El Arte De Amar
Enviado por sandylet • 10 de Diciembre de 2012 • 705 Palabras (3 Páginas) • 276 Visitas
LA PRÁCTICA DEL AMOR
Habiendo examinado ya el aspecto teórico del arte de amar, nos
enfrentamos ahora con un problema mucho más difícil, el de la
práctica del arte de amar. ¿Puede aprenderse algo acerca de la
práctica de un arte, excepto practicándolo?
La dificultad del problema se ve aumentada por el hecho de que la
mayoría de la gente de hoy en día, y, por lo tanto, muchos de los
lectores de este libro, esperan recibir recetas del tipo «cómo debe
usted hacerlo», y eso significa, en nuestro caso, que se les enseñe a
amar. Mucho me temo que quien comience este último capítulo con
tales esperanzas resultará sumamente decepcionado. Amar es una
experiencia personal que sólo podemos tener por y para nosotros
mismos; en realidad, prácticamente no existe nadie que no haya
tenido esa experiencia, por lo menos en una forma rudimentaria,
cuando niño, adolescente o adulto. Lo que un examen de la práctica
del amor puede hacer es considerar las premisas del arte de amar,
los enfoques, por así decirlo, de la cuestión, y la práctica de esas
premisas y esos enfoques. Los pasos hacia la meta sólo puede
darlos uno mismo, y el examen concluye antes de que se dé el paso
decisivo. Sin embargo, creo que el examen de los enfoques puede
resultar útil para el dominio del arte -por lo menos para quienes han
dejado de esperar «recetas»-.
La práctica de cualquier arte tiene ciertos requisitos generales,
independientes por completo de que el arte en cuestión sea la
carpintería, la medicina o el arte de amar. En primer lugar, la práctica
de un arte requiere disciplina. Nunca haré nada bien si no lo hago de
una manera disciplinada; cualquier cosa que haga sólo porque estoy
en el «estado de ánimo apropiado», puede constituir un «hobby»
agradable o entretenido, mas nunca llegaré a ser un maestro en ese
arte. Pero el problema no consiste únicamente en la disciplina relativa
a la práctica de un arte particular (digamos practicar todos los días
durante cierto número de horas), sino en la disciplina en toda la vida.
Podía pensarse que para el hombre moderno nada es más fácil de
aprender que la disciplina. ¿Acaso no pasa ocho horas diarias de
manera sumamente disciplinada en un trabajo donde impera una
estricta rutina? Lo cierto, en cambio, es que el hombre moderno es
excesivamente indisciplinado fuera de la esfera del trabajo. Cuando
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no trabaja, quiere estar ocioso, haraganear, o, para usar una palabra
más agradable, «relajarse». Ese deseo de ociosidad constituye, en
gran parte, una reacción contra la rutinización de la vida.
Precisamente porque el hombre está
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