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16 DE JULIO 2018 Estoy haciendo la prueba de escribir mi diario


Enviado por   •  16 de Agosto de 2018  •  Apuntes  •  3.382 Palabras (14 Páginas)  •  369 Visitas

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16/07/2018  Estoy haciendo la prueba de escribir mi diario a máquina en este tamaño personalizado. Es el 16 de julio del 2018 y estoy aprovechando que JC no podía venir para escribir todo el maldito día de mierda. Estoy súper emocionado. Es más, creo que me voy a tomar la semana de esta manera y, si todo va bien, también la siguiente. Tengo dos semanas para terminar una novela y dos cuentos de 15 páginas. La verdad es que quiero escribir mucho más que eso. Desde mi última entrada, donde admito cómo me siento por la muerte de mi querida Coffee, no pude ni quise enfrentar lo que escribí ni lo que dije, pero tengo que dejar sentado en algún lado que, apenas escribí aquellas últimas palabras, dejé el café y volví apresuradamente al departamento y escribí como no había hecho en muchísimo tiempo. Aún llevo todo mi dolor y culpa conmigo, pero todavía puedo sentir alguna medida de dicha ante los proyectos que tengo por delante. Somos seres contradictorios y debemos acoger estas contradicciones maravillosas.

Estoy usando esta entrada para “cebar la bomba creativa”. No tengo ni la más mínima idea de lo que habré de escribir hoy, pero me siento lleno de fuerza, como nunca.

Un poco acerca de mi contexto emocional y social inmediato. Ocurre que – no sé si escribí acerca de esto antes, pero refrescaré la memoria – hace un mes más o menos, Celine, a quien quiero mucho, me escribió un domingo pidiéndome una traducción urgente para el día siguiente a cambio de chocolates franceses. Yo estaba trabajando en otro documento para un cliente que me paga (me gano la vida con traducciones), así que para acomodarla tendría que dejar de trabajar en este documento. Unos meses antes le había escrito, recuerdo, contándole acerca de la muerte de mi padre, pero ella nunca respondió ni para darme una condolencia. Sé que en Sucre le conté que lo estaba cuidando. Bueno, las condolencias en realidad no significan mucho para mí, así que lo dejé pasar. Pero cuando vino este pedido, me sentí ligeramente molesto. No específicamente por ella sino por el hecho general de que la gente cree que soy su traductor pro bono personal. Le hice saber de mi molestia a través de indirectas y me llamó por Skype para apaciguarme (y asegurarse de que le hiciera la traducción, obviamente), así que le hice la traducción. Bueno, a las cuatro de la mañana me escribió pidiéndome que le traduzca un párrafo más. Le respondí con un contundente NO y ni abrí su documento. Si bien ella trabaja en la academia y ya tiene un postdoctorado, es una investigadora y académica totalmente caótica. Si uno me juzga por el estado de mi departamento, uno supondría que yo también lo soy, que el caos es una forma de vida, pero no es así. Simplemente basta leer lo que escribo como primer borrador – esta entrada es un ejemplo típico de cómo funciona mi proceso – para saber que, incluso cuando estoy improvisando un texto, hay un semblante de escritura previo. Más allá de que ella sea caótica, me pareció que esta última solicitud fue totalmente abusiva, pues si vas a pedir un favor como este, te debes asegurar de dar el texto COMPLETO. La segunda solicitud no fue más que un segundo favor. Y ahí me di cuenta de la naturaleza de esta dinámica: es una de explotación, agravada por una total desconsideración de mi trabajo y mi posición como profesional. Desestimó el hecho de que me gano la vida de esto; no consideró, tampoco, el hecho que podía tener otros trabajos pendientes que debía dejar de lado para acomodar su falta total de organización y profesionalismo. Así que tomé una decisión:  yo ya le di todo lo que iba a darle y al diablo con ella. No necesito tener ni sostener más relaciones de este tipo. Es más, desde hace años que llevo eliminando lazos de este tipo de amistades.

