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La ciudad es una clara dimensión social del fenómeno urbano, como un espacio de poder y de dominación, en ella se encuentra los recursos que dominan la vida contemporánea, esto es como los distributivos y de autoridad. Con ello la fuente de poder de las ciudades modernas, deriva de la capacidad de los sistemas sociales para almacenar esos recursos en ámbitos territoriales denominados ciudades. De esta forma la ciudad se convierte en un elemento constructivo de lo social y en la principal fuerza sobre la que se sustenta la cohesión social.

La ciudad es a la vez histórica y actualmente, urbs, civitas y polis.

Urbs, es decir, una aglomeración humana, en un territorio definido por la densidad demográfica y la diversidad social y funcional.

La civitas, o la ciudad como lugar productor de ciudadanía y ámbito de ejercicio de la misma. Entendemos por ciudadanía un status que reconoce los mismos derechos y deberes para todos los que viven y conviven en un mismo territorio caracterizado por una fuerte continuidad física y relacional y con una gran diversidad de actividades y funciones. No es una unidad homogénea si una sociedad urbana heterogénea.

Es también la polis el lugar de la política. El lugar de la política de proximidad, del autogobierno, de las instituciones político jurídico, de las normas y administraciones públicas y también de la auto representación de la sociedad. Es decir, es un lugar de poder, de la participación y de la representación a través de las instituciones y también de la oposición al poder y de los cambios en el poder.

La cuestión es como el espacio público contribuye a hacer ciudad en los territorios urbanizados, a crear condiciones de urbanidad y civitas a facilitar la participación ciudadana y la innovación de políticas democráticas.

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