Haikyo

La mancha que está sobre la alfombra desde hace días atrás hace que el olor a café sea el perfume del interior de su “cueva”, sin necesidad de utilizar el ambientador para que no apeste a cigarrillo, pero eso no importa, no por ahora.

Gabriel no sale de su hogar a menos que sea para comprar provisiones de comida y alguno que otro aparato eléctrico, aparte de salir a edificios específicos para colocar su propósito de soledad, pero siempre cierra su casa con siete candados específicos en combinaciones diferentes para no salir de ahí o que alguien entre tan fácil. Su casa es también parte de su planeamiento con los experimentos que él hace, uno tras otro sin cometer un mínimo de errores. Las bombas no son un juego y ya que era un “don nadie” sin nombre y sin amigos en ese lugar, no le importa perder lo que no ha obtenido.

Está concentrado en su computador, creando códigos para adentrarse a una red hackeada. Afuera solamente se escuchan gritos, autos, personas y cosas que rompen con su perfecta concentración. Busca de nuevo en todos los que tenía anteriormente y ninguno coincide con el programa, dejando ver su pánico interior. ¿Cuánto tiempo quedaba? Solamente 12 minutos con 35 segundos cuando mira el reloj de la bomba, pero nadie ha evacuado el edificio todavía. Él no es asesino, solamente daña y deja que la mayoría de las personas salven su vida con un aviso. ¡Por fin! Ese foco verde es la señal de que logró entrar al sistema.

“Habrá un ¡Boom! en el edificio escolar de la calle Hilton. Tienen 11 minutos para evacuar”

Ese es el aviso que casi siempre dejaba en duda a la gente, pero gracias a Gabriel últimamente se ve explosiones en lugares menos adecuados, justo donde hay niños, adultos de la tercera edad, mujeres y otras personas que pueda dejar completamente indefensas o sin hogar. No es asesino, es creador de un dolor, de un pánico, ese es Gabriel. ¿Por qué? Si es un magnífico experto en explotar cosas y no mata a la gente, es porque no busca el mal creado en su mundo, solamente quiere ser esclavo de su propósito en la vida. Él sabe su razón de hacerlo y sabe que debe seguir hasta que la señal de vida le diga que se detenga.

Después de saber que las personas ya no estaban en el edificio, dejó que su bomba fuese partícipe de escombros y derrumbe de varios pisos del lugar. Sonríe con victoria y sale al balcón a observar el humo que se notaba a unas cuantas calles de su hogar. “Satisfacción” así le decía él, porque pareciera incluso mejor que un orgasmo.

Su mirada subió para ver el atardecer. Parpadeó, dejó que su vista se quemara unos instantes y justo segundos antes de darse vuelta para entrar a su “cueva” segura de nuevo, explota en su mente que era esa la señal que había estado esperando. Le duele la cabeza, siente que sus dedos tiemblan y esa ansiedad le carcome por dentro. ¿Qué es eso? No debía salir, no, pero tenía la intriga enorme de correr hasta “aquello” que se veía en el cielo, y no, no era el humo de su explosión.

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