Arminda Aberastury y Telma Reca: Pioneras del psicóanálisis de niños en Argentina
Enviado por malesarasa • 19 de Octubre de 2017 • Trabajo • 3.012 Palabras (13 Páginas) • 460 Visitas
Arminda Aberastury y Telma Recca: Pioneras del Psicoanálisis con niños en Argentina.
Introducción
Los interrogantes que guían mi recorrido están vinculados a cuestiones que me retornan de la clínica, dificultades que me encuentro en mi incipiente práctica. ¿Cómo intervenir? ¿Cuándo interpretar? ¿De qué modo expresar aquello que uno cree haber podido dilucidar? Particularmente en el trabajo con niños tropiezo a cada instante con estas preguntas, dado que mucho de lo que sucede con estos pacientes, no es a través de un decir, sino de un acto, una escena, un dibujo; un lenguaje “preverbal” como decía Arminda Aberastury. Entonces la interpretación por la vía del significante, modelo esencial en el trabajo con adultos según las posiciones lacanianas, encuentra sus límites.
Voy a tomar en este punto los desarrollos de dos autoras que desde el seminario se proponen como pioneras del psicoanálisis de niños en Argentina. Telma Reca y Arminda Aberastury, la elección de ellas tiene que ver con que representaban dos posiciones distintas de cómo podían leerse y pensarse el psicoanálisis en la época.
De hecho, Silvia Fendrick dirá que “El psicoanalisis de niños también nació y creció en Argentina bajo el signos de dos posiciones antagónicas, la de Arminda Aberastury y la de Telma Reca “[1] De algún modo, resuena en los planteos de ambas autoras los ecos de las discusiones de Melanie Klein y Anna Freud.
Arminda Aberastury, fue la referente del psicoanálisis de niños en Argentina por muchos años. Miembro de la APA, su obra se “consagrara rápidamente como un cuerpo teorico- técnico compacto, una marca garantizada del “verdadero” psicoanálisis”[2]
Su práctica comienza en 1937 de un modo fortuito, estando en el pasillo del Hospicio de las Mercedes. Diariamente se encontraba con una niña de 8 años, con diagnostico de oligofrenia que esperaba a su madre (mientras esta era atendida por Enrique Pichón Riviere, marido de Arminda) La niña no había podido aprender a leer ni a escribir pese a los muchos intentos que se había hecho al respecto. En esos encuentros llegó a la conclusión de que si no aprendía era porque le resultaba muy penoso conocer la enfermedad de su mamá y recordar todo lo que había sufrido durante los episodios psicóticos de los que fue testigo. “Comprendí también que las mentiras que para consolarla y tranquilizarla le decían los adultos que la rodeaban, había creado en ella una gran confusión. Fue después de este esclarecimiento que pudo empezar a aprender”[3]
A partir de aquí empieza a interesarse en el psicoanálisis, primero se acerca a algunos textos de Anna Freud, pero recién en 1942 inicia su análisis didáctico con Ángel Garma y conoce la obra de Melanie Klein. Con ella tiene una relación a través de correspondencia y traduce su obra. Siempre quiso ser reconocida como analista Kleiniana. Sin embargo, si bien hay una clara influencia de Melanie Klein en los desarrollos de la autora, ella misma dirá que su propia experiencia le permitió hacer algunas modificaciones en la técnica y algunas conceptualizaciones teóricas.
De todos modos, sostiene una “concepción internista de la constitución del psiquismo, en la que pone énfasis la corriente kleiniana, que la lleva a validar el mundo interno del niño por sobre las vivencias concretas”[4].
Telma Reca proviene del campo de la psiquiatría infantil, tiene la oportunidad de viajar en dos ocasiones a EEUU donde se forma en psiquiatría dinámica y adquiere conocimientos del psicoanálisis. Aunque en sus trabajos y en su clínica encontramos conceptos y lecturas psicoanalíticos, (principalmente simpatiza con algunos planteos Anna Freud); ella misma nunca dirá que es una psicoanalista; se autodenomina psicoterapeuta y en muchos momentos hace una fervorosa critica al psicoanálisis de la época ( representado por la APA) , por su carácter dogmático. Critica a los analistas por haber traicionado el espíritu freudiano en tanto con su rigidez, aplastan la fuerza revolucionaria de su descubrimiento.
Modos de intervención
Para Arminda Aberastury la forma de intervenir en un psicoanálisis era por la vía de la interpretación. Volver conciente lo inconcietnte, manifiesto lo latente. Hay una tendencia a interpretar casi todas las acciones y los dichos de los pacientes, al modo de un develamiento.
De hecho, una de sus tesis fundamentales es que todo niño, incluso aún uno muy pequeño, muestra desde la primera sesión cuál es su fantasía inconsciente de enfermedad y el deseo de curarse, así como también acepta o rechaza la posición del terapeuta. Incluso, desde los primeros momentos del trabajo con el niño, propone interpretar la transferencia. Por ejemplo, la desconfianza inicial del niño al análisis o al analista es leída como hostilidad o transferencia negativa y es motivo para interpretar. Es un modo de expresar las mociones hostiles y de desconfianza dirigidas hacia los padres, dado que teme repetir con el terapeuta los modos de relación frustrante que mantiene con sus objetos originarios. Al mismo tiempo, esta transferencia, posibilita que el terapeuta pueda curarlo dado que también el objeto originario está cargado de atributos amados. “Esta doble fuente de transferencia debe ser interpretada desde el primer momento”[5]
En general las interpretaciones ponen de manifiesto cuestiones del orden de lo sexual que estarían reprimidas o situaciones leídas en clave del complejo de Edipo. Tiene un estilo directo, propone que el analista no debe interferir activamente en el juego del niño, sino ocupar los papeles que él le propone, y una vez que es tomado en tratamiento limitarse a interpretar.
El material principal con el que trabaja un analista del niño es el juego partiendo de la tesis de que si un niño juegas es porque necesita elaborar situaciones traumáticas. Para Aberastury el juego tiene el valor de una asociación verbal, y es lo que en él pone en escena lo que debe interpretarse.
“Es fundamental que desde el primer momento asumamos el papel de terapeutas porque esto ayuda al niño a ubicarse como paciente y a ir haciendo consciente lo que ha mostrado como fantasía inconsciente, para lo cual debemos interpretar” [6]
La autora dirá que el trabajo con niños se diferencia del de adultos en la forma en que el niño se comunica con el terapeuta, y en los modos en que se verbaliza la interpretación. Sin embargo, agrega que estas diferencias son mínimas.
Como sitúa Ana Bloj “El trabajo con el niño se constituye en un espacio hermético, cerrado en el que se establece un sólido vínculo transferencial . Es ese hermetismo el que facilita la disposición del niño al análisis y habilita a la apertura de las capas inconscientes más profundas, el niño es concebido como un sujeto capaz de transmitir y expresar sus contenidos inconscientes, sin la ayuda parental”[7].
...