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MI TRISTEZA


Enviado por   •  24 de Marzo de 2016  •  Ensayo  •  781 Palabras (4 Páginas)  •  214 Visitas

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MI TRISTEZA…

Aquella noche lloró mi tristeza, después que logré comprender que perdía el tiempo mío y abusaba del tiempo de otra persona, obligándole a escucharme. Si los males y pesares son míos, ¿ por qué lamentarme si no encuentro consuelo y sólo una simple explicación a lo que me sucede ?

Pero esta tristeza era mía y le daba muchos cuidados, me acompañaba noche y día y estaba presente como mi sombra, que, aunque no haya luz, se proyecta y allí está. Ella nació en forma espontánea y siguió creciendo, fuerte, hermosa y llena de sorpresas..., pero era eso, tristeza.

Y se hizo una parte de mi carne y juntos íbamos enfrentando el mundo que nos rodeaba y que algunas veces, ese mundo extraño me sonríe y otras, no me reconoce. Esta tristeza se alojó en mi corazón y era bondadosa, como era antes mi corazón, que amaba y reía y a todos, pretendía hacer feliz, quizás si algún día lo logró o bien, todo era falsa ilusión.

Y cuando conversábamos, mi tristeza y yo, nuestros días estaban llenos de bellos recuerdos, que en forma ilusa los creí y por las noches a la puerta de mi jardín, nos sentábamos a mirarnos y mudamente permanecíamos, pues ambos sabemos que las aguas no se detienen ni retroceden.

Mi lengua, otrora era ágil, suave y llena de las chispas embriagadoras de la vida y cautivaba en su hablar. Contaba de las mil maravillas del mágico mundo que a través de mi vida he logrado conocer, porque no soy humilde y de algo estoy cierto... de lo que he aprendido tanto en los libros de los sabios como lo que me ha brindado la generosa vida..., estoy seguro y defiendo mis conocimientos, pero mi muda tristeza solo me miraba como es ella..., triste, porque a veces no entendía mis raros lenguajes ni tampoco, mis galimatías, como algunos otros y esbozaba una crítica sonrisa.

Cuando mi tristeza (que no era como es ahora) y yo cantábamos juntos, mis amigos venían muy curiosos hasta mi largo jardín para escucharnos, porque nuestros cantos eran dulces, agradables y llenos de fuerzas y de emoción, con sabor que deleitaba, porque nuestras melodías estaban llenas de grandes esperanzas, de fe y solidaridad.

Y cuando caminábamos juntos, mis amigos nos miraban con ojos llenos de amabilidad y comentaban y cuchicheaban entre ellos con bondad y afecto, que creía eran sinceros y llenos de comprensión y de cariño verdadero. Algunos nos envidiaban, pues mi tristeza, pequeñita, era noble, pura como el agua de las montañas que besa las raíces de las plantas con mucha dulzura y acaricia sus tallos y yo, me sentía orgulloso de tener una tristeza melancólica y paciente.

Ahora, con mucho dolor siento que ha muerto de a poco mi tristeza y me he quedado solo con mis reflexiones, muchas veces locas y disparatas, propias de un demente ( de esos que existen en todos los lugares) , amigo

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