Ensayo sobre las victimas secundarias en casos de desapariciones forzosas y cementerios clandestinos

LA VIDA CONTINÚA… ¿PARA QUIEN?

La desaparición forzada es un crimen atroz que subsiste a nivel mundial y que priva de la libertad de una o varias personas mediante cualquier forma (aprehensión, detención o secuestro), seguida del ocultamiento, o la negativa a reconocer dicha privación de libertad o de dar cualquier información sobre la suerte o el paradero de esa persona, privándola así de los recursos y las garantías legales.^[1] 

En El Salvador este delito puriofensivo^[2] data desde antes del conflicto armado, viéndose una población permeada por una sensación de angustia permanente y pánico; sin embargo, entre los años 2012 y 2013 el número de desparecidos y de cementerios clandestinos incrementó debido a la mal llamada “tregua o pacto” entre las principales pandillas que operan en el país, a pesar de ello el gobierno ni las instituciones públicas han creado programas de intervención o grupos de apoyo para los familiares de estas víctimas. Para ello se plantean a continuación los efectos psicosociales a los que son sometidas las víctimas secundarias a este delito, con el único fin de concientizar a la población que los daños son devastadores y que van más allá de  una etapa de duelo.

“¿Y cuándo vuelve el desaparecido? Cada vez que lo trae el pensamiento”, las desapariciones forzadas en El Salvador son la realidad latente de la que nadie quiere hablar, son 1618 personas desaparecidas desde enero hasta noviembre de 2016 según estadísticas recopiladas por el Observatorio de Violencia contra las Mujeres (ORMUSA), son aproximadamente cinco personas las que desaparecen diariamente en nuestro país, pero ¿por qué desaparecen? ¿A caso la Constitución de nuestra República no dicta que todos somos iguales?, es pues por esa razón que desaparecen porque en nuestra realidad no somos iguales, a diario miles de salvadoreños cruzamos fronteras de guerra (Martínez, 2016) algunos tratando de estudiar y otros de ganarse el pan de cada día. Pero entonces ¿Dónde están los desaparecidos? el 90% de estas víctimas están muertas, enterradas en alguno de los 38 cementerios clandestinos que se encontraron en ese mismo año.

La desaparición forzada es una práctica reiterada que en nuestro país llega a causar luto, dolor y angustia diariamente a las familias. Es por ello que se derivan nuevas víctimas, las secundarias, aquellas a las que todos olvidan, las que no forman parte de la estadística, las que son estigmatizadas o aisladas por la misma sociedad, a las que se les crea el mito que ellas y sus entornos cercanos son culpables de la forma de acción del desaparecido por el tipo de educación o la ausencia de valores, esas mismas que ven como sus redes de apoyo van desapareciendo. Y la frase tan trillada que debe ser cuestionada de la vida continúa, ¿en realidad continúa para la familia? si se ven expuestos a una crisis y desorientación con la constante de no saber qué hacer o cómo no desmembrarse, a un proceso de duelo inconcluso al encontrarse con la imposibilidad de conocer la verdad de los hechos, si algún día volverá o ¿en dónde está su cadáver?, ¿cómo habrá sucedido todo?, ¿cuánto habrá sufrido?, etc.

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