Autoconciencia personal y descubrimiento de la verdad
Enviado por Nicolas Guelman • 9 de Febrero de 2016 • Apuntes • 5.449 Palabras (22 Páginas) • 226 Visitas
I. Autoconciencia personal y descubrimiento de la verdad
El ser humano no es una cosa más entre otras cosas; las cosas se determinan unas a otras; pero el hombre, en última instancia, es su propio determinante [...] después de todo, el hombre es ese ser que ha inventado las cámaras de gas de Auschwitz, pero también es el ser que ha entrado en esas cámaras con la cabeza erguida y el Padrenuestro o el Shema Yisrael en sus labios (Víctor E. Frankl, El hombre en busca de sentido).
1. Conocimiento de la realidad y antropología
Los distintos reduccionismos sean estos planteamientos conductistas,[1] estructuralistas,[2] sociobiológicos,[3] etc.[4] degradan al individuo humano al nivel del animal o incluso de la máquina[5] cifrando la diferencia entre el hombre y las demás especies animales a un conjunto de datos meramente cuantitativos. En efecto, luego del «reinado del alma», iniciado con Platón y metamorfoseado a lo largo de la historia, sobrevino la «venganza del cuerpo», la cual tendrá por brazo ejecutor a los materialismos del siglo XIX. Si bien vuelve a tomarse en consideración el concepto de mente reconociendo la existencia de aquello que otrora designaban los términos alma o espíritu,[6] la cuestión debatida pasa a ser sobre el quid sit, es decir aquella que intenta precisar si la mente es algo distinto del cerebro. Lo que aquí está en juego no es simplemente una cuestión dialéctica (mente-cerebro), sino que en verdad se está poniendo en cuestión que el hombre sea algo más que mero objeto. Si el hombre es más que algo físico (máquina) o biológico (organismo) habrá que dar razón de ese más, sea como se le llame (mente, psique, espíritu, conciencia, self, etc). Lo curioso es que comienza a escucharse un modo de hablar –también entre materialistas– que reconoce la existencia de propiedades nuevas e irreductibles a la física, la química o la biología.[7] El cerebro parece no poder explicar a la mente. Aunque haya quienes –como Laín Entralgo– afirmen la identidad de la mente-cerebro, creyendo incluso con ello, ser fieles a su fe en el Dios creador,[8] y se empecinan en rechazar toda distinción real entre el alma y el cuerpo –incluso la de Tomás– por considerarla dualista.
Como no puede ser de otro modo, la teología se interesa en el debate «mente-cerebro» adoptando una posición, tanto frente a las antropologías materialistas como a las dualistas, puesto que cree que el hombre es un sujeto de derechos inviolables; es el «tu» de Dios, creado a su imagen y amado por Él como fin, no como medio. Es un ser que por su libertad está exento de determinismos y ha de comportarse como sujeto –no objeto– capaz de respuesta libre: responsable, quien además posee una vocación y destino que sobrepasan la muerte y se concretan con la Resurrección. Pues bien, esto último confirma dos cosas: a) el valor del cuerpo (es inadmisible una lectura dualista); b) que el hombre es el ser anclado en la memoria divina. Por todo ello, la fe cristiana no puede aceptar las propuestas reduccionistas (teoría de la identidad psiconeural;[9] materialismo eliminativo;[10] programas de la inteligencia artificial (IA) fuerte y la robótica[11]) que parten de un reduccionismo ontológico que identifica la mente con el cerebro y, a fortiori, a éste con la máquina.[12] Pero tampoco acepta la propuesta dualista aunque las razones de fondo por las cuales se propongan sean humanísticas.[13] Puesto que si bien se afirma la existencia de la mente,[14] la cual es una entidad dinámica-relacional,[15] encarnada[16] sin embargo es presentada por los distintos dualismos como independiente en relación para con el cuerpo,[17] haciendo recaer en suma el «pondus» del «yo» en la mente. Ella «es el ejecutante cuyo instrumento es el cerebro», «actúa, sufre, evoca el pasado y planea y programa el futuro, espera y dispone» y además es quien «toca el cerebro del mismo modo que un pianista toca el piano».[18] Como vemos el hombre del dualismo se acerca considerablemente al robot-humano del fisicalismo, ya que la res extensa (el cuerpo/el hardware) es un mecanismo gobernado por la res cogitans (la mente/el software).
En suma, el hombre es cuerpo pero no es sólo cuerpo es también «alma». Pues bien, lo que se quiere significar con esta «idea» es insustituible para la teología.[19] Con ella, se expresan y tutelan una serie de mínimos antropológicos innegociables para la fe cristiana. Tales mínimos son fundamentalmente dos: la irreductible singularidad del ser humano (el hombre vale más que cualquier otra realidad mundana) y su apertura constitutiva a Dios.[20] En los cuales a su vez se incluyen las notas de libertad, personalidad, validez absoluta de cada hombre, y la capacidad de trascender el mundo y el tiempo, propias de su condición encarnada. De modo que quien quiera declararse personalista no podrá pasar por alto la significación del concepto alma, ya que con esta idea se involucran principios y valores no meramente teóricos, sino incidentes en la esfera social y política. En efecto, si como hacen las antropologías fisicalistas o biologistas –que reducen toda la realidad a lo material predecible–, se comienza negando la libertad del hombre, ¿cómo podrá seguir hablándose de libertades sociales?. En definitiva, si quiere defenderse el valor singular del hombre «no puede eludirse el plano de lo ontológico [… por ello] habrá que esclarecer el problema del alma, entendiendo por tal, el problema de la constitución ontológica del ser humano».[21] Si ha de afirmarse que el hombre vale más (cualitativamente hablando) que cualquier otra realidad mundana, es porque dicha afirmación se apoya en un plus de ser.
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