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Juan Y Gloria Y Adrina Y Jesu


Enviado por   •  21 de Julio de 2013  •  2.212 Palabras (9 Páginas)  •  316 Visitas

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Juan Rulfo (1918-86): El llano en llamas (1953)

Nos han dado la tierraº

Un narrador en primera persona narra en presente el camino por el llano que está recorriendo junto con tres compañeros. Bajo un calor sofocante, se mueven hacia la tierra que el gobierno les ha dado. El trayecto es tan agotador que ni les da para hablar. En un flashback, el narrador recuerda cómo un funcionario del gobierno les anunció que fueran a trabajar al Llano Grande. Para ellos es una gran decepción porque la tierra es tan seca y árida que resulta inútil sembrar algo.

“Así nos han dado esta tierra. Y en este comal acalorado quieren que sembremos semillas de algo, para ver si algo retoña y se levanta. Pero nada se levantará aquí. (...) este terreno endurecido, donde nada se mueve y por donde uno camina como reculando.” (p. 40)"

La Cuesta de las Comadresº

Un personaje que habla en primera persona, sin presentarse, describe la situación de su pueblo. Todos los habitantes lo dejaron porque dos caziques, los hermanos Torrico, se habían apoderado de todo el terreno. El protagonista se considera amigo de los hermanos y hasta, un día, colaboró con ellos en el asalto de un arriero. Cuando Remigio Torrico llega y acusa al protagonista de haber matado a su hermano, éste acaba con él con una aguja de arria. Le revela al cadáver que él no había matado a su hermano sino que fueron los Alcaraces.

Es que somos muy pobresº

Un niño recuerda la catastrófe que vivió su familia. Una tormenta de verano arrasó la aldea y el agua se llevó también la vaca de su hermana Tacha. Este animal era toda la esperanza de la niña porque el padre se la había comprado como ajuar, para que no acabara prostituyéndose como sus hermanas mayores.

“Y Tacha llora al sentir que su vaca no volverá porque se la ha matado el río. (...) El sabor a podrido que viene de allá salpica la cara mojada de Tacha y los dos pechitos de ella se mueven de arriba abajo, sin parar, como si de repente comenzaran a hincharse para empezar a trabajar por su perdición.” (p. 56)

El hombre

Un hombre huye por el bosque. Va dejando sus huellas, por lo que resulta fácil perseguirlo. Perseguidor y perseguido mantienen monólogos entrelazados, que nos revelan paulatinamente que el hombre mató a la familia de su perseguidor porque éste había matado a su hermano. Le torturan remordimientos por haber acabado con toda la familia, pero la oscuridad impidió que pudiera reconocer al enemigo, así que mató a todos.

En la última parte del cuento un pastor de ovejas declara ante el juez que encontró al fugitivo, primero vivo, después muerto. Le acusan de encubridor pero él asegura que no sabía quién era aquel hombre angustiado. “Soy borregero y no sé de otras cosas.” (p. 65)

En la madrugada

El viejo Esteban, vaquero, trabaja en la hacienda de don Justo Brambila que mantiene relaciones incestuosas con su sobrina adolescente. En una madrugada, Esteban golpea a un becerro para separarlo de la madre. Don Justo, al contemplar el suceso, le propina una fuerte paliza de la que resulta malherido. El mismo día don Justo aparece muerto, y se sospecha que Esteban fue el asesino. Éste, sin embargo, no se acuerda.

“Que dizque yo lo maté. Bien pudo ser. Pero también pudo ser que él se haya muerto de coraje. Tenía muy mal genio.” (p. 70)

Talpaº

El hermano del enfermo Tanilo cuenta (en primera persona) cómo Natalia, su cuñada y él mataron a Tanilo empujándolo a emprender la larga peregrinación a Talpa. Pero después de haber conseguido su meta los adúlteros no vuelven a hablarse por el gran peso del pecado.

“Porque la cosa es que a Tanilo Santos entre Natalia y yo lo matamos. Lo llevamos a Talpa para que se muriera. Y se murió.” (p. 73)

Macarioº

Macario — un idiota — mantiene a lo largo del cuento un monólogo para calmar su miedo. Está sentado en una alcantarilla esperando que salgan las ranas para matarlas y comérselas para que no despierten a su madrina. En su monólogo algo caótico el huérfano discapacitado evoca su situación de marginado en el pueblo (le agreden con piedras), sus temores de ir al infierno después de morir, su hambre insaciable y sus ganas inocentes de chupar los senos de la criada Felipa, que es su único refugio.

El llano en llamas

Se narran las peripecias de unos revolucionarios que roban y saquean para poder enfrentarse después a los federales. Casi todos los revolucionarios son abajeños, pero poco a poco se fueron sumando los indios güeros de Zocoalco y los de Mazamitla. Tras el asalto y descarrilamiento de un tren, las cosas empiezan a ir peor para los revolucionarios. Los detienen y los cuelgan cabeza abajo. Hasta sus gentes los tienen ahora por enemigos. Los que pueden se dispersan. Una mujer espera la salida de la cárcel de uno de ellos: había tenido un hijo suyo cuando, después de matar a su padre, la raptó de su hacienda.

Diles que no me maten

Juvencio Nava mató a su compadre don Lupe Torreros por haberle negado pasto para sus animales. Juvencio es encarcelado. Soborna al Juez. Sale de la cárcel y pasa 35 años como fugitivo, terminando por establecerse en otro terreno. A los 60 años dan con él. El coronel que manda fusilarlo es hijo de don Lupe.

El cuento mezcla diálogos entre hijo y padre, inserciones de un narrador en tercera persona y monólogos del viejo Juvencio.

Luvinaº

En un pseudo-diálogo que se revela monólogo, un personaje cuenta a un viajero en camino a Luvina, lo que le pasó en este pueblo siniestro. Él fue allí con la misma esperanza del viajero, es decir, la de encontrar un futuro allí. Pero Luvina es un pueblo hostil y fantasmal ("donde anida la tristeza"), en el que viven sólo los viejos en condiciones miserables, abandonados por los jóvenes y olvidados por el gobierno. Continúan allí para no dejar a sus muertos.

(Un narrador en tercera persona limita sus descripciones a lo más necesario.)

“San Juan Luvina. Me sonaba a nombre de cielo aquel nombre. Pero aquello es el Purgatorio. Un lugar moribundo donde se han muerto hasta los perros y ya no hay quien le ladre al silencio; pues en cuanto uno se acostumbra al vendaval que allí sopla, no se oye sino el silencio que hay en todas las soledades. Y eso acaba con uno. Míreme a mí. Conmigo acabó.” (p. 120)

La noche que lo dejaron solo

Feliciano Ruelas y sus tíos Tanis y Librado son revolucionarios. Atraviesan la Sierra y han de viajar de noche

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