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Amor Al Arte


Enviado por   •  21 de Febrero de 2012  •  1.899 Palabras (8 Páginas)  •  639 Visitas

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Por eso, dicha historia es iconográfica, inseparable del himno y del estandarte, referencias todas religiosas. Nos ofrece un repertorio de situaciones y de catástrofes, una galería de antepasados, un formulario de actuaciones, expresiones, actitudes para ayudarnos a ser y a devenir. cNo nos La colaboración con el invasor nazi, el antisemitismo, la guerra de Argelia son otros ejemplos de amnesia consciente o inconsciente en Francia.

Cada nación está en la misma situación. Acaba de renunciar un ministro japonés después del escándalo internacional que había provocado, al negar las matanzas perpretadas por el ejército imperial, cuando la toma de Nankin, en 1937. Para muchos japoneses se trata de una cinvención d de los chinos, de una cmentira d para ensuciar la imagen de Japón.

Esas reacciones señalan el miedo de saber, el rechazo de toda tentativa para cdesencantar d la historia nacional. Todo eso es normal. Lo que cuesta trabajo aceptar es la relación que tiene con nuestra profesión.

Nuestra disciplina está sometida a una constante revisión, a una ampliación de los campos y de los métodos y, sin embargo, en todos los países que conozco, programas escolares y 34 V UELTA 219 LA HISTORIA COMO IDENTIDAD NACIONAL libros de texto persisten en su ser, cruelmente nacionalista y mentiroso. La historia que se ensena a las masas, fuera del aula de primaria, no es menos engañosa y bruta. ¿Por qué escapan al proceso de corrección, revisión, extensión que caracteriza a la historiografía?

El mismo hombre, sabio en su gabinete, cuando compone los libros de texto, cuando escribe para el gran público o para la televisión, olvida su profesionalismo y acentúa el desarrollo, el orgullo nacional, las glorias de la revolución y del imperio, la grandeza de los héroes del pasado. No tiene la disculpa de los hombres del siglo XIX, convencidos de hacer obra pía al escribir su chistoria de bronce d. Hace fraude conscientemente, engaña intencionalmente, acepta el desdoblamiento depersonalidad.

Es cierto, la institución pedagógica es enorme, poca gente tiene ganas de cambiar las cosas, pero, además, existe la convicción sincera de que la historia debe enseñar cierto número de chechos esenciales d, considerados como el marco de la historia. Tales hechos esenciales son políticos, ya que la definición tradicional, institucional de la historia se da en términos de acontecimientos y que su explicación es siempre de naturaleza política, aunque a veces se disfrace de militar, económica o intelectual. Entre los mejores, existe la idea cínica de que no importa, que todo lo defectuoso se corregirá, se complementará en la universidad y que, mientras, es indispensable que los niños se entusiasmen con esos cuentos de hadas.

Queda claro que para ellos la historia tiene un marco y que éste es de tipo político. Porque está ligada a la identidad nacional (o a cualquier clínea general d política o religiosa). Eso cierra el paso a todos los otros tipos de historia, precisamente los desarrollados por la nueva historia, que cometió un solo error: despreciar y abandonar a la historia política ( chistoire évenementielle d, "histoire-batailles d).

Por esas varias razones, la educación de las masas, la formación de su opinión escapa a la influencia del debate universitario, de la crítica intelectual, hasta en las sociedades más democráticas. Por eso la historia para las masas no reconoce más que un conjunto reducido de estereotipos, de personalidades, y ¿pobre del valiente que se atreva a suprimir un solo estereotipo, un solo héroe! Quieren que la masa se identifique con personajes maravillosos del pasado, hombres, mujeres, niños héroes, muertos (hay que huir de la historia demasiado contemporánea) pero siempre vivos.

iLenin vive, Lenin vivirá siempre! Eso está hecho para tranquilizar, para asegurar la legitimidad y la fuerza de la sociedad nacional. A esa historia política se le puede integrar una buena dosis de cvida cotidiana d para hacerla más viva, más cveraz d para los alumnos, los lectores, los televidentes.

Sigue siendo política, nacionalista, engreída, antihistórica. No sin sorpresa, me doy cuenta de que el investigador universitario libre, trabajando en instituciones libres de países libres, redacta libros que se parecen mucho a los del historiador de países totalitarios, cuando se trata de patriotismo, orgullo nacional, hasta, a veces, de superioridad racial o religiosa.1 8 Así, los historiadores le damos la razón a Pierre Nicole, el jansenista: cTenemos la convicción de que todo historiador es un mentiroso, de manera involuntaria si es sincero, como embustero, si no lo es. Pero como ni el uno ni el otro me advierte de su perversión, me es imposible evitar el engaño d.

2. La verdadera responsabilidad social. El historiador profesional puede luchar sinceramente para mejorar los libros de texto.

Franceses y alemanes lo han hecho sobre un punto muy concreto: suprimir todo chovinismo, toda xenofobia, no darles ningún pretexto en la enseñanza de la historia. Después de la primera guerra mundial, Jules Isaac, director de la famosa colección de manuales Malet-Isaac, trabajó en una comisión binacional. Aquella resucitó después de la segunda guerra mundial y cada verano, durante más de 20 años, historiadores alemanes y franceses limpiaron escrupulosamente los libros de texto.1 9 Es mucho más difícil leer la historia nacional con el mismo ojo clínico.

No es una casualidad que un joven historiador norteamericano, Robert A. Paxton, haya sido el primero en plantear el problema del régimen de Vichy y de los franceses colaboracionistas (1940-1944). Abrió una brecha por la cual se colaron, después, muchos historiadores franceses.

Pero, la primera reacción del gremio universitario, en 1973, fue indignarse contra el extranjero atrevido que se metía en la cocina y en la alcoba nacional, cuando, supuestamente, por su condición de extranjero, no podía entender nada de la historia de Francia.

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