Orientación Vocacional en la Infancia
Enviado por Carlos Egoávil Verástegui • 22 de Diciembre de 2017 • Ensayo • 2.630 Palabras (11 Páginas) • 270 Visitas
CARENCIA AFECTIVA TEMPRANA
En mi labor como médico psiquiatra y psicoanalista asesor del Servicio de Neonatología del Hospital San José de Santiago de Chile, pude constatar que hay un grupo de Recién Nacidos que no son reclamados por sus familias de origen y quedan abandonados en el sistema asistencial chileno. Son generalmente hijos de madres adictas a alcohol y/o drogas. Son Recién Nacidos cuyas madres no manifiestan un comportamiento de afecto sostenido por ellos, no los visitan, no se hacen cargo de sus cuidados. Asimismo, una proporción de estos niños no son asumidos por el grupo familiar ampliado de la pareja de origen, y por lo tanto no tienen a ningún familiar que se haga cargo y los acompañe durante su hospitalización. En resumen, son lactantes que quedan hospitalizados en un estado de aislamiento afectivo.
El personal médico a su cargo, numeroso y diverso, se desempeña en un esquema rotativo y su labor está centrada en la sobrevivencia y atención de sus necesidades fisiológicas. Al ser dados de alta del recinto asistencial, son llevados a una casa de acogida de lactantes cuyo personal funciona igualmente con un esquema rotativo, el pequeño se encuentra a cargo de un grupo numeroso de funcionarios que se turnan en su alimentación, muda y estimulación temprana.
A lo largo de su institucionalización temprana, primero en el recinto asistencial y luego en la casa de acogida, estos niños desarrollan irremediablemente un cuadro de carencia afectiva crónica temprana. El cuadro de hospitalismo descrito por Spitz corresponde al modelo histórico de la Carencia Afectiva Crónica en el medio institucional. El equipo asistencial de estas instituciones tiene la difícil tarea de atender a muchos niños, con un tiempo de estadía variable y con una rotación del personal. Este sistema de trabajo no favorece dos aspectos relacionados entre ellos y cruciales para el acompañamiento afectivo de estos menores. La continuidad en el tiempo en el cuidado de estos menores y el fomento de una real y genuina investidura afectiva hacia cada uno de ellos.
Estamos en el terreno de la miseria afectiva, de la carencia absoluta de un adulto estable y comprometido emocionalmente con el menor que propicie su desarrollo psíquico y orgánico. Conocemos, a través de los trabajos pioneros de René Spitz y de muchos otros investigadores en el ámbito de la infancia temprana, las consecuencias de esta privación temprana: la depresión del bebé, el retraso en su desarrollo, el incremento de su vulnerabilidad psicosomática, y en los casos más graves, el compromiso multisistémico, el marasmo y la muerte del menor.
El Servicio de Neonatología no implementaba ninguna medida de cuidados especiales en relación a sus necesidades afectivas, de modo que el abandono inicial de sus padres de origen se perpetuaba y se reeditaba día a día durante su período de hospitalización, con las graves consecuencias ya señaladas. Y sabemos que esta triste y dolorosa realidad se reitera en otros centros hospitalarios de la capital y en regiones.
Este hallazgo me ha llevado a realizar una difusión de esta problemática y a instalar dos modelos de trabajo con estos niños que tienen el objetivo de mitigar y prevenir el desarrollo del cuadro carencial. Están ejecutándose y cuentan con la participación de un equipo multidisciplinario. Su implementación ha sido posible gracias al apoyo del Servicio de Neonatología del Hospital San José, el equipo de Chile Crece Contigo del mismo recinto asistencial, la Fundación San José y la Fundación Chilena de la Adopción.
En este trabajo, abordaré solo uno de los modelos de intervención, me referiré al modelo de los Cuidadores Temporales. Describiré el encuadre de trabajo con estos niños y presentaré una breve viñeta clínica.
El daño que se le infringe tiene relación con la ausencia de una figura estable y emocionalmente disponible para construir junto al menor una relación de afecto genuina y mutuamente significativa. Esta posibilidad es difícil de implementar por el modelo institucional vigente, el cual fomenta las defensas de aislamiento emocional y disociación del equipo médico y del personal de la fundación de acogida.
Estas consideraciones me llevaron a programar una intervención por especialistas ajenos al servicio. Un profesional externo podría protegerse de mejor modo de las identificaciones proyectivas masivas que reciben los integrantes del equipo médico desde sus colegas, de los padres de los bebés hospitalizados y de los propios niños sumergidos en fuertes estados de angustia primitiva. Además, una preparación previa y el soporte emocional de un grupo de estudio a lo largo de su experiencia de cuidado del menor podrían favorecer que este profesional preserve su capacidad empática con el niño a su cargo. O dicho de otra manera, este encuadre podría favorecer la instalación de defensas más flexibles y ocasionales, que no comprometan en exceso la capacidad de vincularse genuinamente con él, y que no interfieran en el despliegue de su capacidad de reverie.
Instalamos un modelo de cuidados centrado en las necesidades emocionales del niño y en contraste a la actitud defensiva y enajenante del trabajo institucional, creamos las condiciones para la instalación de un profesional sensible y dispuesto a dejarse impresionar por el lactante, abierto a dar y recibir afecto.
El acceso directo a estos niños constituye una oportunidad única y estimulante. Apoyándome en el modelo de las Observaciones de bebés, consideré que podemos hacer coincidir las ansias de contacto afectivo del menor con el deseo del Psicólogo clínico de formarse y aprender sobre psiquismo temprano. Propuse un modelo que une estas necesidades homólogas y donde ambos integrantes de esta díada, bebé y cuidador, se necesitan uno a otro y se benefician de esta vinculación afectiva.
Una vez detectada su condición de abandono, el bebé queda asignado a un Cuidador Temporal que realiza al menos una visita diaria, los siete días de la semana. El horario de cuidados se adecúa a los ritmos de vigilia y alimentación del infante. El tiempo mínimo de permanencia cerca del niño es de una hora, pero en la práctica suele prolongarse a una visita de 11/2 a 2 horas al día. En ese período de tiempo, asume tanto sus cuidados físicos, alimentación, baño, muda y conciliación del sueño como sus necesidades emocionales. Cumple esta labor en el hospital y en la fundación de acogida del lactante, hasta la entrega del menor a su familia definitiva. La duración de este cuidado y acompañamiento es incierta, varía de acuerdo a las circunstancias particulares de cada niño y en la práctica actual se prolonga aproximadamente entre los 6 y 14 meses.
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