La clasificación, por diferentes fuentes de investigación
Enviado por gabbylink • 3 de Octubre de 2015 • Trabajo • 4.321 Palabras (18 Páginas) • 147 Visitas
Evaluación
La clasificación, por diferentes fuentes de investigación, del grado de severidad de la pedofilia coincide con la clasificación dicótoma que hemos usado con la condición anterior de Perpetrador de violación sexual, y consiste en dividir a quienes padecen de esta parafilia en dos niveles de intensidad, con correspondientes pronósticos respectivos. La terminología de la clasificación de los pedófilos varía de autor en autor, pudiendo denominarse a los subtipos en diferentes escritos profesionales pedofilia de tipo exclusivo versus de tipo no exclusivo (APA, 1994), pedofilia de preferencia versus situacional (Howells, 1981), pedofilia invariante versus pedofilia psiconeurótica (Glasser, 1990), o pedofilia fijada versus pedofilia regresiva (Groth, et al, 1982). En resumen, los pedófilos se clasifican nosológicamente según si su interés sexual en niños es primario y casi exclusivo, o si experimentan un interés sexual secundario en los niños que coexiste con un interés mayor hacia los adultos. El pedófilo primario se presenta clínicamente como persona inmadura, y muestra, además de su interés casi exclusivo en los niños, unas emociones infantiles, propias de la niñez, en las cuales dominan la impulsividad y el egocentrismo. El contacto sexual con adultos les provoca ansiedad y sensaciones de inadecuación. Nosuelen tener sensaciones de culpabilidad por sus actos pedófilos y reinciden crónicamente durante toda la vida, o una gran parte de ella. En cambio, el pedófilo de segundo grado o pedófilo secundario, como le llamaríamos nosotros, presenta un desarrollo emocional más robusto y, por tanto, menos egocéntrico, y es capaz de mantener relaciones sexuales satisfactorias con adultos. Sin embargo, durante momentos difíciles de su vida, cuando experimenta estrés ambiental, padece de un estado anímico depresivo o encuentra obstáculos a la intimidad en su relación conyugal, sufre una regresión que facilita la búsqueda del consuelo en una relación infantil. La conducta pedofílica de esta segunda categoría es reactiva, esporádica y conlleva sentimientos de culpa y remordimientos en el perpetrador.
Tratamiento
El tratamiento clínico de la pedofilia, igual que el de la violación sexual, implica temas legales y éticos tales como el deber de informar a las autoridades de un caso activo de abuso de un menor, la obligación d(como el estímulo desagradable de oler amoniaco o el de imaginar ser detenido por la policía) está combinado con la práctica de la masturbación (u otras actividades placenteras) asociada a imágenes que incluyen una relación sexual y afectuosa con un adulto. Mientras que el contracondicionamiento es opcional con el pedófilo de segundo grado, es imprescindible para el tratamiento del pedófilo de primer grado. El efecto del contracondicionamiento puede tardar unos meses en reducir el riesgo del comportamiento pedófilo, y es prudente en casos en los cuales el paciente no está encarcelado considerar emplear temporalmente un fármaco capaz de suprimir parcialmente el interés sexual. El paciente a estar en terapia por orden judicial, etc. Son temas que no siempre permiten una interpretación clara de las responsabilidades legales u ontológicas del clínico. Hace poco nos pusimos en contacto con las autoridades estadounidenses del Estado de Maryland, pidiendo una interpretación de los estatutos de aquel estado respecto al deber legal de un profesional sanitario de informar a las autoridades de cualquier caso de abuso sexual de menores que le viene a su aparecer. Como se puede prever, una ley así de extensa, la cual no reconoce el imperativo ético de mantener la confidencialidad para fines terapéuticos, crea grandes obstáculos para el tratamiento del pedófilo. En una carta, dirigida a la comisión de ontología del Estado de Maryland y al parlamento que redactó la ley actual de aquel estado, explicamos un caso en el cual recibimos una llamada anónima a nuestra clínica de un señor de unos 40 años, quien deseaba entrar en terapia para tratar una pedofilia de toda la vida. Él admitió haber abusado sexualmente de varios menores en el pasado, y expresó el deseo de recibir tratamiento psicológico para evitar la reincidencia. Preguntó a un miembro del nuestro equipo si tendrían los profesionales de la clínica cualquier imperativo legal de denunciarlo a las autoridades. El psicólogo que recibió la llamada inicial tuvo que informarle que según la ley del Estado de Maryland un clínico está obligado a denunciar todos los casos de abuso sexual de menores que llegan a su conocer. En efecto, para recibir tratamiento, este individuo tendría que someterse al riesgo de castigos penitenciarios severos. Por supuesto, el señor no estaba de acuerdo con estas consecuencias, y no entró en terapia. Poco después de recibir esa llamada, nuestra clínica se puso en contacto con las autoridades de Maryland y pidió que nos interpretaran la ley respecto a este caso en concreto. Les preguntamos si habría alguna provisión para tratar a ese señor, y muchos otros como él, sin denunciarlo de antemano. Desdichadamente, la comisión de ontología nunca nos contestó. También nos pusimos en contacto con el senador que introdujo la legislación actual en el área del código penal para los perpetradores de abusos sexuales contra los menores, otra vez pidiéndole cómo la ley actual contemplaba casos como el de arriba. El senador, por muy honorable que sea, nunca respondió. De hecho, no nos sorprendió la falta de respuesta de las autoridades, porque la cuestión es verdaderamente complicada, y ellos han buscado una ley sencilla y tajante. ¿Cómo podrían contestar, sin admitir las deficiencias de su código, y, así, comprometerse, en un caso de carne y hueso que pedía una gestión humana y no institucional?. El psicólogo que trabaja en el campo del tratamiento de las parafilias ha de estar bien enterado de la legislación pertinente en su jurisdicción. No obstante, como el ejemplo anteriormente expuesto demuestra, las leyes actuales no siempre facilitan el tratamiento de esta población, y las autoridades suelen huir de esta realidad en su afán de castigar sin, en muchos casos, remediar. Una gran parte del tratamiento para el paciente que padece una pedofilia secundaria se basa en recalcar el daño que la explotación sexual de menores causa en la víctima. Como este grado de la pedofilia se caracteriza por remordimientos por parte del perpetrador, el hecho de destacar las secuelas que la explotación sexual desencadena en el desarrollo de una persona de corta edad puede penetrar las defensas de negación y racionalización que se suelen ver con esta población de pedófilos. Como la conducta explotadora en la pedofilia de segundo grado es, en gran parte, el resultado de determinadas frustraciones en la vida del perpetrador, es posible la identificación de los estímulos que disparan los impulsos pedófilos, y así prevenir su eventual expresión. Si a un paciente le resulta más probable pecar cuando, después de un periodo relativamente austero en sexualidad con su esposa, bebe alcohol, esa persona podría vigilar el alcohol durante los periodos de frustración sexual. También de gran utilidad en la terapia de la pedofilia secundaria es cualquier intento de resolver conflictos crónicos que predisponen a la persona a reincidir. En un caso como el que se acaba de exponer, una terapia sexual dirigida a la pareja trataría de reducir la privación al coito y, así, procuraría incrementar la satisfacción sexual entre los adultos, dando, en potencia, una ventaja en el tratamiento de la pedofilia. De igual manera, tratando el alcoholismo, la timidez, el aislamiento social o el matrimonio desierto de afecto serían intervenciones terapéuticas esenciales cuando se comprueba que la conducta pedofílica está condicionada por factores de estrés específicos.
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