El Mal De Ojo
Enviado por katt111 • 22 de Noviembre de 2014 • 1.938 Palabras (8 Páginas) • 292 Visitas
EL DEL MAL DE OJO
Los ojos son, quizá, la parte más expresiva del rostro humano y, desde tiempo inmemorial, han sido fuentes generadoras de numerosas supersticiones que atañen tanto a su color como a la manera como se utilizan para mirar. En este escrito vamos a ocuparnos del aspecto que incuben a la mirada. A los órganos de la vista en el hombre y los animales, no sólo se les reconoce la cualidad de transmitir los sentimientos más ocultos e íntimos de las personas, sino que ha sido y es creencia en todas las culturas que se conocen que también son capaces de ejercer el aojamiento o la fascinación; es decir, lo que todos conocemos como el mal de ojo.
El concepto Mal de Ojo procede del término "fascinación" que significa hechizo o encantamiento negativo. Su existencia se basa en el uso que ciertas personas, magos, hechiceros o incluso chamanes, hacen de sus fuerzas mágicas.
El mal de ojo es una suerte de encantamiento, embrujo o hechizo que algunos individuos ocasionan con su mirada a las personas, animales, plantas o cosas.
Una primera acepción del término nos dice que mal de ojo es la “enfermedad que se atribuye a la vista de alguno que mira con ahínco o con ojos atravesados”; en principio, pues, el mal de ojo no es otra cosa que una patología que afecta al órgano de la vista y que podría identificarse con el ‘estrabismo’. Pero quizá por el efecto de incomodidad (o rareza, si se quiere) que produce en nosotros la mirada de un bizco, las gentes han extendido también la aplicación de dicho término (y así se recoge en el DRAE) al “influjo maléfico que, según vanamente se cree, puede una persona ejercer sobre otra mirándola de cierta manera, y con particularidad sobre los niños”. Así entendido, hablamos de una suerte de encantamiento, embrujo o hechizo que algunos individuos ocasionan con su mirada a las personas, animales, plantas o cosas.
Según los terapeutas especializados en mecánica vibracional, el mal de ojo es una enfermedad mental pasajera, resultado de la unión de las creencias personales con la falta de propósitos en la vida y la depresión. Por otra parte, el científico ruso Alexander Gurvitch, en la década de los treinta del siglo pasado, llegó a la conclusión de que la mirada emite una serie de rayos invisibles que afectan a las personas a las que va dirigida; de esta manera, con sólo mirar a una persona a los ojos, podemos sentir su poder, su malicia o, por el contrario, su ternura, candidez o bondad.
Por su parte, los seguidores de las artes mágicas y los muy dados a la fenomenología paranormal afirman que el mal de ojo puede provocarse por medio de una formulación ritual, con el objetivo de que el afectado pierda interés por todo lo que le rodea, incluso por la vida, y llegue al extremo de verse avocado al suicidio.
La tradición nos ha dejado constancia de una creencia que afirma que el mal de ojo también puede llevarse a efecto a través de la relación sexual, cuando la víctima lleva a cabo el coito con una persona capaz de hacer maleficios. Desde muy antiguo, también se cree que una persona puede verse afectada de aojamiento por medio de la mirada de una mujer jorobada, estrábica y embarazada.
El aojamiento y otras supersticiones de este tipo hallan un caldo de cultivo propicio en la creencia de muchas personas en la ‘mala suerte’, en nuestro natural temor al infortunio o a la falta de una explicación o razón que justifique un mal acaecido.
El creer en el mal de ojo, si predispone a las personas a sufrir sus efectos, ya que pueden sentirse vulnerables y débiles ante la maldad ajena, esta vez en forma de brujería imposible de evitar.
En conclusión, el mal de ojo existe, pero sólo en la mente y no en la ciencia; pero en un fenómeno similar al efecto placebo puede hacer que la sugestión se transforme en un efecto físico real.
El mal de ojo en la historia del mundo
El aojamiento es una creencia cuya universalidad puede constatarse tanto en el espacio como en el tiempo. El conocimiento de este influjo maléfico nos llega desde múltiples lugares del planeta (China, India, Filipinas, Estados Unidos, Italia y España). Generalmente, el término es más conocido en las zonas litorales que en las interiores, particularmente en las mediterráneas. Además, ha estado y aún está muy presente en comunidades cerradas y marginales; así, por ejemplo, entre los gitanos no integrados esta creencia se vive a flor de piel.
En cuanto al tiempo, se tiene constancia escrita de que este mal era ya conocido en las civilizaciones aztecas y mayas. Además, algunos pueblos precolombinos afirmaban que una persona podía ejercer mal de ojo a un enemigo si lo miraba masticando los granos de maíz que había depositado previamente en la boca de un cadáver.
En algunas zonas amazónicas, cuando el sacerdote o hechicero conjuraba a los demonios, los individuos miraban hacia el suelo para evitar que el mal cayese sobre ellos.
En el antiguo Egipto estaba tajantemente prohibido mirar a los ojos del faraón para así protegerlo de cualquier efecto maléfico con que se pretendiera dañarlo, y, como medida preventiva, se usaba el ojo de Horus como amuleto para impedir las malas influencias de los aojadores.
En la Roma clásica colgaban hojas de eucalipto a la entrada de sus casas para impedir ser víctimas de este maleficio y la tradición aconsejaba no mirar a un reo que estuviese sangrando a fin de evitar que su dolor y su rabia provocasen en ellos el aojamiento. En Grecia, por su parte, se utilizaba aloe y mirra para combatir este mal.
En España, la creencia fue introducida en tiempos de la dominación árabe y aún pervive, particularmente en las zonas rurales y apartadas. En las grandes urbes, esta creencia se abre paso con bastante dificultad y sólo afecta a niveles culturales muy bajos y a grupos marginales.
En la América precolombina, Mayas y Aztecas tenían numerosas formas de protección
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