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Concepciones y prácticas institucionales en el campo de la Salud Mental: lo normal, anormal y patológico


Enviado por   •  15 de Agosto de 2023  •  Ensayo  •  3.383 Palabras (14 Páginas)  •  223 Visitas

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Arianna Michell Castañeda Ponce

GRUPO SH03P

Concepciones y prácticas institucionales en el campo de la Salud Mental: lo normal, anormal y patológico

El problema de los trastornos mentales a lo largo de la historia se ha visto atravesado por un sinfín de ideologías de acuerdo a la época, mismas en las que de acuerdo a aquello que proliferaba, háblese de tratos y pensamientos, es como se abordaban dichos problemas. Desde siglos muy atrás, se ha tenido la falsa creencia de que los desordenes mentales son símbolo de impureza y de anormalidad, que representan un peligro para aquellos que conviven con quién tiene el padecimiento y que por lo tanto es necesario alejárseles de la sociedad, reducirlos a un espacio en el que no puedan causar disturbios o amenazar el orden preestablecido. De la mano de esto, vienen los conceptos de normalidad, anormalidad y patología, ya que este ultimo es como se le conoce a los problemas mentales en el plano psiquiátrico. Pero es entonces que surge la pregunta, ¿qué es lo patológico? ¿lo anormal es aquello que desafía a una estructura considerada como lo “correcto”?

Para poder pensar más detenidamente dichos cuestionamientos es menester abordar las posturas de aquellos autores que nos presentaron sus tesis al respecto de dichos tópicos, como es el caso de George Canguilheim, mismo que a través de su libro “Le normal et le pathologique” (1966) nos habla, precisamente, sobre sus propias teorías en relación a lo considerado como normal. Siguiendo esta misma línea, resulta prudente traer a Michel Foucault, quién aborda el tema en su texto “Los anormales”, “Incorporación del hospital a la tecnología moderna” en La vida de los hombres infames; y en “Historia de la locura en la época clásica”. Entonces, con la ayuda de los escritos antes mencionados, presentaré una reflexión acerca de la aparición de lo normal y anormal en los discursos y prácticas institucionales.

Canguilheim realiza una critica a los conceptos de normal, anormal y patología, definiendo lo normal desde dos puntos distintos: el primero de ellos alude a que se trata de algo que está conforme a la regla, lo regular, aquello que es como debe ser; y el segundo apela más a la etimología de la palabra, en la que lo designa como algo que permanece justo en el medio, ya que la norma se define como la escuadra[1]. Ahora bien, nos introduce a un nuevo concepto que aparece inmediatamente después, lo normativo desde la mirada biológica, mismo que para él puede ser pensado únicamente a partir de la relatividad individual, en otras palabras, que el individuo debe tomarse a sí mismo como una especie de punto de referencia en relación a las diferentes condiciones del ambiente al que pertenece.

Al hablarnos de normatividad biológica indirectamente nos sumerge en el plano de la medicina, en la que lo normal es considerado como lo que está funcionando de acuerdo a lo establecido, como si se tratase de una máquina que está programada para trabajar de cierta forma y cuando deja de hacerlo significa que una de sus partes se ha atrofiado y por lo tanto ya no sirve igual. Precisamente en el análisis de las implicaciones lógicas del principio de “patología”, Canguilheim considera que el estado patológico es una modificación de un estado fisiológico normal, es decir, que lo normal en condiciones dadas puede convertirse en patológico si estas condiciones cambian y el individuo se mantiene igual. Estar sano y ser normal no son equivalentes, porque lo patológico es una especie de normalidad.

Canguilheim señala que el enfermo pierde su capacidad de instituir normas en diferentes condiciones, pero tal hecho no significa que quede carente de normas, sino que más bien su forma de normalización no corresponde con las condiciones actuales de existencia, es decir, el enfermo es incapaz de ser normativo (Canguilheim, 1971). Si consideramos su concepto de normalidad como la capacidad que tiene el individuo viviente de instituir normas y de llevarlas a cabo, entonces podemos entender a la patología como la perdida o reducción de tal capacidad normativa; ambos se tratan de conceptos a los cuales no se les puede reducir cuantitativamente, no se tratan de una medida o de una estadística que deba ser tratada por las ciencias cuantitativas².

Lo anterior me remite a las ideas propuestas por Foucault en la nave de los locos, en donde la enfermedad y las anormalidades hacen aparición. El nombre surge gracias a que durante la época de la Edad Media, las personas con problemas mentales eran vistas como algo que lo que se debía huir, gente que debía ser mandada lejos, y así lo hacían; eran enviados en grandes embarcaciones a otros pueblos escasamente poblados, estos navíos transportaban a los locos de la ciudad. De acuerdo con Foucault (1993) esta figura del loco aparece inmediatamente después de que los antiguos males de la lepra desaparecen a medida que se desarrollaron nuevas prácticas médicas para erradicarla que luchaban por una visión más esperanzadora de las condiciones de vida, reforzándose la idea de la locura como enfermedad mental y biológica. Los lugares a los que eran llevados los enfermos de lepra fueron convertidos en instituciones que encerraban a delincuentes, indígenas y enfermos mentales. El encierro, aquello que tuvo lugar para los leprosos y que fue aplicado a gran escala durante esos siglos, se da como justificación ante la necesidad de corregir, de mejorar, de conducir al arrepentimiento y de producir el retorno de los buenos valores y los buenos sentimientos que se buscaba fueran la base de las sociedades.[2]

Me resulta bastante interesante pensar en estas cuestiones, y sobre todo analizar la visión que se tenía en aquel entonces sobre un problema mental. Se les asociaba con la oscuridad y la brujería mala, la imagen del loco era demoniaca y aterradora; personas que no temían a la muerte debido a que su existencia era relacionada con la extinción del mundo y la aparición de todo tipo de seres divinos que mandaban males a esos cuerpos. La enfermedad de la locura simulaba un peligro para todo el mundo social que coexistía con ellos, por lo que como hice mención con anterioridad, el aislamiento completo y el encierro era el único destino para estas personas. Es a partir de este punto que la figura hospitalaria, más precisamente la medicina psiquiátrica, ha de ser su entrada en el mundo.

Antes de ser una especialidad de la medicina, la psiquiatría se institucionalizó como dominio particular de la protección social, contra todos los peligros que pueden venir de la sociedad debido a la enfermedad o a todo lo que se puede asimilar directa o indirectamente de esta. Para que dicha disciplina pudiera funcionar como “reguladora de la normalidad” fue necesario establecer la pertinencia esencial y fundamental de la locura al crimen y el crimen a la locura (Vásquez, 2012)⁴. La medicina mental debía justificarse como poder y ciencia de la higiene pública mostrando que era capaz de advertir, aún donde nadie más puede verlo, cierto peligro; demostrando que si puede hacerlo, es en la medida que se trata de un conocimiento médico. La psiquiatría se dio a sí misma una especie de reconocimiento que validaba su soberanía, su poder y su saber; yo soy capaz de identificar una enfermedad, de encontrar signos de esto y aquello que aún no es señalado, y que nadie más puede.

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