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Cuaitva


Enviado por   •  19 de Julio de 2015  •  Síntesis  •  616 Palabras (3 Páginas)  •  160 Visitas

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La Cautiva

Estevan Echeverría

PRIMERA PARTE: EL DESIERTO

Ils vont. L´espace est grand.

Hugo

En todo clima el corazón de la mujer es tierra fértil en afectos

Generosos; ellas, en cualquier circunstancia de la vida, saben

Como la samaritana, prodigar el óleo y el vino.

Byron

Era la tarde, y la hora

en que el sol la cresta dora

de los Andes. El desierto

inconmensurable, abierto

y misterioso a sus pies

se extiende, triste el semblante,

solitario y taciturno

como el mar cuando un instante

el crepúsculo nocturno,

pone rienda a su altivez.

Gira en vano, reconcentra

su inmensidad, y no encuentra

la vista, en su vivo anhelo,

do fijar su fugaz vuelo,

como el pájaro en el mar.

Doquier campos y heredades

del ave y bruto guaridas;

doquier cielo y soledades

de Dios sólo conocidas,

que Él sólo puede sondar.

A veces la tribu errante

sobre el potro rozagante,

cuyas crines altaneras

flotan al viento ligeras,

lo cruza cual torbellino,

y pasa; o su toldería

sobre la grama frondosa

asienta, esperando el día

duerme, tranquila reposa,

sigue veloz su camino.

¡Cuántas, cuántas maravillas,

sublimes y a par sencillas,

sembró la fecunda mano

de Dios allí! ¡Cuánto arcano

que no es dando al mundo ver!

La humilde hierba, el insecto.

La aura aromática y pura;

el silencio, el triste aspecto

de la grandiosa llanura,

el pálido anochecer.

Las armonías del viento

dicen más al pensamiento

de todo cuanto a porfía

la vana filosofía

pretende altiva enseñar.

¿Qué pincel podrá pintarlas

sin deslucir su belleza?

¿Qué lengua humana alabarlas?

Sólo el genio su grandeza

puede sentir y admirar.

Ya el sol su nítida frente

reclinaba en occidente,

derramando por la esfera

de su rubia cabellera

el desmayado fulgor.

Sereno y diáfano el cielo,

sobre la gala verdosa

de la llanura, azul velo

esparcía, misteriosa

sombra dando a su color.

El aura moviendo apenas

sus olas de aroma llenas,

entre la hierba bullía

del campo que parecía

como un piélago ondear.

Y la tierra, contemplando

del astro rey la partida,

callaba, manifestando,

como en una despedida,

en su semblante pesar.

Sólo a ratos, altanero

relinchaba un bruto fiero

aquí o allá, en la campaña;

bramaba un toro de saña,

rugía un tigre feroz;

o las nubes contemplando,

como extático y gozoso,

el yajá, de cuando en cuando,

turbaba el mundo reposo

con su fatídica voz.

Se puso el sol; parecía

que

...

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