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Living together

1) Sexualidad sana

Mucho podremos hablar de una sexualidad sana, pero sin una buena y permanente educación sexual integral, solo pondremos parches fríos sobre un tema tan candente.

Posiblemente, la sexualidad humana es uno de los temas que más interés y desconcierto despierta. La mayoría de las posturas se ubican en los extremos y pasan por alto las variaciones de los grises. O es libertinaje o es represión.

Tratando de buscar un equilibrio entre todas las voces, la Organización Mundial de la Salud (OMS) define la sexualidad como “un aspecto central del ser humano, presente a lo largo de toda su vida. Abarca el sexo, las identidades y los papeles de género, el erotismo, el placer, la intimidad, la reproducción y la orientación sexual. Se vivencia y se expresa a través de pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, conductas, prácticas, papeles y relaciones interpersonales. La sexualidad puede incluir todas estas dimensiones, no obstante, no todas ellas se vivencian o se expresan siempre. La sexualidad está influida por la interacción de factores biológicos, psicológicos, sociales, económicos, políticos, culturales, éticos, legales, históricos, religiosos y espirituales".

Queda claro que hablar de sexualidad no es lo mismo que hablar solo de sexo. La sexualidad comprende y define el sexo y, por lo tanto, la genitalidad.

Mientras el sexo se limita, fundamentalmente, a los órganos genitales y a las zonas erógenas del cuerpo, tiene un carácter más fisiológico y químico, es una respuesta instintiva y tiende a la repetición, la sexualidad contiene el abanico de todas las conductas humanas, ya sean psicológicas, sociales, económicas, políticas, culturales, éticas, legales, históricas, religiosas y espirituales.

Aquellos que igualan la sexualidad con el sexo pretenden solo convertirla en una mercadería de compra y venta en esta sociedad del espectáculo. Cuando hablo de sexualidad sana, no la estoy minimizando al debate bizantino “preservativo sí, preservativo no”.

La OMS reconoce una serie de derechos de la sexualidad humana que, si son respetados, asumidos y practicados por todos, permitirán convivir en sociedades más sanas sexualmente. Es esencial tener en cuenta que el respeto, en este caso, implica la adaptación a la realidad sociocultural y al imaginario de la comunidad donde van a ponerse en práctica.

• El derecho a la libertad sexual.

• El derecho a la autonomía, la integridad y la seguridad sexuales del cuerpo.

• El derecho a la privacidad sexual.

• El derecho a la equidad sexual.

• El derecho al placer sexual.

• El derecho a la expresión sexual emocional.

• El derecho a la libre asociación sexual.

• El derecho a la toma de decisiones reproductivas, libres y responsables.

• El derecho a la información basada en el conocimiento científico.

• El derecho a la educación sexual integral.

• El derecho a la atención de la salud sexual.

“No debemos avergonzarnos de hablar de algo que Dios no tuvo vergüenza en crear” (San Agustín).

Conviene aquí recordar los objetivos de la Ley 26.150 (Programa Nacional de Educación Sexual Integral):

• Incorporar la educación sexual integral dentro de las propuestas educativas orientadas a la formación armónica equilibrada y permanente de las personas.

• Asegurar la transmisión de conocimientos pertinentes, precisos y confiables y actualizados sobre los distintos aspectos involucrados en la educación sexual integral.

• Promover actitudes responsables ante la sexualidad.

• Prevenir los problemas relacionados con la salud en general y la salud sexual y reproductiva en particular.

• Procurar igualdad de trato y oportunidades para mujeres y varones.

Cabría preguntarnos y preguntar a quien corresponda si se está cumpliendo con este programa. Mi experiencia como tallerista sobre este tema es que, en la mayoría de las escuelas de nuestro país, tanto públicas como privadas, los proyectos de ESI han quedado muy guardados en el cajón del escritorio de los directivos y los asesores psicopedagógicos.

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