Economia En Mexico
Enviado por albertoforofo • 2 de Junio de 2015 • 692 Palabras (3 Páginas) • 148 Visitas
Frente al atolladero, que se volvió evidente apenas iniciado el gobierno, el presidente propuso sus
llamadas reformas estructurales. Se estrenó la reformitis, que pronto se mostró como fuga hacia delante
sin punto de arribo. “Quiérase o no, dice Ibarra, las reformas propuestas no tienen mayor repercusión
en los temas fundamentales que debieran orientar la reforma del Estado. No cierran el déficit
democrático, ni la brecha que separa las demandas de la población de los resultados de las estrategias
económicas en boga…” (p.122).
México, propone, “ requiere fortalecer el mercado interno y el empleo como condición básica para el reacceso
al desarrollo sostenido, a la eliminación de los síntomas ascendentes de descomposición social e
ingobernabilidad.
“El punto de partida, añade, consistiría en hacer hincapié en las metas de crecimiento contra las de corte
estabilizador cortoplacista… En segundo lugar, habría que poner coto al desmantelamiento del Estado…La
acción pública, insiste, no sólo está constreñida por la cesión de soberanía expresada en la aceptación sin
salvaguardas del nuevo orden económico mundial, sino por el desmantelamiento de las instituciones e
instrumentos básicos de la acción gubernamental o de los organismos técnicos dedicados a impulsar la
modernización productiva.
En suma, “Ingresar de lleno a la globalización entraña emparejar la liza de la competencia, descontar las
desventajas del subdesarrollo con políticas industriales y comerciales activas.. la remodelación
democratizante de los principales organismos de mediación política. Sin ella, no será sencillo reconstruir los
puentes entre la macroeconomía y la microeconomía, ni completar los mecanismos de mercado con los
propios de la acción colectiva” (p.126)
No es ni será fácil desplegar una agenda como la que David Ibarra nos propone. Lo que impera hoy es
la división política y una lucha distributiva todavía un tanto larvada pero a la vez implacable y sin cauce.
No debía sorprender por esto que la lucha por el poder constituido, la gran justa democrática que
celebramos desde 1997 y en el 2000, adquiera los rasgos destructivos y ofrezca los panoramas
ominosos conocidos.
No se trata de conjurar ingenuamente los conflictos, sino de encontrar el modo de darles un sentido
productivo. De aquí la atractiva propuesta de imaginar una “democratización de la política económica”,
que llevara a la incorporación comprometida de los actores productivos y abriera la puerta para la
construcción de sucedáneos eficaces del presidencialismo económico que, sostiene nuestro autor, se
ha ido para siempre.
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