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Enviado por xavier631 • 26 de Septiembre de 2013 • 597 Palabras (3 Páginas) • 300 Visitas
La Aventura de Pensar
En La aventura de pensar se trataba de darle un repaso al pensamiento occidental de los últimos 25 siglos y eso ha hecho. De un tirón. O mejor dicho, en 26, pues tales son los pilares que le permiten ir saltando desde Platón y Aristóteles hasta Sartre y Foucault. Por descontado que la selección de pensadores es arbitraria. Pero qué antólogo se ha visto libre de tal acusación. Siempre habrá quien eche en falta a este o aquél, o que proteste por la exclusión de su filósofo favorito. A mí, por ejemplo, me hubiese encantado conocer la visión que tiene Fernando Savater de Montaigne porque seguro que me hubiese descubierto un buen número de aspectos que a mí se me escapan. Por ello, y puesto que se trataba de elegir lo mejor de lo mejor, en La aventura de pensar se advierten algunas ausencias notables, y también unas presencias que, como poco, resultan sorprendentes. Y entre estas últimas incluyo a Miguel de Unamuno y José Ortega y Gasset, y no porque considere que no son dignos de mención, o porque piense que su obra no tiene suficiente entidad, sino porque no es habitual encontrarlos entre los elegidos.
La explicación la proporciona el propio Fernando Savater en la Introducción: el proyecto original fue una serie de televisión sobre los pensadores que más han influido en la sociedad de principios del siglo XXI. Ahí es nada. Venderle a una televisión una serie de 26 capítulos en la que se hablará de forma digna y comprensible acerca de gente como Spinoza, Schopenhauer o Adorno. Contra lo que pueda parecer la serie se ha terminado sin contratiempos y la productora, la argentina Tranquilo Producciones, ya la tiene lista para su emisión.
Ese origen televisivo del proyecto explica suficientemente tanto el contenido de La aventura de pensar como la forma que se le ha dado incluso al ser pasada al formato libro. En principio, la pantalla de una televisión no es el lugar idóneo para desentrañar el pensamiento de Hegel o Wittgenstein, por poner dos ejemplos evidentes. El telespectador medio está tan habituado al lenguaje de la imagen que el concepto se le entrevista durante el breve espacio que media entre la pantalla y el oído, de forma que para cuando le llega al cerebro está hecho un verdadero lío. La única forma posible de llevar semejante empeño a la práctica era recurrir a una exposición clara, un desarrollo tranquilo y, por encima de todo, una capacidad de concisión sólo comparable con la necesidad de ir derecho a lo esencial y no enredarse en cuestiones poco relevantes.
No por casualidad, Fernando Savater goza ya de una prolongada experiencia docente y una no menos prolongada carrera como conferenciante, agitador, panfletista, combatiente de primera fila y escritor. O sea que a estas alturas ya no hay Heidegger que le arredre. Y ello es tan de agradecer como el ánimo que le pone a cada personaje.
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