Psicología en Pandemia
Enviado por agustinagonz • 11 de Septiembre de 2022 • Ensayo • 3.554 Palabras (15 Páginas) • 57 Visitas
Psicología y Comunicación - González Altube Agustina
COVID-19 en lo personal y lo social
En un principio parecía algo lejano y ajeno. Un problema en China, luego en Europa, luego en América del Norte. Con el correr de los días el Coronavirus (COVID-19) fue invadiendo todos los rincones del mundo y el 11 de Marzo la Organización Mundial de la Salud lo declaró pandemia.
Repentinamente nos encontramos ante un fenómeno inesperado que “inauguró un quiebre con toda una forma de vida” (Lutzky, 2020) y demostró que la realidad en la que estábamos sumergidos ya no estaba funcionando. Este acontecimiento ha impactado profundamente en la psicología humana, tanto por la cantidad de personas a las que afecta, así como por las esferas de la vida en las que influye.
A partir de la mirada existencialista de Sartre y Levinas postulada en “La Sabiduría del amor” de Finkielkraut (1999) y del estudio psicoanalítico de Freud en “Psicología de las masas y análisis del yo” (1921) se llevará a cabo un breve análisis sobre como la pandemia y los acontecimientos de los últimos 5 meses han modificado las subjetividades a nivel individual y social.
Existir con nosotros distanciado de los otros
Frente a un virus desconocido que amenaza a la población mundial ha sido necesario que los gobiernos tomen profundas medidas para preservar la salud de todos. Sin embargo, esto ha alterado otros aspectos en la vida de las personas, como el encuentro con los demás y la relación con el ser. Dos enredos que son centrales en la filosofía existencialista.
El aislamiento social, preventivo y obligatorio de los últimos 120 días nos retrotrajo a todos a un encierro y a un encuentro con nosotros mismos. La separación física del mundo exterior para evitar contagiar y ser contagiados nos enfrentó con nuestra propia realidad individual de la cual es imposible escapar: existimos y esa existencia es “un encadenamiento de uno mismo con uno mismo” como sostiene Levinas (en Finkielkraut, 1999, p.16). Despojados del “hay que hacer” propio de la rutina cotidiana, nos encontramos con un nuevo presente en el que ese “hacer” se vio limitado por una amenaza externa. Lo que nos quedó fue un “hay que ser” al que cada uno desde su propia realidad hogareña buscó darle un sentido. Un nuevo “hacer“ para ese “ser” en un intento de no experimentar lo mismo que un niño cuando está solo en la oscuridad.
En un mundo capitalista y neoliberal, de constante producción e insomnio, el frenar era algo impensado. Ahora, forzados a hacerlo, nos encontramos con una paz y un denso vacío que generan un alboroto interior. “En medio del silencio más puro, cuando están suspendidas las actividades cotidianas” (Finkielkraut, 1999, p.19) nos enfrentamos cara a cara con el evento del ser, con la existencia incesante que nos envuelve.
Sin embargo los sujetos que atravesamos durante el confinamiento esta experiencia similar a la vivida por un niño durante el silencio nocturno no logramos superarla con la luz de la mañana siguiente. El ser que habitualmente se cubre con un velo durante el día, desparramado en realidades distintas y que se desenvuelve junto a otros seres ya no puede estar presente en esta nueva realidad. Ya no hay otros. Aislados, encerrados en nuestros hogares para protegernos, nos encontramos cautivos externa e internamente. Nuestra conciencia se encuentra atrapada en nuestra propia identidad y no hay realidad material que nos permita huir de ese lazo inicial del que ahora somos conscientes. Se pierden los límites entre el día y la noche para muchos y se buscan nuevos “deberes” para sobrellevar la inevitable existencia a la que estamos encadenados.
Auge de masa madre, tutoriales de todo tipo, entrenamiento en casa, clases de yoga y meditación. Una enorme variedad de actividades comenzaron a ser furor dentro de cada hogar en un intento de llenar el vacío interior. El vacío de la soledad, de la falta de encuentro con nuestros afectos. Por que como sostiene Sartre, somos seres sociales antes que seres racionales. Nuestra identidad se legitima a partir de los otros: “yo soy en tanto soy con el otro”. Es la caricia y la mirada de los otros la que moldea nuestro ser, la que nos libera de nuestro propio encierro. (Finkielkraut, 1999, p.22). Y durante el aislamiento social, la ausencia de contacto visual y físico se ha hecho sentir con fuerza, principalmente en nuestra sociedad, acostumbrada a los besos y abrazos, a los encuentros afectivos semanales y hasta a compartir unos mates entre amigos o desconocidos. Todo era intercambio de momentos, de palabras, de emociones. Intercambio entre vínculos reales que se vieron reducidos a lo virtual. Las maquinas han sustituido todo contacto y todo contagio entre seres humanos y se han degenerado las relaciones interpersonales. “Nuestro prójimo ha sido abolido” (Agamben, 2020, p.33).
El crecimiento exponencial de video llamadas por múltiples plataformas audiovisuales refleja la necesidad de los sujetos de mantener un vínculo con los demás, aunque sólo sea a través de la pantalla. Porque el encuentro con otro desatasca al sujeto, lo desocupa de sí mismo y así lo libera del fastidio y del peso de su propia existencia. Es a partir de ese contacto que se rompen las cadenas que atan el yo a sí mismo. (Pág. 24) En palabras de Levinas: “la relación social es el milagro de la salida de sí mismo”. Es el encuentro con los demás uno de los aspectos ausentes que más ha anhelado recuperar la sociedad durante el confinamiento al punto de, en algunos casos, priorizarlo a pesar de poner en riesgo su salud o tener problemas con la justicia. Un claro ejemplo de que “la realidad humana es social antes de ser razonable” (Pág. 22)
A su vez una enorme cantidad de memes, videos, chistes y stickers circularon por las redes sociales dándole un toque de humor a este contexto tan difícil. Contenido compartido y viralizado que no sólo ha sido utilizado con un fin humorísticos si no también con el objetivo de compartir e intercambiar risas, miedos y consejos con los otros a la distancia, de no sentirse solo en un momento de aislamiento e incertidumbre.
Sin embargo, el encuentro no siempre es pacífico o deseable y menos en un presente en el que un virus, que se ha propagado rápidamente a nivel mundial, anda rondando y puede ser portado asintomáticamente por cualquiera. (Pág. 22) La mirada sartreriana postula a la realidad social como belicosa. “La aparición del otro en mi ambiente suscita un doble malestar”. Sostiene que cada sujeto es libertad pura en el silencio y la tranquilidad de su aislamiento y es a partir de la irrupción de la mirada del otro que se convierte en alguien: el ser se exterioriza y se enreda en el otro. “Su mirada me reduce al estado de objeto y ese objeto se me escapa puesto que es para otro”. Frente a este conflicto que se da en el encuentro con la otredad, ahora, tenemos que tener en cuenta uno más. En este contexto de pandemia, la presencia de un tercero, ya sea al cruzármelo en la calle o al rozarlo en la fila del supermercado puede ser percibida como una posible amenaza. Pareciera que hoy más que nunca permanece vigente la idea de que “el infierno son los otros”. Si bien, en términos de Levinas, el sociabilizar exterioriza nuestro ser y nos libera del encadenamiento de nosotros mismos con nosotros mismos, también es lo que actualmente puede ponernos en riesgo.
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