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EL ALMOHADON DE GATOS


Enviado por   •  21 de Mayo de 2015  •  330 Palabras (2 Páginas)  •  131 Visitas

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Su luna de miel fué un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el

carácter duro de su marido heló sus soñadas niñerías de novia. Lo

quería mucho, sin embargo, a veces con un ligero estremecimiento

cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva

mirada a la alta estatura de Jordán, mudo desde hacía una hora. El,

por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a conocer.

Durante tres meses--se habían casado en abril--vivieron una dicha

especial. Sin duda hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido

cielo de amor, más expansiva e incauta ternura; pero el impasible

semblante de su marido la contenía en seguida.

La casa en que vivían influía no poco en sus estremecimientos. La

blancura del patio silencioso--frisos, columnas y estatuas de

mármol--producía una otoñal impresión de palacio encantado. Dentro, el

brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño en las altas

paredes, afirmaba aquella sensación de desapacible frío. Al cruzar de

una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda la casa, como si un

largo abandono hubiera sensibilizado su resonancia.

En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante,

había concluído por echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún

vivía dormida en la casa hostil, sin querer pensar en nada hasta que

llegaba su marido.

No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se

arrastró insidiosamente días y días; Alicia no se reponía nunca. Al

fin, una tarde pudo salir al jardín apoyada en el brazo de él. Miraba

indiferente a uno y otro lado. De pronto Jordán, con honda ternura, le

pasó la mano por la cabeza, y Alicia rompió en seguida en sollozos,

echándole los brazos al cuello. Lloró largamente todo su espanto

callado, redoblando el llanto a la menor tentativa de caricia. Luego

los sollozos fueron retardándose, y aún quedó largo rato escondida en

su cuello, sin moverse ni decir una palabra.

Fué ese el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente

amaneció desvanecida. El médico de Jordán la examinó con suma

detención, ordenándole calma y descanso absolutos.

--No sé--le dijo a Jordán en la puerta de calle

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