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EL LLANTO DEL NIÑO REY


Enviado por   •  9 de Junio de 2017  •  Resumen  •  1.843 Palabras (8 Páginas)  •  216 Visitas

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Pelé

El rey de la Pelota

SUMARIO

EL LLANTO DEL NIÑO REY     11

EL GOL ANTOLÓGICO            19

EL CORAZÓN DEL REY           27

CAZADO EN LA CANCHA       35

LA REINA Y EL REY                 43

EL PUÑETAZO DIVINO          51

EL MILÉSIMO GOL                 59

LA ÚLTIMA COPA                  67

EL ATLETA DEL SIGLO           75

100 AÑOS EN EL MARACANÁ     83

FOTOGRAFIAS                       91

EL LLANTO DEL NIÑO REY

        Brasil venía de dos derrotas, el fracaso de 1954 en Suiza y la pérdida de la Copa del Mundo, en pleno Maracanã, en 1950 para el valiente Uruguay. Esta derrota en casa que hasta los días de hoy quema el alma brasileña en un ardor inconmensurable y parece que nunca se acabará, a no ser que se realice otra Copa y se repite la misma final y, de esta vez, ganemos. Pero con todo, seguramente dirán los apasionados uruguayos que terminará en un 1 a 1. Entonces será necesaria una tercera decisión para el desempate.

        Pero, en 1958, la Jules Rimet sería de Brasil. De paso, mostraría al mundo joven rey, que nació en la tranquila Três Corações, Minas Gerais, descendiente de esclavos traídos de África durante tres siglos de esclavitud que, a miles sufrieron con los latigazos y los suplicios en los hierros, cuyos padres Doña Celeste y el Señor Dondinho, hicieron un homenaje a Thomas Edison, el inventor de la lámpara incandescente, llamándolo Edson Arantes do Nascimento, y, como quien le prestó su nombre, ilumino el mundo con su majestuosa arte de jugar fútbol.

        Y fue justo por allá por los lados de Escandinavia en la fría, rica y civilizada Suecia, que aquel joven negro, a los 17 años, empezó su reino; sabemos por aquí que para se un rey de verdad, sólo en la África tribal o en monarquías europeas. De África, él traía la sangre noble y milenar de los reinos de Mina, Benim, Guinea, Cabinda, Benguela, Congo y Mozambiue, o sea, era el “rey nato”, pero tenía que reinar en otras civilizaciones, conquistar el mundo y debe haber pensado lo grande que sería su tarea: un negro brasileño, descendiente de esclavos, reinando soberanamente en todos lo continentes, para todos los pueblos y pasiones.

        Con la intuición divina de los seres predestinados, luego se encontró con su eterna compañera: la pelota e hicieron un pacto de amor y fidelidad. Él la llevaría a todas partes, campitos, estadios y los monumentales escenarios del fútbol por todos los países donde sería reverenciada y reconocida como el principal invento de la humanidad y la más fiel de las amantes y con su forma arrendondada y sublime, lo tornaría el más grande los jugadores, entre tantos genios de la pelota en todos los tiempos.

        Entonces escogieron la aristocrática Suecia, siglos de tradiciones y historia, con un pueblo tan amante del fútbol como nosotros del tercer mundo, los brasileños, latinos y soñadores. Era un lugar bastante apropiado para que aquella corte se instalara, ante una monarquía secular. Pues, quien iría reinar no sería uno de aquellos nobles son ojos de jade y sangre azul, al contrario: sería un niño pobre, un brasileñito un poco delgadito, con un apodo extraño, descendiente de esclavos y que se derramaría en lágrimas así que lo anunciaron como el elegido.

        Empieza la Copa del Mundo sin que nadie, pero verdaderamente nadie, imaginaria que entre tantos atletas capacitados para el trono del Rey del Fútbol, delante de la realeza local y de los seleccionados de innumerables países ricos y poderosos, que en un parpadear de ojos pudieran solucionar los problemas de la humanidad y con otro intervenir junto a la Federación Internacional de Fútbol (FIFA), que aquel negrito vivaracho, ansioso como una gacela, impetuoso como el viento, sagaz como un gato y obediente como un cordero, además de exhibir dos bellos y espabilados ojos, labios espesos y un peinado criado por su padre fuera el elegido.

        Antes del Mundial en Suecia, si alguien afirmase que aquel joven negro, convocado por la clarividencia del entrenador Vicente Feola, encantaría –a la realeza, al pueblo, se consagraría campeón y sería el Rey del Fútbol al mismo tiempo, podría ser dado como loco, pues podría pasar de todo menos aquello y, principalmente, con el mismo personaje. ¡Pero pasó! Señores un milagro ocurrió en la fría Suecia en el sagrado año de 1958, que será recordado en dos, tres mil años. Un negro brasileño fue coronado Rey del Fútbol a los 17 años y 249 días, delante de la realeza europea, ante los ojos maravillados de otras selecciones y de los extasiados oídos en todos los continentes. Era el niño rey, un poco lloroso, es verdad, pero un verdadero rey. Tal vez en la historia de la humanidad ningún otro fue coronado y ovacionado tan merecidamente por todas las naciones, continentes y súbditos por donde pasó. Era el Rey Pelé.

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