COMPETENCIAS COMUNICATIVAS
Enviado por ayrozod • 20 de Mayo de 2013 • 2.707 Palabras (11 Páginas) • 288 Visitas
Ningún sociólogo ha descrito mejor que el francés Gilles Lipovetski el proceso de individualización que caracteriza a la hora actual. Oigámoslo:
"El ideal moderno de la subordinación de lo individual a reglas morales colectivas ha sido pulverizado; el proceso de personalización ha promovido y encarnado masivamente un valor fundamental, el de la realización personal, el respeto a la singularidad del sujeto, a la personalidad incomparable, sean cuales sean, por lo demás, las nuevas formas de control y de homogeneización que se realizan simultáneamente".
"Por supuesto -continúa Lipovetski- que el derecho a ser íntegramente uno mismo, a disfrutar al máximo de la vida, es inseparable de una sociedad que ha erigido al individuo libre como valor cardinal, y no es más que la manifestación última de la ideología individualista. Vivir libremente, sin represiones, escoger íntegramente el modo de existir de cada uno: he aquí el hecho social y cultural más significativo de nuestro tiempo, la aspiración y el derecho más legítimo a los ojos de nuestros contemporáneos". (Énfasis nuestro). Ver: 'La era del vacío', pág. 6-8.
El sociólogo francés, como hábil cirujano, analiza descarnadamente, bisturí en mano, lo que pasa en el órgano social, a nivel individual: este proceso lo recorre y lo vive cada ser humano: debo tomar posesión de mi yo, en el aquí y ahora, que marca el presente. ¿Qué pasó ayer? Me preguntan. Respondo: "No me interesa". Vuelven a la carga: ¿Qué pasará mañana? Respondo impasible: "Me tiene sin cuidado. Vivo detrás de las puertas de mi casa, de mi habitación. Aquí soy yo, no me importa el resto del mundo".
La radiografía que hace Lipovetski es perfecta. Nos deja sorprendidos, desconcertados, asustados. ¿Qué hacer? ¿Seguir encerrado en uno mismo, y el resto del mundo contra la pared? ¿Qué juicio le merece tal actitud?
Mis lectores esperan un rayo de luz, alguna salida de semejante situación. ¿Pensar solo en mí mismo? ¿No será que estoy en el lugar equivocado? ¿No será que vuelo hacia la nada? Y ¿si me choco? Y, si muero así, ¿habré perdido la vida?
El hombre, que soy yo, no puede ahogarse en el presente. Yo mismo no puedo ser la razón de ser de mi vida. Estoy diseñado para abrirme. Aunque no lo quiera, soy relación, soy movimiento. Nací, crecí, vengo, voy, ¿hacia dónde?
De veras; el sociólogo tiene razón: vivimos la era del vacío. Encerrarse uno en sí mismo, buscando únicamente satisfacer pulsiones e intereses personales, engendra el vacío, la nada, no puede ser el sentido de la vida. Nuestro ser está diseñado sabiamente para abrirse a los demás. Los sentidos, el rostro, todo nuestro organismo, nuestra inteligencia, nos dicen que fuimos hechos para relacionarnos con el mundo exterior, pero, de manera especial, con los demás, con Dios. ¡Ay del hombre solo! Nos advierte la Escritura. Solo en la relación con los demás cumplimos el sentido de la vida: ser persona es entrar en comunicación con los demás. Encerrarse en uno mismo es morir ya en vida. Es frustrarse como ser humano, es empobrecerse, es caer en el vacío, es reducirse a la nada.
Por hoy, le doy un solo consejo: Sea usted. Abra los ojos. Usted es conductor, asuma el timón de su vida. Pregúntese: ¿De dónde vengo? ¿Para dónde voy? El ensimismamiento lo frustra, lo anula. Piense en los demás, en devolver algo de lo mucho que ha recibido. Encuentre en los demás su razón de ser. Se necesita vivir el absurdo de la vida de Paul Sartre para llegar a decir con él: "Los demás son el infierno".
Llene el vacío de su vida con la entrega a los demás. "A Dios rogando y con el mazo dando". Ore, pero no le bastará orar. Busque a Dios en los demás. Ábrase a los demás, los más cercanos. El trato con los demás lo cura. Vuélvase hacia su trabajo. El trabajo lo vincula con la realidad. Toque polo a tierra. Comuníquese: los demás son el sentido de su vida.
Alfonso Llano Escobar, S. J.
cenalbe@javeriana.edu.co
“¿Quién soy yo?” es la única pregunta que vale la pena hacerse y la única que nunca se responde.
Nuestro destino es representar una infinidad de papeles, pero esos papeles no somos nosotros mismos.
El espíritu no tiene lugar pero deja tras de sí una huella a la cual llamamos cuerpo.
Un mago no se considera a sí mismo un suceso local que sueña un mundo más grande.
Un mago es un mundo que sueña sucesos locales.
Merlín desapareció del mundo de Arturo durante muchos años; sin embargo, un buen día reapareció y salió del bosque en dirección a Camelot. Dichoso de ver a su maestro, el rey Arturo ordenó un gran banquete en su honor, pero Merlín se mostró perplejo y miró a su antiguo pupilo como si nunca lo hubiera visto.
"Tal vez podría asistir, si eres la persona que creo que eres", dijo Merlín. "Pero, dime la verdad, ¿quién eres?". Arturo quedó desconcertado, pero antes de que pudiera protestar, Merlín se dirigió a la corte reunida y dijo en voz alta: "Le doy esta bolsa de polvo de oro al que pueda decirme quién es esta persona". E inmediatamente apareció en su mano una bolsa repleta de oro en polvo. Aturdidos y mortificados, ninguno de los caballeros de la Mesa Redonda se adelantó. Entonces un joven paje se aventuró a decir: "Todos sabemos que él es el rey". Merlín sacudió la cabeza y expulsó bruscamente al joven de la sala.
"¿Ninguno de ustedes sabe quién es él?", repitió.
''Es Arturo", gritó otra voz. 'Hasta un idiota sabe eso". Merlín identificó el sitio de donde venía la voz — del rincón donde estaba una anciana sirvienta — y también le ordenó que abandonara el recinto. Toda la corte zumbaba de confusión, pero el reto del mago no tardó en convertirse en juego.
Comenzaron a oírse varias respuestas: el hijo de Uther Pendragon, el gobernante de Camelot, el soberano de Inglaterra. Merlín no aceptó ninguna de ellas, como tampoco algunas más ingeniosas como hijo de Adán, flor de Albión, un hombre entre los hombres, y así sucesivamente. Finalmente le llegó el turno a la reina Guinevere. "Es mi amado esposo", murmuró. Merlín solamente sacudió la cabeza. Uno por uno, todos abandonaron el gran salón hasta que quedaron solos el mago y el rey. "Merlín, nos has puesto a todos en una situación embarazosa", admitió Arturo.
"Pero estoy seguro de saber quién soy. Por lo tanto, mi respuesta es ésta: Soy tu viejo amigo y discípulo". Tras vacilar unos segundos, Merlín desechó también esta última respuesta, y al rey no le quedó otra alternativa que salir.
Sin embargo, movido
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