Ricardo Arjona
Enviado por maria12345678 • 27 de Mayo de 2015 • 431 Palabras (2 Páginas) • 245 Visitas
Se dice que uno se vuelve realmente seguidor de algún artista cuando es capaz de analizar con ojo crítico y agudo el contenido de su obra y aceptarlo a pesar de sus falencias. Hoydía, y un poco ayer también, el fanatismo demostrado por ciertos grupos musicales o cantantes rebasa cualquier razonamiento lógico, basta con mirar a los teenagers (y otros no tan teenagers) que pululan cintillo en testa y lágrimas en los ojos por Selena, Miley o los Jonas. Lo cierto es que a esa edad aún no existe un ojo crítico y analítico y sólo se asume lo que el sistema y el mercado nos ponen encima, en todo ámbito. Por supuesto, lo impuesto no siempre responde a lo idóneo para un desarrollo cultural decente y sólo crea individuos obedientes, incultos e inconscientes. Cuando el individuo va creciendo, aparece la oportunidad de discernir entre lo bueno y lo fácil, pues se adquiere educación, instrucción y, en la mayoría de los casos, una buena base cultural. El punto es cómo direccionar esa batería de elementos. En la adolescencia sobre todo, se decide si seguir a los Jaivas o a Daddy Yankee, si bailar con ritmos latinoamericanos reales o envasados, si leer Crepúsculo o El Túnel, si perecer con roperos encantados en Narnia o perderse en los filmes de Eisenstein. Evidentemente, no se trata de blanco o negro; no existe una radicalidad tan cerrada para “decidir”, sin embargo resulta notoria la tendencia en la mayoría de los individuos a dirigirse hacia lo bueno o lo fácil, y es en la edad adulta cuando realmente se evidencia. Médicos, ingenieros, abogados que en su vida han escuchado una ópera, leído a Gabriel García Márquez o visto algún filme de cine arte. O que tienen un Guayasamín en el living de la casa sencillamente porque lo encuentran bonito. Asignar las culpas de este fenómeno me tomaría otro artículo, por lo que prefiero contentarme con abordar este tema hasta aquí.
Algunas personas gozamos de la suerte de haber accedido a una base cultural sólida (bicultural, en mi caso específico) y una formación que potencia el espíritu crítico sin compromisos creenciales ni “políticos”. Esto resulta tremendamente efectivo para competir palmo a palmo con el arte inculta que proponen el mercado y el sistema, pues se puede observar, oir y percibir qué es lo bueno y qué es lo fácil y contaminante para el oído, la vista y el alma. Aún así, a veces las fuerzas fácticas que proceden sobre nosotros vencen y hacen incrustarse en mi oído ciertos músicos de mala calidad, poca creatividad y dudosa reputación.
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