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El adolescente y sus trabajos


Enviado por   •  12 de Diciembre de 2023  •  Resumen  •  2.496 Palabras (10 Páginas)  •  100 Visitas

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Trabajo de creación del límite que necesita del acompañamiento de otros se vuelven a encontrar en la adolescencia, intensificados en algunas de sus manifestaciones, sujetos a una metamorfosis ostensible en sus temáticas y contenidos, como no podría ser de otra manera mediando una diferencia de edad tan significativa.

Artiulacion entre ambas deambulaciones es la reaparición de la zozobra parental, ahora no enfundada en el estar pendientes de travesuras y accidentes caseros, ahora incrementada con los espectros del sida, las drogas, la promiscuidad o la asunción de una identidad sexual que no sea “políticamente correcta” o fracaso escolar.

Winnicott le imprime a la tesis de Lacan llevando al niño y a la niña pequeños del espejo al rostro de la madre y a la instancia familiar como sitio de un espejamiento estructuralmente prioritario. El espejo como objeto privilegiado detiene muy poco al bebé y al niño, en comparación con la importancia en general desmesurada que cobra en los primeros tiempos puberales y adolescentes. Si nos siguiera resultando necesario hablar de un “estadio del espejo” la adolescencia temprana, su inauguración, sería el lugar más adecuado para poner un espejo, un espejo con ciertas cualidades, de objeto transicional, o más bien, mejor, de espacio donde ocurren fenómenos transicionales.

Lo que los adolescentes desconocen es su necesidad de ceremonia en una sociedad que viene destruyendo o haciendo retroceder las readicionales, sin aún haberse percatado de qué ceremonias hacen falta y por consiguiente liberar su potencial de invención de otras.

El transtorno en el maquillaje y la vestimenta, la transformación de su cuarto, no debe espejar la imagen de un niño, que debe darnos a leer otra cosa. Los encierros del adolescente en ese nuevo cuarto, su reclusión voluntaria en ese pliegue inaugurado en la homogeneidad de la casa paterna.

Es toda una paradoja que este viaje en búsqueda de la ceremonia y del límite como algo a crear, sea leída tan más que frecuentemente se la traduce como una demanda de abolición de todo valor de diferencia y de pura atracción por el caos.

El adolescente debe encontrarse en un “nosotros”, al cual desplazará enseguida toda la obediencia, el conformismo y hasta la sumisión que de niño mantenía con su familia.

La adolescencia es inseparable de un descubrimiento extramadamente angustioso: los grandes, esos mayores, esos que creían impulsado por el mayor deseo de un niño, el deseo de ser grande, esos grandes no existen: apenas si encuentra adultos o lo que él ella llaman con justificada ambivalencia y ,,al velada denigración “viejos”, desencadenando una fobia a ser que se exterioriza con una paralisis del Ideal del Yo.

Deambulador se asocia enseguida en sus usos a un ir y venir sin rumbo: desorientación => búsqueda deliberada opción por un rodeo que evite sendas conocidas, deseo de invención. El adolescente desea un ir que no tenga vuelta o que a lo mejor no tenga vuelta o que por lo menos y como mínimo la ponga en suspenso.

El niño, el primer deambulador, esta en otro momento de la apropiación del –y por- el lenguaje, dirigido por una parte al desarrollo de la capacidad dialógica y por otra a que buena parte de su vida psíquica, pueda traducirse, reinscribirse y recrearse en esta nueva escritura de la voz, en esta “segunda” lengua materna. Este niño no le confía su vida interior al lenguaje. Esta articulación es uno de los trabajos específicos del segundo deambulador. Paso del “yo hablo con…” a “yo hablo de mi con…”: la hipertrofia “narcisista” es otra referencia de estructura a que se juega un nuevo trabajo de apropiación.

LOS TRABAJOS DEL ADOLESCENTE

En este salto o paso cualitativo que media entre juego y trabajo. Para ello será bueno insistir en una caracterización de la adolescencia como un inmenso campo transicional de ensayo, un verdadero laboratorio de experiencias, juegos a ser “como si…”, tanteos, vacilaciones, respuestas cuya intensidad “patológica” no debe ocultamos su transitoriedad, identificaciones alternadamente alienantes y lúdicas, etc., etc. De esta miriada de conductas, fantasías y acciones (o actuaciones) emergerá un día, si todo sale razonablemente bien, una radical transformación realizada.

Otro factor decisivo: la extrema fragilidad del proceso adolescente, no mucho menos vulnerable en algunos de sus aspectos que el del bebé, su fundamental dependencia de ciertas condiciones de funcionamiento del medio.

Exposición a un tipo de estimulación (al consumo al deseo, al fantasear, etc.) propia o característica de países harto más industrializados y sofisticados en su calidad de vida; esto choca con una escasez radical de ocasiones (y recordemos el valor conceptual que este término tiene, por ejemplo, en Maud Mannoni), no sólo en el ámbito del “mercado de trabajo" sino en tanto ocasiones de juguar con la futura, identidad, lo cual es mucho más: importante; escasez que retroactúa sobre la estimulación original convirtiéndola en una sobreestimulación excesiva y frustrante, que excede las posibilidades de simbolizarla dentro de aquel campo transicional de ensayo, condición ¡de peso para el desencadenamiento de respuestas de tipo antisocial o neurótico grave.
Moraleja posible: con el Ideal no se juega… a menos que advenga en el estatuto de Ideal del Yo, el cual es impensable fuera de la dimensión lúdica. 0 sea que podríamos decir, aventurándonos, que el Ideal del Yo es lo que resulta del Yo Ideal “pasado por el campo del juego.

Todo niño debe apoyarse, en su crecimiento incesante, en lo que haya de cierto proyecto anticipatorio familiar referido a él

El sujeto va extrayendo, a su propia manera imprevisible, los materiales para irse haciendo un ser. En mi opinión, la adolescencia se revela como un periodo crítico de índole muy, especifica, donde por primera vez, ciertas lagunas, ciertas fallas o agujeros en ese proyecto anticipatorio se ponen en evidencia. El efecto inmediato es que, bruscamente, el niño convertido en púber o adolescente se encuentra con que ya no tiene materiales que extraer del archivo familiar, como si éste sólo funcionara hasta cierta altura de la niñez.

El sujeto choca con una particular impotencia para dar significado a una actividad tan importante, impotencia que no es tanto o no es originariamente la suya propia sino la del discurso familiar

 Si el Ideal del Yo carece de la categoría del trabajar y de cierta imago anticipatoria del sujeto como adulto trabajando, el crecimiento del adolescente acusa esa carencia como de la falta de un motor para seguir avanzando.

Desublimación que se produce en muchos adolescentes a medida que la articulación-del jugar Con el trabajar se revela como un problema insoluble, desublimación creciente que empieza a afectar otras áreas de esa existencia juvenil, lesionando incluso aquellas que hasta el momento habían funcionado creativamente.
Como en éste, el principio supremo del jugar infantil es el de “todo puede servir característico, por lo demás, del proceso primario. La conversión en trabajo implica una serie de redimensionamientos dirigidos ahora por el proceso secundario donde ese todo se muta en algo.

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