes cometidas en ¿legítima defensa? A partir de esta cita en la nouvelle se condensa el mandato de escapar o morir por parte de Beya:
  • Serás Houdini o Kill Bill o sino no serás nada, porque el degüello se viene poco más tarde o temprano cuando no le des más guita, pero lo que importa ahora, y lo digo por tu bien, es que te siguen queriendo por tus kilos vivos de carne suave y latiente, y ahí te podés parar para irte de este matadero infecto (Cabezón Cámara, 2012: 21). 
  • Beya, aunque siempre permanezca en estado de fragilidad, logra atravesar su condición de víctima sacrificial, alcanzando su objetivo y, en algún punto, desequilibrando la asimetría del horrorismo (Cavarero) pasando a ser una sobreviviente.
  • La venganza diseña un entramado de lecturas múltiples respecto de la cita que acopia una confusión deliberadamente política, que deviene en vírgenes, magos, films, próceres y mataderos. De este modo, El Santo de la espada, San Jorge, la virgen de Luján, Houdini y la Novia se constituyen en los personajes bizarros que a través de un lenguaje “barroso feminista” (Domínguez, 2013b) conspiran con Beya en la producción de la milagrosa fuga.
  • La escenificación de la reina SM es interesante porque en ella se produce una metamorfosis: de ser carne de res inerme, Beya pasa a ser una “medio transformer” (22) que activa una “relación politizable, siempre móvil, incierta” (Giorgi, 2014). Es decir, fluctúa entre sobrevivir o morir. Por eso, el “medio transformer” encarna, por un lado, la máquina establecida en la figura del cyborg aunque defectuoso, en partes, inacabado, pero proponiendo un nuevo orden; y, por el otro, una línea fronteriza en ocasiones confusa: “la línea que hay entre actuar y hacerse parte es finita, ambigua [y] jodida” (CC, 2012: 28), una línea que la hace oscilar entre actuar y volverse parte de la escena, en una zombie (31) en una “casi cadáver” (14) que se desliza entre la lucidez y el sueño de las drogas. Es decir, en ese umbral que la deja en la sutileza animal.
  • Pero Beya ¿logra escapar al burlar al estado? Dado que los delitos criminales imputados a las mujeres tradicionalmente son asociados con delitos que se cometen en la esfera privada, y considerados de índole pasional, el sistema (ideado dentro de sistemas patriarcales) no está preparado para establecer inequívocamente figuras penales en casos de mujeres en situación de trata, de violaciones u otras violencias extremas (Higui). Se puede inferir, que el sistema jurídico regula a los hombres, ya que se encuentran en la esfera de lo público (y en relación con las prácticas productivas), mientras que las mujeres son controladas por el sistema patriarcal (o por padres, esposos, médicos) y que cuando deben ser juzgadas lo son en términos de un derecho pensado para varones, con una terminología masculina y que no contempla la violencia machista. Esto es, en la actualidad las mujeres somos condenadas por un sistema de justicia que guarda este sesgo selectivo y que nos deja en una grave desigualdad jurídica penal. (Zaffaroni, 1992).  Es decir, que “la especificación genérica de los derechos refuerza la regulación de las mujeres a través de las normas regulativas del discurso, (Malena Costa, 2010). Por ello, Beya escapa y no acude a la justicia, porque en un juicio se podría poner en duda la figura de la legítima defensa en contraposición con la de homicidio múltiple con premeditación y alevosía. Aunque la defensa podría alegar atenuantes o invocar la privación transitoria o permanente de la razón, el derecho no garantiza qué maneras y prácticas legitimarían las acciones de Beya en este caso.
  • Existe un desvío paradojal, de comparecer ante la justicia, Beya habría pasado de ser acusadora a acusada: “No iba a ser consuelo explicárselo a un jurado” (Cabezón Cámara, 2012: 62).
  • Derrida utiliza el concepto de lo sacrificial viviente en relación con el soberano, un sujeto varón, que puede devorar a otro; a esto es lo que él denomina la virilidad carnívora para traducirlo en la constitución política del soberano. Entonces, la virilidad carnívora habilita el permiso de sacrificar a lxs otrxs sacrificables –animales u otros seres vivientes-. Es por ello que Beya No obstante, ella encuentra en su historia vías de escape y de intensidades que le permiten no ser tragada del todo.
  • En el caso de Carne de perra la protagonista está todo el tiempo en relación de apropiación militar, sometida sexualmente y vinculada con la comida. Sin embargo al final de la novela logra transformarse en soberana. De este modo, la indeterminación se inscribe en un espacio de umbral, mientras se conjuga con la sutileza animal. Propongo los términos sutileza e indeterminación en esta narrativa porque el personaje no es animalizado de la manera clásica ni se encuentra en un limbo, sino que la animalidad es parte constitutiva de esta figura (la animalidad viviente como los instintos, lo pasional, lo corporal) como también otros rasgos de lo humano, y justamente, en esos tenues intersticios es cuando queda atrapada en la espacialidad no determinada, en esa zona de excepción donde bíos y zoé[1] se conjugan. En esta dirección, Gabriel Giorgi en su trabajo Formas comunes (2014) afirma que en ciertos momentos algunos rasgos de la animalidad son una “captura de fuerzas” (33), donde lo animal “parece exceder y eludir toda figuración estable” (33), que resiste a ser clasificado en formas determinadas pero siempre en vinculación con lo viviente refractando una imaginación biopolítica de los cuerpos. También, argumenta que el animal pierde sus contornos y se vuelve un cuerpo no figurativo, y es ese delineo animal el que yo denomino como la “animalidad política sutil”. La protagonista nunca es representada en la trama como un animal o animalizada[2] pero sí es descripta como portadora, por instantes, de una domesticidad de “forma[s] reconocible[s], (…) en un umbral de indistinción, [como] un cuerpo de contornos difusos” (Giorgi: 33): “yo soy doméstica como las perras y las gatas” (Sime 80) asevera.
  • Ella funciona como una humanimal: “esa condición de perra, puta, maldita, asesina, colaboradora ha estado siempre dentro de mí?” (Sime) Sola cree en la abyección que el militar le hizo creer que habita y la conforma. Se siente un trozo de carne, una res como Beya. Y como la asesina de La muerte me da que también mata y se queda con los penes para tirárselos a los perros y para que los varones sientan miedo de eso.
  • En La muerte me da la asesina si es que es mujer porque nunca se descubre se presenta una dualidad sacrificial porque se mata a varones que serían víctimas sagradas pero que al ser asesinadas son sacrificadas. Es el logos o el carnofalogocentrismo el que selecciona a las víctimas que justamente manejan la traductibilidad de la lengua.
  • Por lo tanto, estas mujeres devienen en tecnocuerpos asesinos o en medio cyborg animalizados listas para recobrar la venganza donde evalúan a pesar de su horrorismo quiénes deben vivir o morir para dejar de ser víctimas[3].

Bibliografía

Alliaud, A. (2006). “Experiencia,  narración y formación docente”, en Revista Educación y realidad, ISSN: 0100-3143. Brasil.

Diker, G., Terigi, F. (1997). La formación de maestros y profesores: hoja de ruta.  Buenos Aires, Paidós.

Meirieu,  P. (1995).  La pédagogie entre le dire et le faire. París, Esf.

Poggi, M. (2008). “De problemas a temas en la agenda de políticas educativas”. En Tenti Fanfani, E. (compilador),  Nuevos temas en la agenda de política educativa. Buenos Aires, Siglo XXI.

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