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Protocolo modelo economico huertos urbanos


Enviado por   •  15 de Junio de 2021  •  Resumen  •  2.196 Palabras (9 Páginas)  •  136 Visitas

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1. Planteamiento del problema

En los últimos años, las necesidades de la población con respecto a la producción y consumo de alimentos han ido variando. Para El campo ha sufrido diversas afectaciones, que a su vez, perjudican a los consumidores de las ciudades, obligando a que nuevas alternativas se empiecen a gestar. Las razones están en estrecha relación con la llamada Revolución verde y sus consecuencias negativas, tales como la disminución de la biodiversidad, aparición de plagas resistentes a pesticidas químicos, desequilibrios en ecosistemas y efectos sobre el medio ambiente, que terminan por dañas, no solo a los campesinos, sino a toda la cadena productiva (Mamani, y Filippone, 2018).

Dicha Revolución verde, conocida también como Tercera Revolución Alimentaria, aumentó la producción de los principales cereales: maíz, arroz y trigo, mediante procesos fitogenéticos y biogenéticos. Estos, a su vez, han favorecido los procesos comerciales de los agronegocios (García, 2019) y, junto con diversas estrategias mercadológicas, han aumentado su consumo alrededor del mundo de manera exponencial. Si bien toda la infraestructura agroindustrial mejoró en muchos aspectos, en otros, trajo diversos problemas, que van, desde daños al medio ambiente, hasta la salud de los agricultores (Méndez, 2017). De hecho, como afirma García (2019), el agronegocio está en contra de los conceptos asociados a la soberanía alimentaria.

La Revolución verde iniciada en la década de los 60 trajo consigo muchos problemas para el campo, las personas que trabajan en él y la calidad en la producción de alimentos. Entre los más graves, está el uso de sustancias nocivas, de alta toxicidad y peligrosas, como el herbicida llamado glifosato. Sus riesgos han llevado a que varios gobiernos lo prohíban, como en México, o que al menos propongan normativas jurídicas que regulen su uso (Laura, 2012, Bejarano, 2017).

Otro de los problemas derivados de la industrialización del campo a gran escala, es que la producción se hace independientemente de las personas a quienes va dirigida. El único objetivo es sembrar y cosechar más, sin importar los medios usados para esto. Y una de las formas de ofrecer más productos a menor precio, es mediante el uso de transgénicos. A pesar de que existe un etiquetado particular para estos productos, no toda la gente sabe reconocerlos (Sandoval, Cruz y Yajaira, 2019). Y tampoco se socializan los efectos de su consumo, pues, pese a que el cultivo de transgénicos debería hacerse bajo previos estudios, la realidad es que no es así (González, 2011). Las preocupaciones se enfilan hacia preguntas acerca de si el consumo de transgénicos puede traducirse en alergenicidad, resistencia a antibióticos y alteraciones en los niveles de nutrientes, lo que a su vez, ocasiona problemas de salud (Romero, et. al. 2019).

Así, la biotecnología debería usarse solamente como un complemento para el mejoramiento de las plantas, y no como único fin (FAO, 1996). Pero la falta de estudios y sobre todo, de la socialización de los existentes, genera que las personas desconfíen de los alimentos que se venden en los supermercados. Es por eso que la gente está revalorizando en gran medida los alimentos naturales en contra de los transgénicos, lo que significa también cambios en los hábitos alimenticios (Torrico y Vargas, 2020).

En los últimos años, el consumo de los alimentos orgánicos está ganando terreno, convirtiéndose casi en objetos de lujo, debido a que las tendencias de su consumo muestran que quienes los adquieren, son personas con poder adquisitivo (Molina, 2018). De hecho, en un estudio realizado por López Salazar (2019) en Celaya, Guanajuato, México, se observó que el consumo de orgánicos es preferente entre los niveles socioeconómicos altos. Esto genera que los alimentos orgánicos sean costosos y no accesibles para toda la población.

Sin embargo, para efectos del presente trabajo, se enunciarán tres cuestiones fundamentales que derivan de los problemas causados por la Revolución verde y que afectan a los consumidores de alimentos: el monopolio de la agroindustria, que ofrece productos al mercado que muchas veces tienen alto índice glucémico, como es el caso del trigo y la avena, presentándolos como saludables para incentivar su consumo indiscriminado, provocando enfermedades tales como obesidad y sus consecuencias (Perlmutter, 2013). La falta de información al consumidor (al omitirse en el etiquetado la indicación de que el producto es un transgénico) junto con la contaminación de los alimentos por pesticidas y herbicidas, atentan contra el derecho del consumidor a estar bien informado (Alonzo Chávez, 2019).

Por otro lado, el encarecimiento pone en riesgo la seguridad alimentaria, porque en los núcleos urbanos, no todas las personas pueden acceder a alimentos de buena calidad. Acerca esto, la FAO (Gordillo y Méndez, 2013, p. 2) menciona:

Existe seguridad alimentaria cuando todas las personas tienen, en todo momento, acceso físico y económico a suficientes alimentos, inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los alimentos, a fin de llevar una vida activa y sana. Esta definición le otorga una mayor fuerza a la índole multidimensional de la seguridad alimentaria e incluye la disponibilidad de alimentos, el acceso a los alimentos, la utilización biológica de los alimentos y la estabilidad de los otros tres elementos a lo largo del tiempo.

Entonces, los problemas derivados de la Revolución verde que ya han sido mencionados, no solo afectarán al campo, sino que es evidente que dichas afectaciones recaen también en las ciudades, y en general, en todos los consumidores de alimentos que provienen de la agricultura. Es decir, al final de la cadena, todos los consumidores de alimentos, sean agrícolas, pecuarios, o pesqueros, son afectados por las implementaciones tecnológicas en el sector agrícola y las alteraciones que devienen como consecuencia.

Entre las alternativas que más popularidad han ganado en los últimos años, están los huertos urbanos. Estos proyectos ofrecen soluciones para evitar que la crisis alimentaria derivada de la Revolución verde afecte las ciudades, sobre todo, a los estratos sociales para quienes los alimentos provenientes de la agroindustria son demasiado costosos. También pueden apoyar en la reivindicación de la fauna, sobre todo, insectos polinizadores. Además, ofrece garantías a los consumidores acerca del origen de sus alimentos, y ellos mismos pueden comprobar que no están tratados con fertilizantes, plaguicidas o herbicidas dañinos.

Después de la pandemia de COVID-19, los huertos urbanos ganaron todavía más adeptos, pues la perspectiva de cultivar los propios alimentos y no tener que salir a conseguirlos se volvió popular. Además, los huertos urbanos tuvieron una función terapéutica para lidiar con el encierro, o para poder seguir conviviendo con las personas al aire libre. Además, la gente empezó a darse cuenta de la importancia de las cadenas de suministros, pues en algunos lugares estas se vieron interrumpidas, lo que motivó la urgencia de explorar el potencial de la implementación urbana de huertos para lidiar, en el futuro, con dichas interrupciones (Loker y Francis, 2020).

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