Nuevo Plan De Administracion
Enviado por hatomitk • 6 de Noviembre de 2013 • 1.388 Palabras (6 Páginas) • 463 Visitas
ENSAYO SOBRE UN NUEVO PLAN
DE ADMINISTRACIÓN EN EL
NUEVO REINO DE GRANADA*
* * *
Nota de los editores
En esta ocasión honramos la memoria de Antonio Nariño como
primer traductor, en la América española, de la Declaración de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano, un documento fundamental
de la Revolución francesa cuya difusión había sido prohibida por el
Tribunal de la Inquisición, y como precursor de la Independencia de
la Nueva Granada en este año del bicentenario. Mientras estaba preso
por esa subversiva traducción, escribió en 1797 el documento que
transcribimos: un ensayo con el título casi anacrónico de “Un nuevo
plan de administración” para el Virreinato. Con altivez lo presentó
desde la cárcel “al Excelentísimo señor Virrey para que lo dirigiese
a su Majestad”.
Este ensayo es una de las obras menos recordadas de Antonio
Nariño, pero reviste especial interés porque resume el “estado del arte”
del pensamiento económico de los ilustrados de su época en lo que
hoy es territorio colombiano y prefigura los principales debates económicos
del país durante el siglo XIX. En su plan aborda tres grandes
problemas: los monopolios, la política fiscal y la política monetaria.
Su punto de partida es la misma pregunta que ha ocupado a generaciones
sucesivas de economistas colombianos: ¿por qué es tan pobre
un país dotado de tantas riquezas naturales? Y su respuesta se sigue
repitiendo con otro lenguaje y desde distintos enfoques: deficiencias
institucionales y malas políticas económicas.
* El texto de este Plan que Antonio Nariño envió a Carlos IV a través del
Virrey Pedro Mendinueta se tomó de Vida y escritos del General Antonio Nariño,
José M. Vergara y V., ed., Bogotá, Imprenta Nacional, 1946.
Su propuesta central era eliminar el monopolio estatal (o estanco)
del tabaco y del aguardiente. En ambos casos, aducía Nariño, estos
arbitrios rentísticos eran ineficientes porque los costos, en términos
de producción e ingreso perdidos, superaban de lejos los beneficios del
recaudo para la Corona. Creía que su eliminación ampliaría la actividad
económica del cultivo y del procesamiento (incluso aprovechando
en la destilación la miel de purga, que entonces se perdía) de manera
significativa y facilitaría la competencia de la Nueva Granada en los
mercados de exportación. Contrastaba, de nuevo con un criterio de
eficiencia, tales estancos con el de la sal, sobre el que argumentó que
el monopolio real debía mantenerse por cuanto su buena administración
abastecía adecuadamente y a precios razonables la demanda del
Virreinato. Aunque Nariño no lo dice así, estas dos categorías difieren
porque la primera corresponde a productos transables mientras que la
segunda a un producto no transable en el mercado internacional.
Nariño reconocía, como lo harían los hacendistas decimonónicos,
que la supresión de los estancos del tabaco y del aguardiente afectaría
los ingresos del fisco en el corto plazo. Propuso a cambio un
nuevo impuesto, la capitación, que a su juicio se podría administrar
con eficiencia porque la Iglesia disponía de información confiable y
fidedigna sobre la base gravable: la población. ¿Sobre quién recaería
el impuesto? Los cálculos de Nariño disuenan a oídos modernos: una
renta media de 73 pesos frente a un impuesto de capitación de 8 pesos.
Es decir, una incidencia muy superior al 11% para los más pobres. Sin
embargo, apoyado en la más moderna teoría de la época (la Riqueza
de las naciones de Smith, que cita en otro contexto) señalaba que la ley
de hierro de los salarios de subsistencia llevaría a una elevación, en
igual cuantía, del jornal o arrendamiento prevaleciente, de tal forma
que el tributo recaería sobre los hacendados y los empresarios.
En materia monetaria, como ocurriría en el siglo siguiente, su
diagnóstico se centraba en la escasez y la mala calidad del circulante
(en una alta proporción compuesto por las llamadas “macuquinas”,
monedas de plata de tosca factura fáciles de adulterar y falsificar).
De allí se desprenden altos costos de transacción. La propuesta de
Nariño, reacuñar la moneda y asegurar su buena ley, era costosa. Pero
de nuevo ofrecía un arbitrio: la emisión de moneda fraccionaria de
cobre y fiduciaria (papel moneda), que de paso aliviaría la escasez de
dinero, que para él era un freno a la actividad económica.
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Revista de Economía Institucional, vol. 12, n.º 23, segundo semestre/2010, pp. 301-319
Antonio Nariño
Presentado al Excelentísimo señor Virrey para que lo dirija a Su
Majestad, en 16 de diciembre de 1797
Non possidentem multa vocaveris
Recté beatum, rectiús occupat
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