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Diagnostico Estrategico Del Marketin


Enviado por   •  15 de Octubre de 2013  •  1.094 Palabras (5 Páginas)  •  322 Visitas

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CASO CONFLICTO DE ROL: UNA EMPLEADA DE BANCA

DURANTE LA REALIZACIÓN de un trabajo de campo entrevistamos a una empleada de banca. Tenía 28 años de edad y estaba casada. Reproducimos la transcripción de la grabación.

«Estudié Ciencias Económicas en la Universidad Jaime I y acabé a los 23 años con un buen expediente. Como entre mis preferencias estaba dedicarme al sector financiero, me inscribí en un Master sobre entidades de depósito. El curso era muy interesante y ofrecía la realización de prácticas en entidades financieras; y así es como entré por primera vez en la que trabajo ahora. Conocí más a fondo la contabilidad analítica a través de sistemas informáticos complejos y es un mundo retador para los que empezamos. Casi al final de las prácticas me informaron que iban a realizarse unas pruebas de selección para formar un colectivo de empleados jóvenes con buenos expedientes y proyección para que, una vez formados, se incorporasen en su lugar de origen y pudieran ser futuros gerentes o directores de agencias. Tras un proceso de selección muy duro, pasamos unas treinta personas para que eligieran a doce.

Superé las pruebas y me ofrecieron la posibilidad de entrar a formar parte de este grupo selecto. Entre los aspectos positivos destacaba la formación práctica que iba a recibir, ya que tenía que pasar por distintos puestos tanto en servicios centrales como en las distintas sucursales, para que de forma rápida adquiriera las competencias necesarias para un puesto de responsabilidad. Nos informaron que en esta etapa de formación la entidad iba a invertir mucho y que estaríamos sujetos a varias condiciones:

1) Movilidad geográfica total (nos iban «a pasear por toda la geografía española» pero al final de la etapa, si la superábamos, volveríamos a nuestro lugar de origen).

2) No superar esta etapa supondría no integrarse en ningún otro puesto.

3) Pacto de permanencia. Un párrafo en mi contrato lo especificaba. Este pacto suponía la asunción por el trabajador de la obligación de trabajar para el empresario durante cierto tiempo, renunciando al derecho de marcharse a otra empresa. Si el trabajador abandonaba el trabajo antes del plazo pactado, el empresario tendría derecho a una indemnización por daños y perjuicios. La cuantía la fijó la entidad en 18.000 euros, «que es lo que vale en el mercado un MBA de prestigio y nosotros os vamos a dar mucho más», como nos informó la tutora de la entidad.

Antes de firmar el contrato consulté con un amigo abogado laboralista el aspecto del pacto de permanencia y me dijo que se atenía a la legalidad actual.

Tras consultar con mi novio de entonces, que ahora es mi marido, vimos que la separación merecía la pena porque volvería con un puesto estimulante a mi lugar de origen. Mi novio, que es químico, trabaja como director técnico en una azulejera ubicada muy cerca de Castellón. De esta forma nos podríamos casar cuando yo acabara.

Firmé el contrato con dicha entidad financiera y empezó un periplo ambivalente. Por una parte el reto y el trabajo eran muy atractivos. Por otra, el salario y el recibimiento de ciertos directivos de agencias eran muy decepcionantes. Nunca creí que era «una falta grave» ser titulada superior hasta ese momento. Me encontré con que la mayoría de los directores no tenían estudios. Esto implicaba una reacción no siempre acogedora. Por suerte

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