Reseña del texto “Primavera Silenciosa”

Jhon Alejandro Pineda Herrera                                                   Código: 2553981

Reseña del texto “Primavera Silenciosa”

La vida en la Tierra ha sido y será un proceso de interacción entre los seres vivos y el entorno, la mayoría de las especies se adecuan según las condiciones del ambiente, por el contrario, el hombre es una especie muy peculiar y no suele estar satisfecho con lo que le rodea así que “adecua” el ambiente a su parecer, para sacarle el mayor provecho posible. La naturaleza presenta gran variedad de paisajes pero el hombre en el afán de producir lo que le conviene o lo que necesita, ha llegado a simplificar terrenos con especies determinadas, de esta manera logra una mayor producción pero al mismo tiempo genera una reproducción masiva de colonias de insectos específicos, desequilibrando los límites de la naturaleza. El hombre ha entrado en una competencia con otras especies por el territorio. Desde mediados de 1940 se han creado unos 200 productos para matar insectos, destruir malezas, roedores y otros organismos calificados en el lenguaje moderno de “plagas”. Estos productos son venenos que no tienen criterio entre lo bueno y lo malo, simplemente destruyen las diferentes formas de vida. La teoría de Darwin sobre la supervivencia toma fuerza porque estos organismos cada vez son más “fuertes” y es necesario un producto más toxico para eliminarlos.

El DDT (abreviatura del dicloro-difenil-tricloro-etano) fue el primero sintetizado por un químico alemán en 1874, pero sus propiedades como insecticida no fueron descubiertas hasta 1939. Casi inmediatamente el DDT fue aclamado como el medio de liquidar las enfermedades producidas por los insectos y de ganar de la noche a la mañana la guerra de los agricultores contra los destructores de las cosechas. Su descubridor, Paul Müller ganó el premio Nobel. Lo que sitúa aparte a los nuevos insecticidas sintéticos es su enorme potencia biológica. El hecho de que tengan inmenso poder, no solamente para envenenar, sino para introducirse en los más vitales procesos del organismo y desviarlos por una vía siniestra y con frecuencia mortal. Destruyen las mismas enzimas cuya función es proteger el cuerpo contra los daños, bloquean los procesos de oxidación de los cuales recibe energía el organismo, impiden el normal funcionamiento de varios órganos e inician en ciertas células el lento e irreversible cambio que conduce a la destrucción.

Se han hallado residuos de esos productos en la mayoría de los sistemas fluviales importantes e incluso en corrientes subterráneas que fluyen desconocidas a lo largo de la tierra, donde pueden haber sido aplicados una docena de años antes; en el cuerpo de pescados, pájaros, reptiles y animales salvajes y domésticos, hasta el punto de que los hombres de ciencia que efectúan experimentos animales han encontrado casi imposible localizar a seres libres de tal contaminación. Los tres insecticidas más mortales son: El dieldrín, así llamado por el nombre de un químico alemán, Diels, es alrededor de 5 veces más tóxico que el DDT cuando se traga, pero 40 veces más tóxico cuando es absorbido por la piel en una solución. Es notorio por hacer efecto rápidamente y con terribles síntomas en el sistema nervioso, donde provoca convulsiones; El aldrin es un producto un tanto misterioso, porque aunque existe como entidad separada, posee una relación de alter ego con el dieldrín. Proyecta una sombra amenazadora sobre el futuro, la sombra de la esterilidad; EI endrín es el más tóxico de todos los hidrocarburos clorados. Aunque, desde el aspecto químico está bastante emparentado con el dieldrín, un pequeño cambio en su estructura molecular le hace 5 veces más venenoso.

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