Liderazgo
Enviado por simba2tjr • 29 de Mayo de 2014 • 2.668 Palabras (11 Páginas) • 266 Visitas
En el campo empresarial, se tiende a utilizar indiscriminadamente los vocablos liderazgo, administración y
dirección como sinónimos, de tal forma que se entiende el liderazgo desde un enfoque directivo. Joan Ginebra, en
su libro El liderazgo y la acción, se refiere a esta tendencia, afirmando que debido a la misma, se le otorga al
término liderazgo mayor o menor dignidad de acuerdo a la concepción que se tenga sobre lo que es dirigir. Así,
para quienes dirigir y administrar significan lo mismo y el juego de la dirección se enmarca en la competencia por
adaptarse al entorno cambiante mediante el uso de tecnologías avanzadas, líder es lo mismo que tecnócrata. En
cambio, para aquellos que relacionan dirigir con establecer objetivos y conducir a una organización hacia ellos, el
liderazgo se teñirá de variables como empeño y afán de logro. Y si se trata de alguien que se adscribe a la
corriente humanista y cree que dirigir es necesariamente conducir con valores, entonces el líder es fuente y
transmisor axiológico. Desde una posición aún más extrema, liderazgo es sinónimo de santidad. Lo cierto es que
muchos han subrayado la diferencia entre liderar y dirigir, afirmando que las organizaciones actuales necesitan
líderes y no administradores.
Liderazgo: Mitos o realidades
Autor: Joan Ginebra
Edición:274
Sección: Coloquio
En la década de los ochenta, principalmente en Estados Unidos, la palabra «líder» se asociaba con el concepto de «superman» de los negocios. Se usaba para referirse a los empresarios exitosos, a los que en aquellos años se exaltó como nuevos héroes de la sociedad moderna.
Para la literatura que se gestó en esos tiempos, «líder» era una palabra más para referirse al «triunfador». Una palabra que alternaba con las de «Chairman», CEO (Chief Executive Officer), o presidente, que en cierto modo ya incluía ese calificativo.
En el terreno técnico, la palabra «liderazgo» hay que reservarla para una aplicación mucho más específica y mucho menos brillante. Un líder no es necesariamente una persona con éxito. Se puede tener liderazgo y caminar al fracaso.
Tampoco es válido dar por supuesta la capacidad estratégica en el líder. En ocasiones, este carece de la dimensión imaginativa que lo estratégico requiere y, cuando la tiene, puede estar falta de realismo. Más que un hombre con «visión», en tales casos, el líder es un visionario.
Si nos atenemos al origen de la palabra, «liderazgo» -del inglés to lead se relaciona con conducción, dirección o mando. A veces resulta equivalente a palabras de resonancia no tan grata para quienes vivieron la Segunda Guerra Mundial y escucharon términos como «caudillo», duce o führer.
Quizá con intención de evitar estas connotaciones, en las lenguas latinas y germánicas se ha difundido mucho este barbarismo en la literatura de negocios. A un empresario latinoamericano no le incomoda que le llamen líder de su empresa; pero no se sentiría a gusto como «el caudillo». Así como un italiano no quiere ser confundido con el «duce».
El uso difundido de esta palabra en el campo empresarial se ha dado con diversas acepciones. Una, en sentido amplio, identifica «liderazgo» con gobierno o mando, casi a cualquier nivel. Y se habla de formación de líderes para referirse a un curso para gerentes divisionales, funcionales, o simples supervisores. Desde este punto de vista, la teoría del liderazgo se confunde con la teoría de la dirección. Ser buen líder es dirigir bien.
En cambio, si dirigir se concibe, con mucha mayor profundidad, como la acción de elegir un futuro y de conducir a una organización hacia él, el liderazgo se revestirá de un componente de empeño y afán de logro. Y, cuando los perfiles de ese futuro se condicionen con exigencias de justicia, el liderazgo se confundiría genéricamente con la función social de elevar al hombre al bien. Ser líder vendría a coincidir con ser poseedor y sembrador de valores sociales positivos. En otras palabras, ser un gran hombre.
LÍDERES Y DIRECTIVOS
En medio de esta maraña de contenidos diversos para el término «liderazgo», la precisión se va abriendo camino poco a poco.
Un primer paso sería diferenciar al líder del directivo. Además, habría que relacionar al liderazgo con el arrastre, pues el primero es un modo de mover una organización. En este sentido, el liderazgo también es, en parte, un fenómeno situacional que produce la convergencia de una organización hacia un propósito. El líder tira, arrastra, mientras los otros procedimientos empujan.
El liderazgo es una cualidad personal distinta de la capacidad para dirigir. Ser buen director supone elegir bien el futuro, estructurar bien el equipo directivo, establecer los debidos sistemas de información y control, y gobernar los procesos espontáneos de la organización con los procedimientos adecuados que impulsen la convergencia de aquellos hacia el futuro elegido. Ser líder supone, además, una cualidad complementaria: el arrastre.
El arrastre se produce porque la organización ¯los seguidores tienen una identificación subconsciente con el líder en el sentido de concretar, en lo que él propone, sus fines subjetivos. Haciendo aquello me irá bien, «yo me realizo», «me conviene». «Es bueno para muchos y para la organización»
Se trata de enmarcar en el líder las cosas o acciones que pueden hacerle feliz a uno. Aquello que uno no se atreve a señalar cuando le formulan la pregunta al respecto, porque se duda de la verdadera relación de causa-efecto: Si pido tal o cual cosa, aquella acción o la otra, ¿se producirá realmente un aumento de felicidad para mí?
Esta es la angustiosa perplejidad que escenifica Edgar Allan Poe en sus Tales of Mistery donde nos cuenta la historia de aquella garra de mono que le regalaron a un explorador inglés con la indicación de que se le podían pedir tres favores -cosas o acciones, pero con la advertencia de que siempre la petición había traído desgracias a su dueño (como una lámpara de Aladino con mala gaita). El explorador no se atreve a usarla y la regala a un matrimonio amigo que se la pidió con insistencia.
Cuando el matrimonio acabó de formular la primera petición, unos miles de libras, el timbre anunció la visita de un agente de la compañía de seguros que traía un cheque por aquella cantidad, ¡junto con la noticia del fallecimiento del hijo del matrimonio, en un percance técnico ocurrido aquella mañana en su trabajo! La segunda petición que el matrimonio hizo a la garra fue la resurrección de su hijo. Sólo que, como esta no entendía la estética humana -no era una garra «inteligente»-, el muchacho resucitó
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