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Formas De Vida Despues De La Muerte


Enviado por   •  28 de Octubre de 2013  •  22.658 Palabras (91 Páginas)  •  314 Visitas

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FORMAS DE VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE

de Annie Besant

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CAPITULO 1

LA MUERTE, ¿Y DESPUES?

Conocida es en Bretaña, la historia del misionero cristiano que se hallaba en el vasto salón de un rey de Sajonia rodeado de sus nobles, adonde había ido a predicar el evangelio de su Maestro; y en el momen¬to de estar hablando de la muerte, y de la vida, y de la inmortalidad, entró volando un pájaro por una ventana abierta, dio una vuelta por el salón y volvió a salir perdiéndose en la oscuridad de la noche. El sacerdote cristiano dijo al rey que viera en el vuelo del pájaro alrededor del salón la vida transitoria del hombre y declaró que significaba el alma pasando de la mansión de la vida, no a la oscuridad de la noche, sino a la radiación del sol de un mundo más glorioso. De la oscuridad, y por la ventana abierta del nacimiento, viene el hombre a la tierra; perma¬nece por algún tiempo a nuestra vista para desapa¬recer luego en la oscuridad por la ventana abierta de la muerte. El hombre siempre ha preguntado a la religión: ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? Y la con¬testación ha variado según la creencia. Actualmente, muchos cientos de años desde que Paulino habló con Edwin, existe más gente en la Cristiandad, que qui¬zás en ninguna otra época de la historia del mundo, que pregunta si el hombre tiene un espíritu que ha venido de algún lado y va a alguna parte. Y los mis¬mos cristianos que proclaman que los terrores de la muerte han sido abolidos, son los que han rodeado el féretro y la tumba con más lobreguez y con la pompa fúnebre más desconsoladora que ninguna otra reli¬gión. ¿Qué puede haber más triste que la oscuridad en que se mantiene sumida la casa durante el tiem¬po en que permanece el cadáver en ella? ¿Que más repulsivo que las largas vestiduras de crespón mate, y que la intencionada fealdad de la pesada gorra con que la viuda lamenta la "libertad" de su esposo "de la carga de la carne"? ¿Qué más repugnante que las caras artificialmente desoladas de los empleados de la funeraria; que los abatidos "llorones"; que los blancos pañuelos cuidadosamente preparados, y, por último, que las capas parecidas a mantos funera¬rios? Durante los últimos años ha tenido lugar un grande y señalado progreso. Las cajas, las plumas y los llorones, casi han desaparecido. El grotesco y horrible coche fúnebre pertenece ya al pasado, y el féretro sale cubierto de flores en lugar del pesado manto funerario de terciopelo negro. Hombres y mujeres, aunque vistiéndose aún de negro, no se cubren ya con vestiduras sin forma, parecidas a sábanas colgantes como si tratasen de apenarse lo más posible, imponiéndose mortifica¬ciones. El bien venido sentido común ha echado de su trono las costumbres y se ha negado a añadir, por más tiempo, tales inútiles incomodidades al natural pesar humano. Lo mismo en la literatura que en el arte, esta manera lúgubre de considerar la muerte ha sido característica del Cristianismo. La muerte ha sido pintada como un esqueleto empuñando una guadaña, como una calavera de mueca horrible, como una figura amenazadora de facciones y dardo levantado; como un huesoso espantajo sacudiendo un reloj de arena, etc.; todo lo que podía alarmar y repeler ha sido reunido alrede¬dor del llamado, con justicia, rey de los terrores. Milton, que tanto ha hecho con su rima majestuosa para moldear los conceptos populares del Cristia¬nismo moderno, ha usado toda la fuerza potente de su magnífica dicción, para rodear de horror la figu¬ra da la muerte.

...La otra figura

si por tal nombre alguien llamaría

lo que a todo y nada semejaba

indistinguible en miembros y estructura.

Negra como la noche más sombría,

feroz como diez furias se agitaba,

como el infierno aterrador surgía.

Dardo terrible que en su redor vibraba,

y en aquella que ser su cabeza parecía

llevaba puesta de una corona real a semejanza

Acercase Satán, a su presencia

deja el monstruo su asiento y se abalanza

a él, a horribles zancadas: de su paso

se estremeció el Infierno a la violencia

Así el Espectro del Terror informe

habló y amenazó y tornóse enfurecido

diez veces más horrible y más deforme...mas él

nacido de mí ya mi enemigo, surgió airado,

fiero surgió, dardo fatal blandiendo

para la terrible destrucción forjado.

Huí gritando: ¡La Muerte! Y al tremendo

nombre, el Infierno, sí arrogante y fuerte,

tembló, gimió y el eco fue diciendo

de cueva en cueva cóncava: ¡la Muerte!

Es por demás extraño que semejante perspectiva de la muerte haya sido adoptada por los partidarios declarados de un Maestro de quien se dice que "rasgó el velo de la inmortalidad y de la vida". Por supuesto, la pretensión de que en la historia del mundo hace sólo diez y ocho siglos que la inmorta¬lidad del alma fue dada a conocer es por demás absurda ante el testimonio abrumador que en su contra se presenta por todos lados; el majestuoso ritual egipcio del Libro de los Muertos, traza las jornadas post mortem de las almas; seria bastan¬te por sí solo para echar para siempre por tierra la pretensión tan descabellada de que antes del cris¬tianismo se desconocía la inmortalidad del alma. Oid las exclamaciones de las almas de los justos. ¡Oh! vosotros que formáis la escolta de Dios, extended los brazos hacia mí, pues voy a ser uno de los vuestros (XVII, 22). Salve Osiris, Señor de la Luz, que moras en la man¬sión poderosa, en el seno de la oscuridad absoluta. A ti vengo como alma purificada, mis dos brazos te rodean (XXI, l). Yo adoro el cielo; yo hago lo que estaba ordenado en Menfis. Tengo conocimiento de mi corazón, estoy en pose¬sión de mi corazón, estoy en posesión de mis brazos, estoy en posesión de mis piernas, soy dueño de mi volun¬tad. Mi alma no está aprisionada en mi cuerpo a las puer¬tas de Amenti (XXVI, 5, 6). Para no seguir mencionando las citas enfadosas de un libro compuesto de los dichos y obras del hombre desencarnado, bastará con transcribir el juicio final del alma victoriosa: El difunto será deificado entre los dioses en la región inferior divina: nunca será rechazado... Beberá en la corriente del río celestial... Su alma no será aprisionada, puesto que es un alma que trae la salvación a los que están a su lado. Los gusanos no lo devorarán (CLXIV, 14, 16). La creencia general en la Reencarnación, es suficiente a probar que las religiones de que era funda¬mento principal, creían en la supervivencia del alma después de la muerte; pero se puede citar como ejemplo un pasaje

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