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La cenicienta, guion teatral de los hermanos Grimm


Enviado por   •  12 de Marzo de 2019  •  Trabajo  •  2.655 Palabras (11 Páginas)  •  9.803 Visitas

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La Cenicienta

Érase una mujer, casada con un hombre muy rico, que enfermó, y, presintiendo su próximo fin, llamó a su única hijita y le dijo:

MADRE: Hija mía, sigue siendo siempre buena y piadosa, y el buen Dios no te abandonará. Yo velaré por ti desde el cielo, y me tendrás siempre a tu lado

Y, cerrando los ojos, murió. La muchachita iba todos los días a la tumba de su madre a llorar, y siguió siendo buena y piadosa.

HIJA: Oh madre, no tienes idea de cuanta falta me haces, he cumplido con lo que me has pedido y lo seguiré cumpliendo hasta el fin de mis días

Al llegar el invierno, la nieve cubrió de un blanco manto la sepultura, y cuando el sol de primavera la hubo derretido, el padre de la niña contrajo nuevo matrimonio.

La segunda mujer llevó a casa dos hijas, de rostro bello y blanca tez, pero negras y malvadas de corazón. Vinieron entonces días muy duros para la pobrecita huérfana.

Hijastra 1: Esta es la casa? Esperaba mas

Hijastra 2: Si yo también, no había dicho mama que nos conseguiría una casa que causaría la envidia de todas

Hijastra 1: Es vieja y esta tan sucia que hace que se vea más horrible

Hijastra 2: Si, pero no es tan horrible como esa cosa que esta de pie

Hija: Hola (con timidez )

Hijastra 1: Madreeeeee!

Madrastra: ¿Que pasa niñas?

Hijastra 2: Es horrible madre, que hace ella en el mismo lugar que nosotros

Hijastra 1: Mándala a donde pertenece madre

Hijastra 2: Si, definitivamente no la quiero cerca de mi

Madrastra: No se preocupen niñas yo me hare cargo de ella

Le quitaron sus hermosos vestidos, le pusieron una blusa vieja y le dieron un par de zuecos para calzado, se burlaron de la pobre niña y después la madre la mando a la cocina. Allí tenía que pasar el día entero ocupada en duros trabajos. Se levantaba de madrugada, iba por agua, encendía el fuego, preparaba la comida, lavaba la ropa. Y, por añadidura, sus hermanastras la sometían a todas las mortificaciones imaginables

Hijastra 1: Limpia mis zapatos

Hijastra 2: Lava mis vestidos

Hijastra 1: Recoge nuestro cuarto

Hijastra 2: Cepilla mi cabello tonto

Después de haberles cumplido sus abusivos deseos le esparcían por el suelo grandes cantidades de lentejas, guisantes o cenizas que ella tenia que recoger con las manos hasta que todo quedara tan limpio como ella ya lo había dejado. A la noche, rendida como estaba de tanto trabajar, en vez de acostarse en una cama tenía que hacerlo en las cenizas del hogar. Y como por este motivo iba siempre polvorienta y sucia, la llamaban Cenicienta.

Un día en que el padre se disponía a ir a la feria, preguntó a sus dos hijastras qué deseaban que les trajese.

Hijastra 1: Hermosos vestidos

Hijastra 2: Brillantes perlas y muchas piedras preciosas

Padre: Y tu hija, ¿que deseas?

Cenicienta: Padre, corta la primera ramita que toque el sombrero, cuando regreses, y tráemela

Compró el hombre para sus hijastras magníficos vestidos, perlas y piedras preciosas; de vuelta, al atravesar un bosquecillo, un brote de avellano le hizo caer el sombrero, y él lo cortó y se lo llevó consigo. Llegado a casa, dio a sus hijastras lo que habían pedido, y a Cenicienta, el brote de avellano.

Cenicienta: Gracias Padre

Se fue con la rama a la tumba de su madre, allí la plantó, regándola con sus lágrimas, y el brote creció, convirtiéndose en un hermoso árbol. Cenicienta iba allí tres veces al día, a llorar y rezar, y siempre encontraba un pajarillo blanco posado en una rama; un pajarillo que, cuando la niña le pedía algo, se lo echaba desde arriba.

Sucedió que el Rey organizó unas fiestas, que debían durar tres días, y a las que fueron invitadas todas las doncellas bonitas del país, para que el príncipe heredero eligiese entre ellas una esposa. Al enterarse las dos hermanastras que también ellas figuraban en la lista, se pusieron muy contentas. Llamaron a Cenicienta, y le dijeron:

Hijastra 1: Péinanos, cepíllanos bien los zapatos y abróchanos las hebillas; vamos a la fiesta de palacio

Cenicienta: Esta bien, lo hare

Cenicienta obedeció, aunque llorando, pues también ella hubiera querido ir al baile, y, así, rogó a su madrastra que se lo permitiese.

Cenicienta: Por favor señora, permítame ir al baile, permítame gozar y divertirme al igual que mis hermanastras

Madrastra: ¿Tú, la Cenicienta, cubierta de polvo y porquería, ¿pretendes ir a la fiesta? No tienes vestido ni zapatos, ¿y quieres bailar?

Cenicienta: Se lo suplico permítame ir, hare lo que usted me pida

Madrastra: Esta bien. Te he echado un plato de lentejas en la ceniza, si las recoges en dos horas, te dejaré ir.

La muchachita, saliendo por la puerta trasera, se fue al jardín y exclamó:

Cenicienta: ¡Palomitas mansas, tortolillas y avecillas todas del cielo, vengan a ayudarme a recoger lentejas!

Y acudieron a la ventana de la cocina dos palomitas blancas, luego las tortolillas y, finalmente, comparecieron, bulliciosas y presurosas, todas las avecillas del cielo y se posaron en la ceniza. Y las palomitas, bajando las cabecitas, empezaron:

Aves: PIC PIC PIC PIC PIC

No había transcurrido ni una hora cuando, terminado el trabajo, echaron a volar y desaparecieron. La muchacha llevó la fuente a su madrastra, contenta porque creía que la permitirían ir a la fiesta

Cenicienta: Mire, he terminado la tarea. ¿ya puedo ir al baile?

Madrastra: No, Cenicienta, no tienes vestidos y no puedes bailar. Todos se burlarían de ti.

Como la pobre rompiera a llorar: "Si en una hora eres capaz de limpiar dos fuentes llenas de lentejas que echaré en la ceniza, te permitiré que vayas." Y pensaba: "Jamás podrá hacerlo." Pero cuando las lentejas estuvieron en la ceniza, la doncella salió al jardín por la puerta trasera y gritó:

Cenicienta: ¡Palomitas mansas, tortolillas y avecillas todas del cielo, vengan a ayudarme a limpiar lentejas!

Y de igual manera como había sucedió la vez anterior, la tarea fue terminada. La muchacha llevó las fuentes a su madrastra, pensando que aquella vez le permitiría ir a la fiesta. Pero la mujer le dijo:

Madrastra: Todo es inútil; no vendrás, pues no tienes vestidos ni sabes bailar. Serías nuestra vergüenza

No habiendo ya nadie en casa, Cenicienta se encaminó a la tumba de su madre, bajo el avellano, y suplicó:

Cenicienta: "¡Arbolito, sacude tus ramas frondosas,

y échame oro y plata y más cosas!"

Y he aquí que el pájaro le echó un vestido bordado en plata y oro, y unas zapatillas con adornos de seda y plata. Se vistió a toda prisa y corrió a palacio, donde

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