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Análisis y crítica de la obra: El jurista y el simulador del Derecho


Enviado por   •  23 de Junio de 2014  •  3.154 Palabras (13 Páginas)  •  303 Visitas

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8 de agosto del 2010

Lic. Jorge I. Caballero Mora

Análisis y crítica de la obra:

El jurista y el simulador del Derecho

Sin lugar a dudas es deber de todo profesionista evidenciar a todo aquel que se

ostente, actúe y funja como tal y que esté muy distante de serlo; ya sea por su

comportamiento poco ético, o por su poca o nula preparación académica. El profesionista

que solape a un supuesto licenciado en el ejercicio de cualquier actividad profesional,

incurre en el detrimento de la actividad misma y obstaculiza, a su vez, el desarrollo del

conocimiento humano.

Ha sido precisamente ese deber ético del auténtico profesionista, que siente la

necesidad de salvaguardar su actividad profesional y con ello proteger el desarrollo del

conocimiento, el que llevó a Ignacio Burgoa Orihuela a publicar su obra El jurista y el

simulador del Derecho.

En dicha obra Burgoa Orihuela expone una serie de comportamientos propios del

simulador para su rápida identificación. Además, advierte los peligros que puede sufrir la

sociedad a casusa del simulador, y, los problemas de facto que ocasiona en el desarrollo de

la Ciencia del Derecho.

Siendo El jurista y el simulador del Derecho una obra que pretende proteger, de los

vicios del supuesto profesionista, la actividad del abogado y la correcta aplicación del

derecho, es de esperarse que Burgoa Orihuela presente en sus letras un bosquejo del ideal

del abogado. El verdadero abogado resulta ser un individuo libre, auténtico, veraz, con

valor civil, honesto, con un profundo sentido de justicia y conocedor del derecho.

La libertad en términos del ejercicio de la actividad jurídica del abogado, debe ser

entendida como la posibilidad de determinar a qué clientes representará ante los órganos de

justicia. El abogado que esté sujeto a un sector público o privado se verá obligado a

defender los intereses del sector con quien trabaje. En tal situación, el abogado deja de serlo

porque no tiene la libertad de elegir si patrocina o no al cliente. Se convierte entonces en un

asalariado que no tiene más remedio que manipular al propio derecho, deformando la

esencia misma de la ciencia, en beneficio de su patrón:

Para cumplir su insigne y excelso cometido social, el jurista,

principalmente como abogado, debe ser libre. La libertad en

este sentido significa que no debe estar vinculado

1

permanentemente a ningún sector público, privado o social, ni

patrocinar solamente los intereses que este sector represente.

Tal vinculación entraña la merma o el menoscabo de su

libertad para seleccionar los asuntos jurídicos que estime

justos, honrados, rectos y respaldados por el Derecho.1

El verdadero abogado es también un profesionista auténtico, es decir, fiel a sus

ideas. Nunca podrá llamarse abogado aquel que ejerza el derecho de manera contraria a lo

que piensa. Ser auténtico implica entonces que las acciones sean congruentes con los

pensamientos y, de ninguna manera, opuestos a los mismos. “Además de ser libre, el jurista

debe ser auténtico. La autenticidad se revela en un comportamiento acorde con lo que se

piensa y se siente.”2

La veracidad, otra de las características del abogado ideal propuesto por Burgoa

Orihuela, es consecuencia directa del ser auténtico. En otras palabras, el ser auténtico

implica la no realización de acciones contrarias al propio pensamiento, la veracidad en

cambio, es llevar a la realización del pensamiento que se tiene por correcto. El abogado que

cree firmemente en el pensamiento jurídico como una verdad de justicia, intenta darle vida

a ese pensamiento, por lo tanto, es digno portador de la virtud de la veracidad.

Otra característica del abogado autentico es el valor civil. Entiéndase por valor civil

la disposición constante de lucha contra la injusticia. El abogado real es, por consiguiente,

un individuo que lucha constante e incansablemente en contra de la injusticia. Si carece de

valor civil, por mucho conocimiento que tenga en la disciplina, no pasará de un cobarde

erudito; pero nunca por abogado:

[…] De nada serviría a la sociedad la sapiencia sin la

conciencia de seguridad y firmeza en lo que se cree y sin el

propósito de combatir por un ideal, que en el jurista está

encarnado en la justicia y en la observancia del derecho. […]

Quien sea apático e indiferente a lo injusto y a lo antijurídico es

en gran medida un cobarde aunque sea erudito.

Es evidente que la corrupción es uno de los vicios que le es propio al simulador y no

al abogado. La corrupción en el simulador es fuente que influye directamente sus actividades

cotidianas, en el abogado auténtico, la corrupción no tiene cabida. El abogado auténtico debe

poseer la virtud de la honestidad y ser ésta la que motive su accionar.

Como complementación de las virtudes propias del abogado, y no así del simulador,

se encuentra el profundo sentido de justicia. Quien ejerce el derecho consciente de la

responsabilidad que eso implica, debe verse a sí mismo no sólo como un sujeto que defiende

los intereses de un particular, sino como un individuo que contribuye al correcto dinamismo

de la sociedad. Por consiguiente, es muy pertinente la observación de Ignacio Burgoa

1

Ignacio

...

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