Responsabilidades Eticas Del Empresarioo
Enviado por potra • 21 de Septiembre de 2012 • 1.663 Palabras (7 Páginas) • 575 Visitas
Responsabilidades Eticas del Empresario
Todos tenemos el deber de involucrarnos en el desarrollo del universo, cada uno según los dones y oportunidades que Dios le haya deparado. La encíclica “Sollicitudo rei Socialis”, de Juan Pablo II, indica lo siguiente: “Quien quiera renunciar a la tarea, difícil pero exultante de elevar la suerte de todo el hombre y de todos los hombres, bajo el pretexto del peso de la lucha y del esfuerzo incesante de superación, o incluso por la experiencia de la derrota y del retorno al punto de partida, faltaría a la voluntad de Dios Creador”. Los empresarios, por su posición privilegiada, tienen un deber moral particular en esta tarea.
La sociedad contemporánea está evolucionando a un ritmo veloz. Pareciera que uno de los cambios más importante atañe a las fuentes de poder, junto con la disminución de un Estado sobredimensionado, va apareciendo la presencia creciente de los empresarios, como grupo prestigioso e influyente. Esta tendencia probablemente continuará, y dará lugar a nuevas estructuras y ámbitos de influencia, no sólo a nivel laboral, sino nacional e internacional. Se está perfilando, para los empresarios cristianos, un gran campo de acción.
El Empresario como Creador Económico
Conceptual y etimológicamente, lo más propio del empresario, su contribución especifica a la sociedad es “emprender”. La palabra nos sugiere una serie de actitudes afines, que fomentan y cultivan: la iniciativa, la inventiva, la creatividad, la competitividad, la valentía para asumir riesgos, el espíritu de conquista. El empresario, es la medida de lo posible, debiera cultivar estas actitudes, mediante el perfeccionamiento personal, los estudios, una evaluación exigente consigo mismo, la comparación sana con otra persona, su rendición de cuentas personal ante Dios.
Cara a Dios, el empresario tiene un deber particular de no dejarse llevar por la indolencia, la pereza mental o laboral, la pasividad complaciente. Juan Pablo II dice: “La tarea del empresario puede muy bien ser comparada con la de aquel administrador del que nos habla el Evangelio, a quien su Señor exige cuentas de su trabajo. También a vosotros se dirigen estas palabras: Dame cuenta de tu administración (Lc. 16,2). Y junto con el Señor, nos interpelan los hombres, vuestros hermanos, que también están llamados a participar del patrimonio que Dios ha puesto, sobre todo, en vuestras manos. Sentid pues la gran responsabilidad que os corresponde. Pensad que todos esos bienes son el puesto de trabajo de tantos hombres y mujeres, son el futuro de muchas familias, son los talentos que habéis de hacer rendir en bien de la comunidad”
En primer lugar el empresario puede ser creador de oportunidades de trabajo. Paralelo al deber natural de trabajar, existe para todo hombre un derecho a encontrar trabajo.
La creatividad empresarial también se debe considerar en el contexto del buen uso del capital, pues la pasividad de este terreno puede incluso hacer ilegítimo el derecho de propiedad. La encíclica “Centesimus Annus” formula esta idea con las siguientes palabras: “ La propiedad de los medios de producción, tanto en el campo industrial como agrícola, es justa y legítima cuando se emplea para un trabajo útil, pero resulta ilegítima cuando no es valorada o sirve para impedir el trabajo de los demás u obtener ganancias que no son fruto de la expansión global del trabajo y de la riqueza social, sino más bien de su comprensión, de la explotación ilícita, de la especulación y de la ruptura de la solidaridad en el mundo laboral. Este tipo de propiedad no tiene ninguna justificación y constituye un abuso ante Dios y ante los hombres”.
Un empresario creador y cristiano ira poco a poco corrigiendo la simplificación de corte liberal, hoy tan extendida, que concibe como principal motivación del hombre de empresa el afán del lucro. De hecho, la iniciativa empresarial equilibrada contiene conjuntamente el deseo de ser útil, la entretención propia del juego de mercado, el servicio a la comunidad, la reducción de costos con mejora de calidad, que produce la tecnología y la competencia, y la obtención de beneficios. No se trata de puro altruismo, sino de considerar todos los elementos como una totalidad real, a la que el empresario cristiano da una dimensión de amor divino sobrenatural. Además, un trabajo bien hecho, o una empresa bien llevada, da modelos e ideas que imitar, beneficiando así a toda la comunidad.
No deberíamos dejar de lado, entre las manifestaciones de la capacidad creativa de los empresarios, la acción personal y gremial en el terreno publico. Por cierto, este criterio se aplica a todos los planos de la vida social, y no sólo al económico. Pero conviene recordar, en el ámbito específicamente económico, que la gestión empresarial depende en buena parte de lo que Juan Pablo II llama el empresario indirecto, en la encíclica “Laborem exercens”. Recuerda el Papa en este documento que la empresa se mueve en un contexto global de acuerdos e instituciones, que son consecuencia ya de la acción del Estado, ya de la comunidad internacional, ya de acuerdos generales a nivel empresarial o sindical, etc. Estos factores son tan determinantes que no se puede mantener ante ellos una actitud pasiva o marginal.
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