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Ensayo Prenatal


Enviado por   •  19 de Octubre de 2014  •  2.233 Palabras (9 Páginas)  •  240 Visitas

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Perspectiva del Psicoanálisis: EMBARAZO Y PARTO.

Posted on marzo 2, 2011 by Sandra

El embarazo y parto constituyen un episodio normal de la vida procreativa femenina, por lo que podría suponerse que transcurren en la mujer sana sin mayores molestias. Pero, en realidad, en nuestra sociedad hasta hace poco no ocurría así, sino por el contrario, los trastornos del embarazo, los dolores, dificultades y angustias del parto son tan frecuentes que se los consideraba como fenómenos normales y casi inevitables. Sin embargo, un examen psicológico más profundo nos revela que estos trastornos provienen de conflictos psicológicos y de identificaciones con otras mujeres ya trastornadas en su feminidad.

Este hecho ha sido observado a fondo en tratamientos psicoanalíticos. Helene Deutsch lo interpreta como consecuencia de una doble identificación. La mujer encinta se identifica con el feto, reviviendo así su propia vida intrauterina. Además, el feto representa para el inconsciente de la mujer embarazada a su propia madre y especialmente a su superyó materno, y así su relación ambivalente con la madre es revivida con su hijo futuro.

Según Helene Deutsch existe una doble identificación en que la mujer encinta vive su embarazo. Si se identifica con el feto, proyecta sobre él su propia voracidad infantil, sus deseos de la primera infancia de comer a la madre. Cuando el feto representa a su madre, cuya venganza oral teme, es experimentado como algo angustiante y destructor que ella lleva dentro. En el temor de tantas mujeres embarazadas de dar a luz un monstruo, un ser anormal, ellas expresan que juzgan sus propios deseos infantiles como monstruosos, que en sus fantasías exigentes frente a sus madres se comportaron como monstruos.

“En los sueños, el feto toma a veces la representación de un cangrejo (el feto las destruye con la misma crueldad y falta de consideración con que ellas querían destruir a sus madres) o de una araña (es otra representación de la niña pequeñita y deseosa de succionar a la madre; o de ésta, que la sorbió en su primera infancia por medio del hambre que le hacía sentir)”

El miedo de dar a luz un monstruo proviene también del temor a los propios sentimientos destructivos contra el hijo, representante del marido, de uno de los padres o de un hermano, pero siempre de algo que para el inconsciente pertenece a la propia madre. Cuando hablamos de esterilidad, expuse que la mujer puede interpretarlo como un castigo impuesto por su madre.

En contraste con eso, la mujer embarazada que teme ser destruida por el feto experimenta a menudo el embarazo como una trampa peligrosa tendida por su madre, y el mismo embarazo se convierte también en castigo. A esto la embarazada suele reaccionar con intentos semiconscientes de abortar, seguidos por un intenso sentimiento de culpa. Cuando hablamos de esterilidad, expuse que la mujer puede interpretarlo como un castigo impuesto por su madre.

Para que se produzca, pero continúe lleno de trastornos, deben existir dos tendencias opuestas que entren en conflicto. La causa fundamental por la cual la mujer desea tener un hijo es biológica. Su instinto maternal exige esta gratificación directa. Ya expuse por qué creo justificado hablar de tal instinto. Pero como el instinto sexual lleva al enamoramiento, y los enamorados satisfacen en su unión, junto con su apetito sexual, determinadas necesidades psicológicas, el instinto maternal, como parte integrante de la sexualidad femenina, gratifica a través de su realización múltiples deseos de la mujer: Desea un hijo porque esto significa recuperar a su propia madre y también porque le permite identificarse con ella. También anhela un hijo para comprobar su propia fertilidad.

El deseo de un hijo puede corresponder a su deseo infantil de regalar un niño a su padre. El feto puede representar para su inconsciente el pene anhelado. Desde luego, en su deseo de maternidad influyen también causas más conscientes o más racionales. Puede anhelar un hijo para revivir su propia infancia en él o para darle precisamente lo que ella no tuvo. Puede desear un hijo por rivalidad con las demás mujeres, o para retener a su marido o por necesidad de status o por cualquier otra causa actual. Pero, en el fondo, el deseo de la mujer de dar a luz un hijo, proviene de su necesidad psicobiológica de desarrollar todas sus capacidades latentes

Hay mujeres que logran esta finalidad sin mayores dificultades, y otras que están en conflicto con su feminidad. Este conflicto podría formularse también como provocado por dos corrientes diferentes de fantasías inconscientes: Las primeras pertenecen a la posición esquizo-paranoide y las segundas a la posición depresiva, ambas descritas por Melanie Klein.

Albergar el pene, el semen o el feto dentro de ella, significa entonces para la mujer haber robado algo que pertenece a la madre, significa ganarle y triunfar sobre ella. Por eso mismo implica el peligro de castigo y de su destrucción. Entonces la salvación consiste en negarlo todo – frigidez- o en esconderse de la madre o aun de desprenderse de un embarazo robado. Pero estos temores paranoides entran en conflicto con el deseo de reparar (posición depresiva) a través de su propio embarazo y parto feliz a la madre destruida, de devolverle lo robado a través de un hijo sano y de dar la fe de esta manera, tanto de su bondad y tolerancia, como de la bondad e integridad del propio cuerpo.

En la mujer estéril e infértil prevalecen los temores paranoides. Por eso erige según su estructura personal diferentes barreras contra la incorporación del pene y del semen o el albergar el feto dentro de ella. La barrera más superficial, a la cual la mujer que teme el embarazo puede recurrir, es la fobia a la desfloración y, cuando ésta haya sido vencida, el vaginismo. La frigidez es otro intento de defensa, aunque de carácter fantástico. La mujer frígida, al no sentir el acto sexual, espera eludir sus consecuencias peligrosas.

Otras recurren al trastorno hormonal, y de esta manera anulan pasajeramente su feminidad, que se ha vuelto peligrosa. El espasmo de las trompas es la defensa más íntima y primitiva contra la fecundación. Detrás de su disfraz histérico no percibe la actitud autista de cortar toda comunicación con un mundo hostil. La mujer estéril se embaraza impulsada por su necesidad de reparación. Pero mientras el niño crece dentro de ella, siente que su perseguidor, que atacará desde adentro todo lo bueno que contiene, crece también. Impresiona a menudo la intensidad de angustia que sienten muchas mujeres al principio de un embarazo deseado conscientemente. Si la angustia se vuele intolerable, intentarán liberarse del feto persecutorio por todos los

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