El niño en la filosofía y la filosofía en el niño
Enviado por ramonadrian0512 • 5 de Diciembre de 2013 • Tesis • 7.473 Palabras (30 Páginas) • 378 Visitas
El niño en la filosofía y la filosofía en el niño
Walter Omar Kohan
El niño en la filosofía. O la niña, se entiende, claro. Aunque hay que decirlo: suena interesante, el niño masculino y la filosofía femenina. Así es, al menos en castellano. No está mal. No sólo no luce mal el encuentro sino que se muestra de muchas maneras. No parece difícil descubrir al niño en la filosofía. Está de muchas maneras. La primera, jugando. En la niñez de cada filósofo. En la cronología más literal, en los primeros años de la vida. Divirtiéndose. Sonriendo. Jugando. Sobre todo, jugando, en la vida de cada filósofo, aun de aquellos que parecen nunca haber jugado o sonreído, tan seria es la imagen que a veces pasa la filosofía de sí misma. En todo caso, es una falsa imagen. Los filósofos, como todos los seres humanos, juegan cuando son niños. Como cualquier otro niño.
Pero el niño está en la filosofía de muchas otras maneras, también. Está como algo que los filósofos estudian, piensan. Es verdad, muchos filósofos se ocupan de los niños. Al menos, desde Heráclito. Y de las niñas. Muchas filósofas también se ocupan, de unos y de otras. Y de la infancia, que puede ser asociada con niños y niñas, pero no necesariamente. Esto es, filósofas y filósofos se pueden ocupar de la infancia de los primeros años de la vida, pero también de otras infancias. Entre los filósofos contemporáneos que se han ocupado de otras infancias están, entre otros, G. Agamben, G. Deleuze, J.F. Lyotard, quienes se han ocupado de esas infancias que no están asociadas al número de años que tiene una vida. Entonces, de niños, niñas y otras infancias se ocupan filósofos y filósofas.
Con todo, niñas, niños y esas otras infancias entran en la filosofía de otras maneras. Se apropian de ella en carne viva. Desde adentro. La practican. Experimentan la filosofía. Juegan con ella. Se divierten. Preguntan. Piensan. Hacen lo que los filósofos hacen. Con su propio estilo, otro. Diferente. Juegan a ser filósofos y filósofas. Son, a su manera, filósofos y filósofas, infantiles. No menos filósofos que los adultos. Están en otro tiempo, no necesariamente el cronológico, sino en un tiempo aiónico, tal vez más próximos del tiempo de la filosofía.
Voy a explicarme. El tiempo de la infancia no es cronológico. Lo dice Heráclito en el fragmento 52. El tiempo, como aión, es un niño que juega. Agrega que el reino de aión es un reino infantil. Un niño reina en aión, tiempo duración, de inmersión, no numérico como el tiempo de la adultez. El tiempo de la infancia es el tiempo del juego, de la repetición, del pensamiento. Es el tiempo del arte y de la experiencia estética, de la amistad y del amor.
El tiempo cronológico es el tiempo del reloj, del calendario, de la ciencia, de las instituciones, de la escuela, de la universidad. Es el tiempo de las previsiones, los programas, los pronósticos. Allí mandan los adultos. Hacen cuentas, anticipan, proyectan. Es el tiempo que permite viajar en los medios de transporte, ir a la luna, seguir un tratamiento, tener un préstamo en un banco. Es el tiempo de la técnica y la tecnología.
La filosofía en las instituciones está enmarcada en ese tiempo cronológico. Así, decimos que hay dos horas de filosofía por semana, que la filosofía se enseña en los últimos años de la enseñanza media o que la carrera de filosofía dura cinco años. Con todo, el tiempo de la filosofía como experiencia, el tiempo del pensamiento filosófico, el de la experiencia del pensar es un tiempo aiónico. Lo dice Sócrates a Fedro al inicio del diálogo que lleva ese nombre: para pensar hace falta un tiempo libre de los límites y ataduras cronológicas. No se puede pensar en serio cuando se tiene un tiempo limitado, cuando se dispone, por ejemplo, de 50 minutos para pensar. Pensar supone una inmersión en una dimensión temporal otra que la del reloj.
El tiempo de la infancia no es cronológico (…) El tiempo, como aión, es un niño que juega (…) El tiempo cronológico es el tiempo del reloj, del calendario, de la ciencia, de las instituciones, de la escuela de la universidad (…) Allí mandan los adultos. En su análisis de la Tierra de los Juguetes, la república infantil que el italiano Carlo Collodi imaginó para Las Aventuras de Pinocho (1883), Giorgio Agamben sugiere que una de sus características más importantes es, precisamente, la parálisis y destrucción del calendario. En esa tierra utópica habitada exclusivamente por niños que juegan, las vacaciones comienzan el primero de enero y terminan el último día de diciembre. Para Agamben, la dimensión política del juego y de la infancia descansa en la posibilidad de hacernos experimentar temporalidades alternativas a las del tiempo productivo de las sociedades modernas. La experiencia infantil del tiempo se asemeja, en este aspecto, a la práctica de la filosofía. En la imagen una escena de las últimas adaptaciones cinematográficas del clásico de Collodi, Pinocho (2002), dirigida y protagonizada por Roberto Benigni.
En este último sentido, también se suele restringir la infancia que practica la filosofía, la que se interna en ella para vivirla, a un tiempo cronológico. Cuando se piensa en prácticas filosóficas en la infancia, se suele pensar en niñas y niños en edad cronológica infantil. Pero esa es apenas una posibilidad. Sabemos que muchas niños y niños no viven la infancia, casi siempre, sin siquiera decidirlo. Conocemos también muchos infantes de otras edades. De modo que la práctica infantil de la filosofía no es necesariamente una cuestión de cronología sino de modos diversos de experimentar la infancia y, a través de ella, la filosofía.
Cuando se invita a niñas y niños, o mejor, a infantes no necesariamente cronológicos, a la filosofía les suele resultar muy fácil entrar en su experiencia de pensamiento. Se sienten en casa, como jugando. Se dejan llevar por sus caminos, tejer en sus redes, seducir por sus preguntas. Sí, tal vez en ese punto se encuentran más claramente la filosofía y la infancia, en las preguntas que constituyen el corazón de la primera y que la segunda parece disfrutar tanto. Por eso puede decirse que la filosofía es casi un ejercicio de infancia, tanto como la infancia una forma de filosofía. También por eso puede decirse que la filosofía no necesariamente va a la escuela a educar a la infancia sino a que la escuela y quienes la habitan encuentren su infancia.
Filosofía para niños
Dada la proximidad entre filosofía e infancia, llama la atención que recién hacia el final de los años 60 un filósofo norteamericano, Matthew Lipman, tuviera la idea de llevar formalmente la filosofía a la educación de la infancia. En verdad, no sólo tuvo la idea sino que la llevó vigorosamente a la práctica. Creó
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