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Ensayo Sobre Un Sentimiento


Enviado por   •  3 de Enero de 2012  •  2.544 Palabras (11 Páginas)  •  874 Visitas

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Para comenzar buscamos el concepto de sentimiento:

Estado de ánimo o disposición emocional hacia una cosa, un hecho o una persona: el único sentimiento que me despierta es el de indiferencia. sentir.

Estado de ánimo triste o afectado por una impresión dolorosa: le acompaño en el sentimiento.

Parte afectiva o emotiva del ser humano, por oposición a la razón o el intelecto.

Capacidad de sentir afecto o de comprender a otras personas.

m. En el orden estrictamente fisiológico, acción y efecto de sentir o sentirse.

PSICOL. Estado de conciencia dotado de tonalidad afectiva y con caracteres de cierta duración y significado.

Disposición emocional que una persona tiene hacia una cosa, un hecho u otra persona.

Tenía un doloroso sentimiento de impotencia.

Estado de ánimo triste producido por una impresión dolorosa

No se me pasa el sentimiento.

Sustantivo masculino

Afecto, afección, emoción, pasión. Insensibilidad.

Pena, aflicción, dolor, pesar.

Aluden a la tristeza producida por un hecho doloroso: lloraba con mucho sentimiento.

Ahora si nos enfocaremos en la impotencia como un sentimiento:

En general, impotencia se refiere a la incapacidad o falta de poder para realizar o hacer algo.

impotencia s. f.

1 Falta de fuerza, poder o competencia para realizar una cosa o hacer que suceda: sintió una terrible impotencia cuando vio que su casa se quemaba y no podía hacer nada.

mpotencia

f. Calidad de impotente.

Incapacidad de engendrar o concebir.

mpotencia

s f impotencia [impo'tenθja]

1 falta de fuerza o competencia para realizar una cosa

¿Debilidad o impotencia?

Por eso es mejor no confundir la debilidad o falta de poder con la impotencia, porque no son lo mismo. En caso de estar débil o carente de fuerzas, uno podría fortalecerse (si no tiene dinero, tal vez pudiera conseguirlo, o si no tiene conocimientos, pudiera obtenerlos, o si no tuviera tiempo, pudiera conseguir que le den tiempo extra), pero no podría rehacer el pasado ni detener, adelantar ni torcer la realidad. La realidad es como es, y el pasado es como es: como un témpano de hielo que queda suspendido en el tiempo. Por eso decimos que cuando no podemos modificar el pasado ni aproximar ni acelerar el futuro, tal vez podríamos 1) adquirir o reforzar el poder y/o 2) aceptar la realidad y aprender a superar las consecuencias (lo que pasó, pasó, y lo que todavía no ha ocurrido, tenemos que esperar a verlo). Y no solo produce impotencia lo ocurrido o lo que no pudo ocurrir, sino pensar en ello.

Por ejemplo, "El futuro está en tus manos" o "La tecnología del futuro ahora" son frases publicitarias o propagandísticas que pudieran sonar muy bien, pero no son ciertas porque el futuro siempre está en el futuro, y por más que consigamos cualquier cosa hoy día, está en el presente y muy pronto quedará congelado en el pasado, nunca en el futuro. Por la misma lógica, podemos corregir nuestros errores y mejorar nuestro desempeño, pero no podemos eliminar la experiencia. El permafrost podría derretirse y volverse líquido, pero el pasado no puede convertirse en presente ni el pasado en futuro. Eso solo puede hacerse en las películas o en los dibujos animados.

En otras palabras, podemos lograr cosas que son posibles y probables, pero no imposibles. Incluso los admiradores de Einstein hasta podrían viajar algún día a través del tiempo y mirarlo todo, pero no podrían deshacer o rehacer lo que ya sucedió. En todo caso, solo podrían hacer algo de hoy en adelante. El término "deshacer el daño" en realidad significa una compensación mediante una satisfacción, presente o futura, que opaque los efectos frustrantes logrando que desaparezcan las razones para sentirse uno impotente. Esto es lo que hace, por ejemplo, una compañía aérea que retrasa su vuelo causando frustración e impotencia en sus pasajeros. Les paga todos los gastos en un hotel de prestigio durante el tiempo que demore su estadía para debilitar el sentimiento de queja y quedar bien, y para que no hablen mal de la compañía.

Por eso preferimos decir que la impotencia no es solo una falta o carencia de poder, porque podemos reforzar el poder o la capacidad o la competencia, o podemos hacer un esfuerzo y adquirir o recuperar los dones que necesitamos para hacer o corregir las cosas. Pero cuando parece no existir ninguna manera de corregir la situación, o rehacerla, deshacerla ni rectificarla, estamos frente a una verdadera impotencia, y en tal caso, el sentimiento de desconsuelo realmente puede consumir hasta la felicidad más grande. No es cuestión de definirla fríamente como una falta de poder o capacidad, porque muchos concordarían en que se trata principalmente de un sentimiento desagradable muy difícil de aliviar.

¿Cómo superar o sobreponernos a los sentimientos de impotencia?

Anteriormente dijimos que más que la carencia de poder, la impotencia es un sentimiento desagradable que se debe al desconsuelo que resulta de descubrir que de ninguna manera será posible realizar cierta idea, sueño, propósito, meta o modificación. Cuando sentimos que no hay nada que podamos hacer para reparar un daño o para llevar a cabo cierto objetivo, nos sentimos completamente desconsolados. Por lo tanto, surge la pregunta: ¿Hay algo que siquiera podamos hacer para contrarrestar dicho malestar y proveer alivio a nuestro desconsuelo? ¡Felizmente, sí!

El concepto que tenemos del pasado, presente y futuro afecta nuestra manera de ver las cosas. Somos en gran parte el resultado de la forma como hemos aprendido a ver nuestras preocupaciones y sentimientos de culpa y de realización personal, tres clases de sentimientos que se licuan en nuestro interior ayudándonos o perjudicándonos, impulsándonos o frenándonos, consolándonos o desconsolándonos, entusiasmándonos o bajándonos la moral. A todos nos gusta dar en el clavo de nuestras metas y que nos encomien por ello, y detestamos fracasar o que nos ridiculicen por ello. Por eso perseguimos el éxito instintivamente y huimos del fracaso como si fuera de una culebra venenosa. Somos permanentemente afectados por nuestro concepto del éxito y del fracaso, por nuestra manera de considerar el pasado, el presente y el futuro, por la manera como asumimos nuestras responsabilidades y privilegios, por nuestra habilidad para medir el riesgo y prever las consecuencias, por nuestra destreza para situarnos en la realidad o de proyectarnos imaginariamente a un mundo de ensueños, por nuestros sentimientos de competencia o incompetencia para llevar a cabo tanto las tareas cotidianas como las extraordinarias.

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