Análisis literario del libro “Camanchaca”
Enviado por Makarena Cortes • 9 de Septiembre de 2015 • Ensayo • 2.789 Palabras (12 Páginas) • 641 Visitas
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Análisis literario del libro
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Nombre: Macarena Cortés Cortés
Curso: IV°BMedio
Profesora: Nancy Ramos
Asignatura: Electivo Lenguaje
Análisis literario “Camanchaca”
El autor Diego Zúñiga nació en Iquique en 1987, Ha publicado la novela Camanchaca tercera edición: junio de 2014,Penguin Random House Grupo editorial ,S.A. En 2009 su primera edición (la cabeza del Diablo) obtuvo el primer lugar en el concurso Juegos
Literarios Gabriela Mistral.
Resumen del libro: Un joven de veinte años viaja con su padre desde Chile a Tacna para arreglarse los dientes. En el trayecto, con la carretera y el paisaje árido de fondo, comienza a recordar su niñez solitaria, la relación casi inconfesable que tiene con su madre y las innumerables veces que le dijeron que bajara de peso. Camanchaca también es a neblina costera, abundante y copiosa en el Pacífico hacia el norte de Chile es la narración de la precariedad de una familia, de sus secretos, de sus mentiras y del oscuro país que sirve de escenario. Un libro intimista, una suerte de catarsis, una victoria poética.
El cual es el resumen del libro que analizare a continuación.
Es cierto, en todo caso, que al leer Camanchaca llama la atención la juventud de su autor, pero esto ocurre precisamente porque no hay nada en la novela que la acerque al lenguaje, estilo o temáticas juveniles. Mi impresión, Pues Camanchaca es una novela esencialmente fría, parca y medida, quizás hasta un punto excesivo, a cualquier tipo de efusión sentimental, que busca retratar con un lenguaje rígido una superficie marcada por una violencia escondida.
Camanchaca deja casi por completo de lado las aventuras de escritores comunes, el tono reiterativo y propone en vez un lenguaje llano, directo, hecho de frases cortas y contrario casi siempre, a todo. Y aborda por medio de este lenguaje el tema mucho más mundano de un niño atrapado en los conflictos de un hogar fragmentado, a través del cual se trasluce, en la elección de personajes y escenas, un esfuerzo de retrato social.
A través de capítulos muy breves, la novela va entrelazando distintos momentos de la vida de este protagonista en tránsito de la niñez a la adolescencia: viajes con su padre, juegos infantiles con los amigos, extrañas escenas íntimas con su madre e, inevitablemente, algún lance amoroso frustrado. La consecuencia es confusa y cuesta hacerse una idea de las líneas argumentales o dramáticas, y enganchar más firmemente con alguna. Lo que queda es el mundo, un mundo ajeno, hecho de grandes extensiones, desposeído de sentimientos, poblado a veces de intimidades fugaces y siempre amenazantes, en el que el protagonista deambula como armado de una cámara, fría, a veces sucia o lenta ,pero inquebrantable.
En el libro se registra un paisaje variado, sobresaliente aunque no únicamente urbano, conformado por disputas callejeras y delincuencia, problemas económicos, devociones religiosas, piezas a veces hacinadas, y el zumbido constante de la televisión o los videojuegos. Una imagen de Chile, en síntesis, no mediada ni distorsionada, completamente reconocible y quizás incluso demasiado literal; el tipo de imagen que algunos críticos gustan de señalar como de “clase media”, y alaban luego como si fuera una muestra de originalidad y valentía enormes el mero hecho de “atreverse” a retratar algo que vaya más allá de una imaginada “clase alta”, cuya supuesta existencia o decadencia debiera ocupar todas las preocupaciones de los escritores nacionales.
Importa destacar aquí la originalidad y el valor de Camanchaca ciertamente no reside en su capacidad de retratar la forma de vida de la mayoría de los chilenos, sino precisamente en su habilidad para ocultarla, para tender sobre su superficie la gasa de una mirada fría y severa, dejando intuir los conflictos sin jamás llegar a revelarlos del todo. Nada se dice de manera directa en Camanchaca, todo se tantea, se intuye, como siluetas o bultos cuyos contornos sobresalen difusos debajo de una manta.
Porque, a pesar de la aparente selección de palabras, lo importante se esconde en lo que no se cuenta: La prácticamente nula comunicación entre el padre y el hijo, y la extrema reserva de la madre, de la que se adivina un trauma, o un gran secreto al menos. Una serie de conversaciones entre ella y el protagonista lo dejan en evidencia. Y la idea del silencio se hace obvia. “Mi mamá, como siempre, en un comienzo, optó por dejar ciertos cabos sueltos, silencios, ese tipo de cosas que parecían ser parte de su vida. Creo que alguna vez lo hablamos en otra entrevista. Eso de abusar de los silencios, de no contar bien lo que tenía que contar. Ella decía que no sabía hacerlo de otra forma”.
Sin embargo, fueron esas insinuaciones las que me fascinaron. Quedaba intrigada con las frases tajantes y los relatos truncados. “Mi mamá me dijo que había muchas cosas que yo no sabía”, se lee antes de la página veinte. ¿Qué mejor enganche al principio de una novela que una frase como ésta? Uno siente que es verdad, que hay más historia, y que a lo mejor ya llegará. Me hace confiar en el autor también. Aunque esas historias nunca lleguen, aunque nunca sepa esos secretos, me da la sensación de que están por ahí, que existen, que los personajes efectivamente tienen más historia, que son reales.
En ese sentido, “Camanchaca” es una investigación. Retrata la exploración del hijo en la vida anterior de sus padres; la vida previa a su llegada, a su existencia. Una investigación lenta, tímida, que busca encontrar esa identificación esquiva en las figuras paternas. ¿Cómo eran mis padres antes de ser padres? ¿Eran similares a mí? ¿Terminaré como ellos? ¿Por qué no nos podemos entender? ¿Por qué no nos podemos comunicar? Y tal vez estas preguntas despierten en algunos lectores cuestionamientos más serios e impensados: ¿Quiénes constituyen realmente mi familia? ¿Qué otros vínculos, aparte del sanguíneo, me ligan con mis padres? ¿Debo amar a mi madre y a mi padre?
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