En el año 2004 trabaje como maestra recuperadora en una escuela común del distrito 8º
Enviado por monkessel • 9 de Noviembre de 2017 • Ensayo • 1.726 Palabras (7 Páginas) • 232 Visitas
Situación vivida
En el año 2004 trabaje como maestra recuperadora en una escuela común del distrito 8º, se me pidio intervención en los primeros grados por la cantidad de niños y las dificultades de aprendizaje que presentaban. La escuela esta ubicada en un barrio de clase media alta de la capital, pero la población que concurre es en su mayoria del barrio Rivadavia (Cobo y Curapaligüe), de bajos recursos y con una cantidad importante de inmigrantes bolivianos.
Ese año acompañe a la docente en el trabajo como pareja pedagógica. Para mi sorpresa, yo venía de trabajar en escuela secundaria, fui testigo de formas de trato a los alumnos que considero altamente disciplinantes. El trabajo que hacía la docente con sus alumnos era este. Para salir del aula hacía el baño, diariamente seguía una rutina obligada. Primero salían los varones y luego las niñas en fila, de menor a mayor según la estatura. En la fila derecha los varones y en la izquierda las nenas, no se podían mezclar. Luego los hacía tomar distancia con sus brazos extendidos hasta el hombro del compañero/a. Luego los hacía poner en posición de firmes y comenzar a caminar en líneas rectas, primero hacía la derecha hasta la pared, luego hacía la izquierda hasta las piletas del patio. Todo en estricto orden y silencio. Esta maestra estaba en primer grado desde hacía 20 años, y según el decir de las autoridades de la escuela era lo mejor de la misma. Los padres de la comunidad respetaban al máximo “el decir” del docente y escuchaban con atención sus recomendaciones. El disciplinamiento que se ejercia sobre los niños era valorizado por la comunidad escolar. A continuación realizo el plano del trayecto de los alumnos.
Análisis de la situación
La comunidad escolar valorizaba el trabajo del docente, encargado de socializar ese “no-hombre” que es el niño/a ,reconociendo “su diferencia, dependencia y debilidad respecto del adulto”[1]. Es claro el concepto de niño que circulaba en la institución y la necesidad de los adultos-maestros, padres- en su rol de normalizar, “hacerle distinguir y aprender aquello que debe hacer y , en especial, enseñarle a evitar realizar lo que no debe hacer.”[2] Se trata de encauzar la actividad de los niños, vigilando sus conductas, disciplinando con la sanción normalizadora y los exámenes.(Foulcault, “Los medios del buen encauzamiento”. )
Cuánto miedo tenemos los adultos a los cambios, a las revoluciones sociales gestadas siempre en los cuerpos de los jóvenes o adolescentes, cuerpos que al renacer se encargan de poner en movimiento lo establecido como orden. “La necesidad de terror, dice Arendt, nace del miedo a que, con el nacimiento de cada ser humano, un nuevo comienzo se eleve y haga oír su voz en el mundo”[3]
No controlar el futuro genera desconfianzas y para esto se exige el control de las personas que vivirán en él.
Según Foucault un dispositivo social es un conjunto de saberes, principios, leyes, formas, instrumentos, espacios, tiempos, estilos de relación propios de una institución que corresponde tanto a “lo dicho” como a “lo no dicho”. Construcciones históricas que responden a una época, o a una idea, a una necesidad de un determinado grupo. Y nadie sabe porque permanecen en el tiempo y en las épocas a pesar de los cambios y los análisis existenciales. Los discursos cambian pero las prácticas mantienen sus formas, siguen vigentes y se naturalizan como únicas. Influyen sobre los cuerpos, los espacios, y los tiempos de las personas. Producen un modelado en nuestro comportamiento, que se exterioriza en las instituciones.
Es necesario que los niños logren el ritual que la maestra considera tranquilizador para los cuerpos en crecimiento. J. Reves en los Usos de la Civilidad enuncia: ...”proyectos de control e inculcación autoritarios desempeña una función esencial el aprendizaje de la civilitas, pues permite a la par disciplinar las almas mediante las coacciones que se ejercen sobre el cuerpo e imponer a los niños una misma forma de comportamiento social....”
Los docentes no estamos fuera de este discurso, fuimos formados bajo una matriz de aprendizaje, una paradigma discursivo normalizador, el panoptismo de la modernidad. Espacios diseñados para que aquellos que circulan puedan ser observados. Yo, como docente fui formada con el libro la vocación del hombre de Mandrioni. Por supuesto en un colegio salesiano. En Etica y deontogia profesional se nos enseñaba que la docencia era un llamado interior, un sacerdocio, como lo presenta E. Tenti Fanfani en el oficio del maestro: “Esta ideología del magisterio como vocación innata, como veremos después, entra en contradicción con todas las demandas de “cientifización” del oficio docente”... Este curso viene a volvernos sobre si y provocarnos, a replantear nuestras prácticas pedagógicas en el aula, en los recreos, en las escuelas. ¿qué estamos haciendo en el aula? ¿Qué hacemos con los cuerpos de los niños en las aulas? ¿Qué hacemos con nuestros cuerpos? Será acaso que vivimos en contradicción permanente , en dualidad que nos lleva al malestar en la escuela.
Seguimos vivenciando situaciones como esta:
“La maestra se dirige a Oscar, lo mira y dice:
-Pasá, Oscar, y escribí “Pablo” en el pizarrón.
Oscar se tira con fuerza hacia atrás y su silla choca contra la mesa que está detrás. La maestra corre, se para al lado de Oscar y le dice:
-No hagas así porque se rompe. Vos sabés cómo se sale de la silla.
Oscar ubica la silla frente a la mesa y se vuelve a sentar. Levanta un poco la silla y se pone de pie sin hace ruido.” [4]
Advertencias prácticas tan comunes en nuestra escuela de hoy, este cuerpo-niño debe transformarse en cuerpo-alumno mediante enseñanzas similares como proceso de domesticación:
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