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Etica Ambiental


Enviado por   •  22 de Abril de 2014  •  2.875 Palabras (12 Páginas)  •  221 Visitas

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Hacia el ecologismo personalista

Si bien no existe un auténtico pensamiento consolidado de tipo personalista, es posible enunciar algunos aportes, que en esta perspectiva pueden ayudar a aproximarse a la problemática ambiental y a sus probables soluciones. Puede afirmarse que, para el personalismo, el problema radica en la forma como se ha construido el concepto de lo humano y lo natural. Las raíces de este problema se inscriben en la modernidad. La visión cartesiana del hombre ha fragmentado su pertenencia al cosmos y a la vez lo ha desprendido del mundo. Dicha visión está montada sobre una comprensión, en la que el hombre como res cogitans se ha opuesto a la res extensa, lo cual ha llevado a graves consecuencias ecológicas. La res cogitans construye un mundo con el poder de su razón, y el hombre se presenta como un fenómeno biológico casi carente de significado. El objetivo de un ecologismo de corte personalista consiste en hacer comprensible el hombre al hombre mismo. De este modo, se afirma que el hombre, aun siendo materia corpórea, no puede reducirse a solo materia manipulable, como las demás cosas, y que, por lo mismo, no puede separarse del cosmos en que habita, sino que, por el contrario, está en estrechas relaciones con su ambiente. Estas relaciones de interdependencia involucran nociones éticas específicas. De una parte, es necesario reconocer que el hombre es el único sujeto viviente capaz de tomar conciencia de sus relaciones con el cosmos. Esta conciencia incorpora una responsabilidad ética frente al cosmos, en tanto que el hombre es el único que tiene poder para destruir o preservar el cosmos que habita. Tal compresión obliga a pensar la naturaleza no solo como un conjunto de fenómenos explicables y susceptibles de manipulación, sino, ante todo, como una realidad que puede ser pensada en la relación directa con la persona y de la que derivan consecuencias fundamentales.

Una de estas consecuencias es el reconocimiento de que el hombre es parte esencial de la naturaleza y que se encuentra en constante interdependencia. La naturaleza no es el lugar que el hombre habita, sino la condición de posibilidad de la vida del género humano. Aunque las condiciones naturales cambien, el hombre no puede pensarse al margen de la naturaleza. Las moléculas presentes en la dinámica natural se incorporan a la dinámica corporal individual. Oxígeno, nitrógeno, sodio, carbono, agua, potasio, etc., son componentes naturales y personales estrechamente compartidos. Los eventos naturales que dependan del hombre en relación con la naturaleza son, sin duda, una responsabilidad ética. ¿Quién más que el hombre puede verse perjudicado por la destrucción de factores que posibilitan la formación de agua potable o la destrucción de la atmósfera? Es el hombre el único que puede pensar el futuro y asumir responsablemente decisiones que lo aseguren en términos ecológicos. Y esta responsabilidad es, ante todo, una responsabilidad bio-ética.

Tanto el individuo como la colectividad pueden y deben asumir conciencia de sus relaciones con el ambiente natural. Las cuestionadas medidas adoptadas por alcaldes de metrópolis como Bogotá, en relación con la restricción de vehículos particulares, por razones de contaminación y calidad de vida, son también mecanismos válidos para que la colectividad asuma una conciencia de su hábitat y se aparte de una cosmovisión individualista e irresponsable con el ambiente.

Esta visión, como otras, requiere sin duda de un esfuerzo educativo permanente, que permita el reconocimiento de estos valores y, en consecuencia, puedan asumirse conductas conscientes y coherentes con nuestra condición.

Reconociendo el lugar del hombre en el cosmos, como una tarea de la Filosofía y también de la Bioética, es posible superar el dualismo cartesiano, que propició las relaciones de poder denunciadas por los movimientos ecologistas. Pero si bien el antropocentrismo de corte utilitarista debe ser considerado como una actitud cuestionable desde el punto de vista ético, no solo por la irresponsable actitud frente al ambiente y al cosmos en general, sino por su afán de consumo y de utilidad sin autocrítica, es de referir que como tal, el antropocentrismo comprendido como una visión humana del cosmos y del hombre mismo no puede ser superado. Esto se justifica porque es el hombre el punto de referencia epistemológico de lo natural y exclusivo punto de vista de lo ético. En sentido estricto, no puede hablarse de una ética de la naturaleza. El argumento mismo de Hume, en relación con la llamada falacia naturalista, es válido para no poder inferir de los hechos naturales verdades morales. Ni de la descripción científica -en el sentido contemporáneo de ciencia-, ni de la observación espontánea o sensible de la naturaleza, pueden inferirse predicados éticos. En este sentido es en el que la Bioética se constituye en una tarea humana, pues es al hombre mismo a quien se le confiere la obligación y la necesidad de pensar el mundo desde categorías éticas en las que se halle inscrito en el contexto del ambiente y del cosmos. El logro ético de la naturaleza es preciso develarlo mediante una filosofía natural, que integre los problemas naturales, éticos y humanos. Por esta razón, es encomiable el esfuerzo de algunas corrientes ecologistas de pensar la ética en un sentido ecológico. Pero es un grave error reducir la ética a la ecología, como lo es también reducirla a los postulados de la religión, de la metafísica, de la sociología o de la psicología.

Por esta razón, el pensar el ambiente desde la ética, es decir, incluir al ambiente dentro de las responsabilidades humanas, del mismo modo que se incluye al género humano como responsabilidad del mismo hombre, es en realidad un imperativo. No un imperativo ecológico, sino ante todo ético. El cosmos como tal es un valor; valor por lo que representa en sí mismo y por lo que representa para el hombre, para su propia supervivencia y también -aunque de modo secundario- en su beneficio de utilidad. El cosmos puede ser aprovechable y su utilidad derivada puede ser administrada con responsabilidad y sentido ético. Esta capacidad de aprovechamiento, así como de asumir con responsabilidad ética los beneficios de su utilidad, es exclusiva del género humano. De ahí la necesidad de que frente al ambiente se construya una bio-ética ambiental. Esta bio-ética ambiental como tal no existe, sino que debe ser construida. Y su construcción no antropocéntrica, en sentido peyorativo, sino centrada en lo humano desde esta perspectiva personal, entendiendo por esto a la persona como la única capaz de una conciencia ética sobre sus acciones en relación con el ambiente, es el único camino de apropiación de la problemática humana y ecológica.

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