El Canto De La Campana
Enviado por davidchnosm • 24 de Noviembre de 2013 • 2.671 Palabras (11 Páginas) • 267 Visitas
El canto de la campana - Friedrich Schiller
Firmemente fijado en la tierra, tapiado con obra de ladrillo,
Se alza el molde, de arcilla cocida.
Hoy nacerá la campana.
Mozos de la [fundición], ¡rápido, manos a la obra!.
El sudor ardiente
Deberá correr por la frente
Si la obra debe alabar al maestro
Pero sólo el cielo podrá bendecirla.
La tarea que vamos a acometer
Bien merece unas serias palabras.
Si le acompañan buenas palabras
El trabajo se hará con más brío.
Contemplemos ahora con diligencia
Lo que nuestras débiles fuerzas van a crear:
Hay que despreciar al mal hombre
Que nunca ha reflexionado sobre lo que hace,
Porque lo que adorna al hombre
Aquello por lo que se le dio la razón
Es el poder sentir en lo profundo de su corazón
Lo que hace y crea con sus manos.
Coged leños hechos con el tronco de una pícea,
Y procurad que sean bien secos
Para que la llama, comprimida,
Penetre en la tobera.
Cuando el cobre hierva, ya fundido,
Añadid, raudos, el estaño
A fin de que el denso caldo
Fluya como lo requiere la colada.
Lo que construyan nuestras manos
Con la ayuda del fuego, en el profundo foso de colada,
En su estancia en lo alto del campario
Dará sonora fe de nosotros.
Y todavía perdurará en días lejanos, por venir,
Llegando al oído de muchos hombres,
Afligiéndose con el afligido y
Uniéndose al coro de los oficios divinos.
Lo que aquí abajo el voluble destino
Depare al hombre
Resonará en la corona de bronce,
Quien lo propagará para edificación de todos.
Veo saltar burbujas blancas,
¡Bien! Las masas de metal ya están fundidas.
Mezclad ahora con ellas las sales de potasa,
Que así se acelerará la colada.
Y de espuma
Tiene que estar limpia la aleación,
Para que, siendo puro el metal,
La voz de la campana resuene clara y plena.
Porque es con sonido festivo y alegre
Que ella saluda al recién nacido querido
En los primeros pasos de su vida
Que realiza en brazos del sueño.
En el seno del tiempo, duermen todavía
Sus destinos, los acíagos y los resplandecientes,
Mientras los tiernos cuidados del amor de su madre
Velan su mañana dorada. –
Los años pasan volando, rápidos como flechas.
El chico se separa orgullosamente de la niña
Para precipitarse, impetuosamente, en la vida
Y varear el mundo con su bastón de caminante
Regresa, hecho un extraño, a su hogar,
Para descubrir ante sí,
Como una criatura celestial, la niña, convertida en joven doncella,
Maravillosa, en el esplendor de su juventud,
Con mejillas ruborizadas y recatadas.
Embarga entonces un anhelo desconocido
El corazón del muchacho, vaga solo,
De sus ojos brotan lágrimas y
Rehúye las filas revoltosas de sus hermanos.
Ruborizándose sigue los pasos de la chica,
Se siente feliz cuando ella le saluda.
Busca lo más hermoso que los campos pueden ofrecerle
Para adornar con ello su amor.
¡Oh! Tierno anhelo, dulce esperanza,
la época dorada del primer amor,
Cuando el ojo ve ante sí abierto el cielo
Y el corazón desborda de felicidad.
¡Oh! ¡Ojalá pudiera verdear siempre
Esa bella época del amor joven!
¡Los tubos de ventilación ya se vuelven de color tostado!
Sumergiré esta vara de hierro,
Y si sale recubierta de una capa vidriosa,
Es que habrá llegado el momento de hacer la colada.
¡Ahora!, mozos, ¡Al tanto!
Comprobadme la aleación,
Mirad si lo duro con lo dúctil
Se ha unido, en buena señal.
Pues, donde el rigor con la ternura,
Y lo fuerte con lo débil se hayan unido,
Ahí habrá un buen sonido.
Por ello, el que vaya a atarse para siempre,
¡Que pruebe, antes, si el corazón se aviene al corazón!
La pasión es corta, el arrepentimiento, largo.
La guirnalda virginal juguetea
Con gracia en los rizos de la novia,
Cuando las campanas de la iglesia,
Con claro sonido, llaman invitando al esplendor de la fiesta.
¡Ah! La más hermosa fiesta en la vida de cada uno
También es la que pone fin a la primavera de nuestras vidas.
Con el cinturón, con el velo,
También se rasga la bella ilusión.
¡La pasión huye,
El amor debe permanecer!
Cuando la flor se marchita,
Le llega al fruto el momento de crecer.
Al hombre le corresponde salir
A la vida hostil:
Debe obrar y luchar
Y plantar y producir,
Servirse de ardides y quitar por la fuerza
Debe osar y apostar
Si quiere conquistar la felicidad.
Entonces fluye una abundancia infinita,
El granero se llena con preciosos bienes,
Crecen las estancias, se ensancha la casa,
Y en ella reina
La recatada ama de casa,
La madre de los hijos,
Y gobierna sabiamente
La casa y a los que en ella moran,
Instruye a las hijas,
Y refrena a los chicos.
No dejan de moverse ni un momento
Sus manos laboriosas.
Y con su ordenada mente
Va multiplicando las ganancias.
Y llena de tesoros las arcas fragantes
Y enrolla el hilo alrededor del ronroneante huso,
Y en el ropero de pulcro acabado va atesorando
La lana reluciente, el lino inmaculadamente blanco,
Y da a lo bueno, brillo y esplendor,
Y nunca descansa.
Y el padre, con mirada satisfecha,
Desde la estancia más alta de la casa
Cuenta y recuenta su suerte floreciente,
Contempla los postes de madera de sus cercas, irguiéndose derechos,
Y los llenos recintos de sus pajares y heniles,
Y los graneros, doblándose bajo el peso de la bendición de los campos
Y las suaves olas de los trigales,
Y dice, con palabras llenas de alarde:
„¡Firme como la tierra,
Resistente a la desdicha,
Se alza la magnificencia de mi casa!“
Pero con las fuerzas del destino
No puede alcanzarse un pacto eterno
Y
...