El cerro Cuahuatl es nieto del Popocaté-petl e Iztaccíhuatl

El cerro Cuahuatl es nieto del Popocaté-petl e Iztaccíhuatl.

Cuando el Popocatépetl e Iztaccíhuatl se casaron, tuvieron como hijos a el Pico de Orizaba, La Malinche, el Cofre de Perote, el cerro del Ajusco y Xinantécatl o Nevado de Toluca. Estos a su vez tam¬bién se casaron y tuvieron sus hijos, que son los cerros que los rodean. El cerro del Ajusco se casó con Xinantécatl o Nevado de Toluca y durante siglos vi¬vieron al lado de sus padres. Como es natural, la familia crecía y crecía, pro¬duciendo dificultades por tantos hijos y nietos. Un día el hambre acosó a las fa¬milias y entonces Xinantécatl dijo a su esposo, el cerro del Ajusco: ¡Vamonos hacia occidente para que nuestros hijos no perezcan de hambre! El cerro del Ajusco repuso, estoy muy cansado, las piernas me tiemblan, mejor me quedo aquí con mis hijos mayores (Citlaltépetl), además seré protector de un pueblo que florecerá delante de mí hacia el norte y miraré para siempre a mis padres.

Xinantécatl comprendió a su esposo, tomó a sus cinco pequeños hijos y par¬tió hacia occidente, conforme fueron to¬mando razón los fue dejando para siempre: Cerro Picacho, Cuahuatontli, Quimichtépetl (cerro de Las Ratas), Tliltitépetl (Cerro Negro) y el más chi¬quito el Cuahultépetl, al cual por la ve¬jez ya no pudo seguir cargando y le dijo: Querido Cuahuatl te quedarás en este lugar sagrado, así lo disponen los dio¬ses, porque a tu lado, hacia el norte, flo¬recerá un pueblo importante al que deberás proteger del viento y tempesta¬des, les proporcionarás agua y regarás sus campos para que tengan qué comer. Yo seguiré mi camino hacia occidente hasta llegar a aquella colina que miras, donde permaneceré eternamente mirán¬dote a ti y tus hermanos, porque a tu pa¬dre y abuelos jamás los podremos ver... Y allí está Xinantécatl viendo al Cua¬huatl y demás hermanos.

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