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Gestalt Y Sexología


Enviado por   •  23 de Mayo de 2014  •  7.580 Palabras (31 Páginas)  •  260 Visitas

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Gestalt y Sexología -

Dr. Mario Alberto Manuel Vázquez

Gestalt

Introducción

Gestalt es una escuela de psicología experiencialista, humanista y existencialista. Sus orígenes se remontan en primer lugar a la Escuela de Berlín, la escuela alemana de psicología experimental que estudió la percepción y definió sus leyes y principios. Muchos años después, en las décadas de oro de la tercera corriente de la que la Gestalt llegó a ser abanderada, Fritz Perls delineó los principios de su aplicación clínica.

Excede a los objetivos de este trabajo profundizar en el campo teórico de la Gestalt. Para ello remito a los lectores a la bibliografía. Sí haré hincapié en algunos aspectos de ese corpus (soportes, vivencia, curva de la experiencia, evitaciones del contacto, etc.) que tienen estrecha relación con las disfunciones sexuales.

Para la Gestalt, toda experiencia (también la sexual) se realiza en el campo psicológico de Kurt Lewin, en la relación organismo-entorno. Y en él se juega la capacidad de awareness del sujeto.

Pero ¿qué es el awareness? Esta palabra inglesa es un sustantivo compuesto: aware significa percatarse, tomar conciencia, darse cuenta, y el sufijo ness indica capacidad de. Es decir, que el awareness no se limita al mero acto de darse cuenta, o tomar conciencia, sino que es la capacidad y el proceso mismo de concienciar

Por lo mismo, la palabra conciencia no define al awareness, y mucho menos el concepto “conciente”.

Si bien el awareness es quizás un momento de “hiper conciencia” del que damos cuenta por estar más concientes que habitualmente, al integrar en ese momento no sólo el “entender o comprender” mentales, el “sentir o percibir” corporales y el aprehender de la revelación espiritual … es todo eso y más, pues esas son sólo partes del todo – awareness.

Todos tenemos awareness.

La actividad terapéutica gestáltica está dirigida especialmente a generar y fomentar el awareness, ampliando la conciencia con la búsqueda incluso de otros niveles (metaniveles) más profundos por más elevados.

De lo anterior se desprende que hay niveles de awareness. Van desde el tomar conciencia superficial de las sensaciones internas o los estímulos externos del medio (“siento un peso en el pecho, una sensación de temblor en la boca del estómago, veo el brillo de tus ojos, etcétera”) hasta el awareness profundo que es como un despertar (“satori”) a una realidad que, estando siempre allí, no percibimos antes.

Lo perceptible, lo aprehensible por la conciencia, (la realidad) es aquello que me llega por mis sentidos. De eso es de lo que me daré cuenta, en base a lo que mis sentidos me informan a través de la experiencia en la frontera del contacto (como veremos más adelante).

Clínicamente, el awareness está íntimamente vinculado con una de las herramientas básicas para su exploración: el continuum de la conciencia. Sólo podemos “darnos cuenta” (utilizando una de las traducciones más comunes de awareness) de aquello que nuestra atención focaliza, al punto de hacerlo figura. A su vez la atención depende de la emoción (prestamos atención sólo a aquello que nos produce emoción de algún tipo), como está ampliamente demostrado neurofisiológicamente.

El fluir de nuestro contacto nos permite la construcción, confirmación o modificación de nuestro propio mundo y de nuestra propia realidad.

La regulación organismo/entorno en estas condiciones no interferidas es fisiológica, esto es, me moveré en el mundo, aprendiendo de él, satisfaré todas mis necesidades sin “residuos”, tendiendo al bien, “aún cuando éste no sea bueno” como diría Goodman .

La Gestalt plantea que este libre fluir de la atención no es casual ni aleatorio, está sustentado y “regido” por las necesidades fisiológicas que regulan la relación organismo/entorno. Así como las necesidades bio-fisiológicas (hambre, sueño, respiración, etcétera) no pueden ser olvidadas o dejadas de lado sin perjuicios graves para la vida, las psicológicas y espirituales necesitan el mismo tipo de atención y manifiestan su “urgencia” del mismo modo, y su falta de satisfacción produce daños graves en otras áreas no tan “vitales”, pero sí imprescindibles para el desarrollo armónico de una vida plena y feliz.

La aparición de alteraciones en este fluir es lo que genera síntomas (enfermedad), pero espontáneamente la tendencia humana es a auto-regularse, es decir, a buscar la forma para que esas anomalías sean resueltas, desbloqueando las energías detenidas.

Esto es lo que la Gestalt denomina autorrealización, auto-actualización, etcétera: la capacidad que tenemos de (a través del ciclo de la experiencia o de construcción y destrucción gestálticas), “cerrar” las situaciones no concluidas actualizando constantemente nuestro self en relación con los estímulos y cambios de nuestro entorno.

Esta capacidad natural es la que compartimos (al menos en la actualización y satisfacción de necesidades fisiológicas), con los animales. Forma parte de nuestra capacidad de supervivencia. Y es esto a lo que Perls bautizó “autorregulación organísmica” y en lo que confiaba ciegamente:

“La confianza de Fritz en la auto- regulación individual se erige en la psicoterapia contemporánea como una contribución comparable a la confianza de Rogers en la auto – regulación de los grupos: ambos han influido en la práctica psicoterapéutica a través del contagio de una actitud que trasciende la influencia intelectual.”

En Sexología comprobamos que la mayoría de las parejas presentan diversas experiencias disfuncionales en su vida sexual. Sin embargo sólo unas pocas concurren a tratamiento… La mayoría de ellas encuentran espontáneamente la resolución de la problemática: la autorregulación organísmica ha funcionado.

Pero en muchos casos hay situaciones o experiencias que, por distintas causas, no alcanzan a “cerrarse” (aprendizajes negativos, experiencias traumáticas, interrupciones en el ciclo de la experiencia, confluencia en situaciones o relaciones anteriores, o ilusiones respecto de los otros o de uno mismo, etcétera). Esto produce una detención de la energía, un “empastamiento o pegoteamiento” que impide el fluir natural y provoca disfunción.

La situación, la experiencia, queda como un “cuerpo extraño” y el individuo intentará, involuntariamente, una y otra vez alcanzar el cierre, muchas veces fracasando por la misma falta de recursos que provocó la primera detención.

Al no lacanzarse el cierre y la resolución no hay “nueva figura” (nueva percepción) y por ende no hay aprendizaje. Por lo tanto, el aparato psíquico colocará reiteradamente al sujeto ante

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