Bueno, ocurre que su hijo llegó la semana pasada con los chocolates y me escribió para entregármelos. No le respondí. Ahora ocurre que hace dos días ella me escribió a mi correo electrónico antiguo para pasarme una convocatoria para publicar artículos sobre la imagen homoerótica y, de paso, avisarme de los chocolates. No respondí. No siento la necesidad de hacerlo tampoco. Creo que las palabras sobran. Y las que más valoro son las mías, ergo esta entrada. Céline no es una amistad tan nociva como lo fueron las de Alejandra y La Placa. Pero mi tolerancia para este tipo de amistades o similares se ha reducido muchísimo. Mi tiempo es absolutamente valioso. así que se pueden ir jodiendo en fila. I have moved on, bitches!

Veamos qué pasa ahora con mis proyectos. A escribir se dijo.

17/07/2018 Puedo anunciar oficialmente que ayer fue mi día más productivo. Estoy a un par de páginas de terminar el cuento que lleva el título provisional Al filo de la hoja. Mi meta era llegar a 15 páginas, pero ayer superé esa extensión. Sospecho que puede llegar a 18, lo que significa que deberé editar para reducir al menos dos hojas. Me duelen los ojos de leer esto en la computadora, pero no me importa. Lo más hermoso de todo fue el que ayer, cuando llegó Gus a las 8, fue mi idea de que vayamos al gimnasio. No me sentía física ni mental ni moralmente cansado, como lo hago cuando paso medio día atendiendo la salteñería. Hoy me tomé otro día libre. Faltan diez minutos para las nueve. Recién estoy sintiéndome reacio a escribir, pero ya me preparé mi taza de café.

Recuerdo que, hace unos años atrás, creo que apenas regresé de NY, me fui a escribir a un café en la Plaza. Lo hice en un cuaderno viejo de hojas cuadriculadas (detesto las hojas cuadriculadas, pues, de niño, en los Estados Unidos, aprendí a escribir en hojas con línea. Creo que una de las primeras experiencias mías de shock cultural fue descubrir que, en Bolivia, solamente existían hojas de cuadrícula pequeña. Bueno, debo ser honesto, sí había cuadernos de tapa de papel delgado a rayas, pero no me gustaban. Estoy malrepresentando las cosas en un intento de justificar mi odio hacia este país. Pero sí, yo quería cuadernos grandes de línea generosa y tapa dura, anillada para no doblar las páginas ni ajarlas, no esos papeles con mezquinos cubos que te obligaban a escribir en letra pequeña). Recuerdo cómo me sentía aquel día: furioso, deprimido, decepcionado, entre otras cosas. Y escribí muchísimo, según recuerdo, y el tema fue el cliché del escritor que es perpetuado entre aquellos nacionales cuya obra detesto. Me refiero específicamente a Flavio Lepore, que anunció que quería escribir literatura seria, que tenía que tomar muchísimo café y escribir en un café (un lugar público) bla bla bla. Si bien seguía todas las cábalas que expresó en esa entrevista que apareció en Los Tiempos, yo creí, cuando leí dicho artículo, que lo que el pobre necesitaba era otra cábala, una que le permitiera, no sé, aprender a escribir? Entonces, escribí toda una perorata, por suerte la perdí, acerca de la ridiculez de depender del café para escribir bien. Aunque deteste admitirlo, Monsieur Lepore sí tiene mucha más experiencia escribiendo novelas que yo. Creo haber escrito mucho más, y mucho mejor, pero rara vez publiqué. Tiene más fans, ciertamente, que le alientan con palmaditas en la espalda para iniciar o continuar con la reciprocidad de aliento. Yo solo quiero estar solo y que nadie me joda. No sé muy bien cuáles son mis sentimientos acerca de publicar, pero debo decir que mi experiencia con el mundillo editorial tercermundista de este país me es desagradable.

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