LA GLOBALIZACION Y LA GUERRA
Enviado por pepiinn • 28 de Agosto de 2012 • 1.926 Palabras (8 Páginas) • 806 Visitas
José García Caneiro* (IUGGM-UNED)
El año 1989 marcó, acaso, el más importante punto de inflexión en el transcurrir histórico de la segunda mitad del siglo XX.
La Unión Soviética se hundió en una descomposición imposible de augurar unos años antes y el Muro de Berlín cayó con todo el estrépito de un sistema político-económico absolutamente incapaz de mantenerse frente al liberalismo democrático.
La desaparición del mundo bipolar supuso la emergencia de un “nuevo orden mundial” que, dirigido y tutelado por Occidente (lo que se ha dado en llamar “vínculo transatlánt ico”, liderado por los Estados Unidos), expresa una forma de globalización cual es la implantación, sutil y sólo aparentemente no violenta, de una a modo de civilización universal (y uniformadora) que se pretende construir sobre sistemas político-económicos próximamente emparentados con las democracias liberales y con las pautas de consumo y cultura popular puramente occidentales.
Globalización
Pero, nos tememos que lo que llamamos globalización no se compadezca con la multiplicidad y la diversidad propia del planeta y que, tras palabras como paz, seguridad, derechos humanos, respeto a las minorías, aceptación de la multiculturalidad y la diferencia, suenen, como motores de las relaciones internacionales, o se oculten, como motivaciones de los Estados, de las nuevas entidades supranacionales y del propio “vínculo transatlántico”, otros conceptos. El término globalización se utiliza, habitualmente, para hacer referencia a un proceso —en realidad, una serie de procesos— acerca de una amplia, profunda y rápida interconexión mundial en multitud de aspectos que van de lo “financiero” a lo cultural, de lo social a lo medio-ambiental.
El resultado aparece como un cambio global: un mundo modelado/moldeado por fuerzas económicas y tecnológicas en un marco político-económico común o, al menos, compartido.
La globalización se percibe como una transformación en la organización espaciotemporal de las relaciones y las transacciones sociales de todo tipo, que genera flujos y redes transregionales y transcontinentales de actividad, interacción y, lo que es más importante, de poder.
Básicamente, la podemos identificar como la extensión evidente y programada de actividades políticas y económicas concretas a través (y por encima) de cualquier tipo de frontera cada vez más permeables, al menos, en determinados ámbitos geopolíticos. Hay, pues, que entender la globalización como los acelerados cambios económicos, culturales y de relaciones de poder que socavan la rigidez de las actuales fronteras y el concepto mismo de Estado-nación.
La globalización es un proceso, que tiende a la consecución de un "mundo global” y cada vez más uniforme y, por tanto, un proceso de transición, un proceso de transición política. Proceso en que las relaciones capitalistas de mercado se intensifican con el objetivo de alcanzar un ámbito universal y provocan, al mismo tiempo, importantes modificaciones en las relaciones entre los Estados.
Cuando se habla de globalización se está hablando del intento de integrar el mundo entero, todo el mundo, en un sistema único de autoridad —expresión de la voluntad manifiesta en las relaciones de poder— centrado sobre la “verdad” de la supremacía de la concepción político-económica de las democracias neoliberales occidentales, para conformar un conjunto singular de instituciones supraestatales, soportado, dirigido y tutelado por un Occidente, en cierta forma, controlado por el “vínculo transatlántico” y, en particular, por los Estados Unidos de Norteamérica.
La política
Si el proceso de expansión que implica la globalización es un proceso de transición política, las eventuales (y más que probables) resistencias (violentas o no) que aparezcan (tengan la causa aparente que tengan) vendrán determinadas, más allá de cualquier planteamiento retórico al uso, por actitudes y acciones puramente políticas. Por lo que parece conveniente examinar cuáles pueden ser (son, acaso) los pilares que sustentan una determinada política; en general, cualquier política.
Es más que posible que, en el mundo, las columnas que soportan la política sean tres. Y, sorprendentemente, tienen su basamento en teorías muy diferenciadas, cuando no antitéticas. Y, más aún, estas concepciones se han, aparentemente, proyectado (extendido, exportado) al resto del globo, bien por mímesis no siempre acertada, en muchos países que otrora fueron colonias, bien por sutiles (a veces, groseros), cuando no violentos, intentos de imposición que, desde el marco de la globalización, los países occidentales realizan sobre otras áreas.
Veamos, pues, tales pilares. El primero, de corte totalmente marxiano: la economía, como infraestructura que aglutina fuerzas productivas y relaciones de producción; economía que se determina como motor de la historia, arrastrando consigo la superestructura, donde se mueven las esferas sociales e ideológicas, los sistemas políticos, religiosos y filosóficos, etc.
El avance de la historia de la humanidad está en gran medida inducido por influenc ias económicas; el conflicto es uno de los grandes motores del desarrollo histórico y el factor determinante de casi todos los conflictos es el poder económico.
En un mundo en pleno proceso de globalización, no sólo los Estados, sino las grandes alianzas supraestatales y las grandes empresas transnacionales dan sent ido a la nueva visión de la economía: la economía de mercado, creadora del consumo, sustituto, suplemento y proyección (todo a la vez) de la economía basada en el capital.
De otro lado, la concepción foucaultiana del poder. Como decía Foucault el poder no es (según el patrón de riqueza y el intercambio de bienes) algo objetivable que cristalice como una posesión, no es un bien del que uno se adueñe y que se pueda ceder o intercambiar. Pero tampoco es un instrumento más de las relaciones de producción, algo utilizable para conservar o perpetuar tales relaciones en el tiempo y en beneficio del grupo dominante.
El poder no “se da”, no se intercambia, sino que se ejercita; no existe más que en acto y «no es mantenimiento ni reproducción de las relaciones económicas, sino ante todo una relación de fuerzas». El poder es “productor”, en especial, de saber y de “verdad”; es una auténtica fuerza productiva como lo es la ciencia o el potencial de trabajo.
El poder,
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